Las distopías con chicos: un mundo real que supera el horror de las ficciones
CIUDAD DE MÉXICO.- Contar el horror no tiene semejanza con habitarlo. Por eso su empatía es de corto plazo, aun cuando el relato tenga niños como protagonistas. Cientos de miles de niños hoy son víctimas de la indiferencia de líderes del mundo hacia sus tragedias. Como los separados de sus padres en la frontera entre México y Estados Unidos, puestos en centros de detención que semejan "jaulas", y sobre los que el gobierno de Donald Trump admitió en mayo último que desconocía el paradero de unos 1500, tras ser dados en custodia. O como los que intentan alcanzar las costas de Lampedusa en balsas huyendo de Libia o Túnez, abandonados indefinidamente en tiendas al borde de la emergencia sanitaria si alcanzan tierra. O los niños sirios que se desplazan hacia Turquía o el Líbano, escapando del régimen de Al-Assad, acusado de atentar con gas contra la población civil.
En todo el mundo, más de 30 millones de niños son en la actualidad víctimas de desplazamientos a raíz de conflictos en sus países, informó el mes pasado la oficina de la ONU para los Refugiados. Es la cifra más alta registrada desde la Segunda Guerra Mundial. Algunos lo hacen solos.
La ficción contemporánea está llena de narraciones con ellos como tema. Reflexionan sobre el pasado, cuestionan la historia. A diferencia de las noticias, albergan mayor esperanza de que sus ecos pervivan, generen incomodidad. ¿No es ese el rol de la literatura? Las que más perplejidad producen estos días son las distopías, anticipos de algunos dramas del presente.
Como El cuento de la criada, de Margaret Atwood, publicada en 1985 y llevada a la TV en 2017. Esa distopía feminista fue concebida, según la autora, como una "ficción especulativa". En una sociedad teocrática y militarizada, la infertilidad por la contaminación ambiental se soluciona con la apropiación de la mujer, cuyo único valor son sus ovarios. Se reproduce con su amo y entrega el niño a la familia que es su dueña. La serie coincidió con la llegada al poder de Trump y los movimientos de mujeres.
La distopía de un mundo sin niños fue imaginada por la autora inglesa P.D. James en Niños del hombre, llevada al cine en 2006 por el mexicano Alfonso Cuarón. La historia futurista (en 2021) propone un mundo sin niños. Pocos enfrentan el acoso del dictador. Solo el amor desintegra el apocalipsis: tras décadas de infertilidad en la población, una mujer consigue dar a luz a un niño en un cobertizo.
Sin proponérselo, el escritor francés Philippe Claudel describió el drama actual de un inmigrante en busca de asilo. Fue en 2005, en La nieta del señor Linh. Un refugiado asiático viaja a Occidente con el único miembro de su familia sobreviviente, su nieta, una beba de meses. Las palabras rebotan como sordina, tal como llega a la mente del señor Linh aquel idioma en que le hablan y él desconoce.
"Desafortunadamente, la historia del señor Linh es aún verdad. La novela tuvo nuevos ecos con el drama en el mar Mediterráneo y en las fronteras entre México y Estados Unidos", dice Claudel a LA NACION. El autor, premio Renaudot por su novela Almas grises y Goncourt por El informe de Brodeck, se asombra por la apatía de los gobiernos frente a la cuestión de los refugiados.
"El problema para mí es ver el comportamiento de muchos gobiernos europeos (el Reino Unido con el Brexit, Hungría, Polonia, Austria, la República Checa, Eslovenia y parte de Alemania y Francia) que se niegan a ayudar a los migrantes y a abrir sus fronteras. Estamos solo en el comienzo de los grandes movimientos migratorios. Si no los solucionamos, los problemas serán mayores en el futuro", dice.
El cruce de correos ocurrió a pocos días de que el líder de la xenófoba Liga y ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, ordenara el cierre de todos los puertos de su país para impedir el ingreso del barco Aquarius, con 629 inmigrantes a bordo. Unos 134 eran niños y niñas; 123 viajaban solos. El barco fue recibido finalmente en Valencia.
Hasta ahora, solo en la ficción un niño jamás descendió de un barco: Novecento. En ese monólogo teatral del italiano Alessandro Baricco, ese personaje se convierte en un extraordinario pianista de adulto. Lo halló un marinero en una caja de cartón cuando todos los pasajeros descendieron. El narrador explica: "Esas cosas solían hacerlas los migrantes [...]. No lo hacían por maldad. Aquello era miseria, pura miseria".
Para Claudel, "los extranjeros son vistos como un peligro en sociedades débiles y económicamente en crisis. Es muy fácil en esas circunstancias definirlos como los responsables de esa situación".
La escritora estadounidense Lionel Shriber, en su novela distópica Los Mandible. Una familia: 2029-2047, sitúa su historia en unos Estados Unidos en bancarrota, donde el mayor peligro son los inmigrantes. El país es incapaz de contener sus vallados, no solo para ingresos, sino para que sus ciudadanos no escapen. Para Shriber, esa es la "amenaza" a mediano plazo.
"El crecimiento de la población intensifica otros problemas que tenemos: abastecimiento alimentario, agua potable, cambio climático, polución, plásticos en los océanos, sin mencionar la guerra. Además de reducirse esos recursos, mucha gente peleará por ellos", dice la escritora a LA NACION. Los temores de los Mandible "están entre nosotros: el monto que deben países occidentales solo crece. No creo que esos gobiernos alguna vez paguen. Deuda que nadie pagará es dinero falso. El sistema monetario internacional está basado en dinero falso", afirma.
La novela, "escrita antes de la era Trump", refiere a un muro en Estados Unidos. "México paga por él. El propósito es mantener fuera a los estadounidenses desempleados y muertos de hambre. A veces acuso a Trump de copiar mi idea. Ese colapso es totalmente creíble para la economía de Estados Unidos", dice.
Para Rob Rogers, el "caricaturista del momento" -despedido después de 25 años por el periódico Pittsburgh Post Gazette por su caricatura que representa la separación de niños de sus padres en la frontera estadounidense-, las caricaturas con su exageración buscan distender la realidad mediante la parodia. "Trump en sí es una caricatura, aunque a veces es difícil ir más allá de su comportamiento", dice a LA NACION.
"Nunca antes mi país estuvo tan cerca de tener a un dictador como líder. Entiendo que para gente que sufrió dictaduras brutales puede ser una comparación enferma", dice Rogers. Además, agrega, "Trump mismo es una distopía; la creó tan bizarra que es difícil crear caricaturas irresistibles".
Para Lionel Shriber, "las distopías están para entretener, además de ser el último lugar a salvo donde explorar ansiedades con un dolor fingido".
Participar de la narración es quizás un intento de convencernos de que aquello que se narra está lejos, no nos pertenece y entonces estamos a salvo.