Las diez obras de arte que más dieron que hablar en la Argentina, en la última década
Una lista que incluye desde una araña de 22 toneladas que custodió la entrada de Fundación Proa hasta el “robo” de la punta del Obelisco
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Protagonizaron miles de fotos, incluso antes de que las redes sociales fueran un boom, y su fama corrió de boca en boca hasta marcar récords de público. A continuación, una lista de las diez obras de arte que más dieron que hablar en la última década en la Argentina.
Obelisco en mí, de Julio Le Parc (2019)
El gran homenaje ofrecido en Buenos Aires a Julio Le Parc, que celebró sus 90 años con muestras en el Museo Nacional de Bellas Artes, el Centro Cultural Kirchner y el Teatro Colón, incluyó la intervención lumínica del Obelisco porteño durante la 16ª edición de la Noche de los Museos. Mediante la técnica del mapping, en una producción desarrollada por UXart, cientos de sus obras más emblemáticas se proyectaron sobre el monumento al compás de la música de Astor Piazzola, Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Richard Wagner y Ludwig van Beethoven, entre otros. Pionero del arte cinético, radicado en París desde 1958, el artista mendocino se encontraba entre el masivo público reunido en la Avenida 9 de Julio. Miles de personas reaccionaron con ovaciones y aplausos al espectáculo gratuito, titulado Obelisco en mí.
La democracia del símbolo, de Leandro Erlich (2015)
Cuatro años antes, Leandro Erlich había provocado el asombro colectivo al simular la desaparición de la punta del Obelisco y su traslado a la explanada del Malba. En la recreación de ese ápice en escala real que instaló sobre la Avenida Figueroa Alcorta fue posible descubrir con entrada libre y gratuita lo que se ve sobre la Avenida 9 de Julio desde el interior del monumento, por primera vez desde su fundación en 1936. Es decir, democratizar su acceso con una intervención que llamó La democracia del símbolo. En 2019, durante su primera muestra antológica en el continente americano alojada en el Malba, el artista volvió a sorprender en la misma explanada con una instalación que parecía desafiar la ley de la gravedad y un cartel que simulaba la oferta de venta del museo. Adentro, su pileta se convirtió en las gran protagonista de todas las fotos.
Torre de Babel, de Marta Minujín (2011)
El Obelisco ya había inspirado obras de Marta Minujín, como la versión recostada que presentó en 1978 en la Bienal de San Pablo –antecedente del Big Ben que creó a distancia este año en Manchester-, o su recreación con pan dulce en La Rural, al año siguiente. También la Avenida 9 de Julio fue escenario de otra obra monumental: el Partenón de libros prohibidos con el que celebró el regreso de la democracia, en 1983. Volvió a ser noticia en 2017, cuando fue reconstruido para la prestigiosa Documenta de Kassel con 55.000 publicaciones de todo el mundo que alguna vez fueron censuradas. En 2011, Minujín usó 30.000 libros para construir una Torre de Babel de 25 metros de altura en la Plaza San Martín. “Simboliza la búsqueda de la unidad”, explicó entonces la artista más popular de la Argentina.
La Menesunda según Marta Minujín (2015)
Ingresar en la habitación de una pareja recostada en una cama o en el interior de la cabeza de una mujer gigante, donde una maquilladora y una masajista ofrecían sus servicios. Esas eran algunas de las paradas en el laberíntico recorrido por el interior de La Menesunda, instalación participativa que Marta Mínujín realizó junto a Rubén Santantonín en el Instituto Torcuato Di Tella en 1965 y que medio siglo después reprodujo el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. En 2019 volvió a ser recreada en el New Museum de Nueva York, donde se recordó que “Minujín anticipó de manera radical la obsesión contemporánea por los espacios interactivos y la búsqueda de experiencias intensas que definen hoy a las redes sociales”. Entre 2023 y 2024, otra versión se presentará en Múnich, Copenhague y Tate Liverpool.
Eternity, de Maurizio Cattelan (2018)
“Mi sueño favorito siempre fue uno en el que voy a mi propio funeral”, dijo Maurizio Cattelan antes de desembarcar en una plaza porteña con Eternity, un “cementerio temporal para los vivos”, en el marco de la semana de Art Basel Cities: Buenos Aires. Solo la idea fue suya, sin embargo. Cualquiera que tuviera más de 18 años, se considerara “artista” y tuviera domicilio en la Argentina podía participar con propuestas de lápidas para personas reales o ficticias. Los resultados fueron muy dispares, y hubo quienes señalaron que no parecía atinado unir lápidas y humor en un país con decenas de miles de desaparecidos. De todos modos, no fue una de las obras más polémicas del artista italiano que captó la atención global al vender dos bananas en Art Basel, en 2019, por 120.000 dólares cada una. Al año siguiente, una de ellas fue donada a la colección del Guggenheim de Nueva York. “Es una banana. Es arte. Y ahora es problema del Guggenheim”, tituló entonces The New York Times.
La vida es una milonga, de Cai Guo Qiang (2015)
A fines de enero de 2015, mientras el país estaba en shock por la muerte reciente del fiscal Alberto Nisman, más de 200.000 personas se reunieron por la noche en La Boca, sobre la Vuelta de Rocha. Los recibió un espectáculo de tango y fuegos artificiales titulado La vida es una milonga. Una ambiciosa producción de Cai Guo-Qiang, el artista chino que había deslumbrado al mundo con los efectos especiales de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 y que protagonizaba entonces la muestra Impromptu en Fundación Proa. “Estoy atento a las noticias y al momento triste que pasa el país. No son fuegos de celebración, sino de reflexión, de sentimientos”, dijo entonces a LA NACION, mientras organizaba el show de 80 minutos que comenzó con “La cumparsita”, de Gerardo Matos Rodríguez, y terminó con “Vuelvo al Sur”, de Astor Piazzolla y Fernando “Pino” Solanas.
Los lunares de Yayoi Kusama (2013)
Un día, sobre la Avenida Figueroa Alcorta, varios árboles se cubrieron de lunares. También las puertas del Malba, sus escaleras mecánicas y las paredes, los cuadros y los muebles blancos de una sala montada en la planta baja, que el público podía intervenir con stickers redondos de colores. Esas acciones acompañaron la muestra Obsesión infinita, de la artista japonesa Yayoi Kusama. Con gran repercusión en redes sociales, registró 216.000 visitas; hasta el año pasado, cuando fue desplazada por la de Erlich, fue la más convocante del museo. “Los lunares son un camino al infinito -dice en el catálogo Kusama, internada en un psiquiátrico debido a su trastorno obsesivo-compulsivo-. Cuando borramos la naturaleza y nuestros cuerpos con lunares, nos integramos a la unidad de nuestro entorno. Nos volvemos parte de la eternidad y nos borramos en el amor”.
Forever Bicycles, de Ai Weiwei (2017)
Fue otra postal obligada para la foto. Forever Bicycles, obra construida con 1254 bicicletas por el artista chino Ai WeiWei, se montó en la vereda de Fundación Proa en el marco de su muestra Inoculación, en 2017. El título de la monumental instalación de 16 metros de largo por 9 de altura, alude a la marca Forever (Yong Jiu), una empresa cuyas bicicletas se usaron de forma masiva en China durante la infancia de artista, y que en las últimas décadas fueron desplazadas por los autos. “A la manera de un ready-made y en homenaje a la Rueda de bicicleta de Marcel Duchamp, Forever Bicycles se convierte en un punto de encuentro entre el arte chino y el arte occidental –señaló entonces Adriana Rosenberg, presidenta de Fundación Proa-. Un puente entre los siglos XX y XXI; un eslabón que une culturas diferentes y una apropiación del objeto que en su multiplicidad nos propone una nueva mirada, una nueva abstracción, una nueva construcción”.
Maman, de Louise Bourgeois (2011)
Eran otros tiempos. Hace una década llegaba en barco a Buenos Aires, repartida en veinte cajas embaladas en Nueva York, una araña de 22 toneladas, nueve metros de alto y diez de diámetro. Maman, monumental escultura creada en 1999 por la artista Louis Bourgeois, fue instalada en la explanada de Fundación Proa en el marco de su primera muestra individual en América latina. “Las arañas, que Bourgeois presenta como un homenaje a su madre, que era tejedora, ponen de manifiesto la duplicidad de la naturaleza de la maternidad: la madre es protectora y depredadora al mismo tiempo”, señala la página del Guggenheim de Bilbao, museo que la aloja actualmente y que permite visitarla en forma virtual. Una opción a la que ya nos acostumbró la pandemia.
Las arañas de Saraceno en el Moderno (2018)
También el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires sorprendería años más tarde con otra obra relacionada con arañas. En este caso, vivas. La telaraña más grande construida y exhibida hasta el momento fue realizada en un plazo de seis meses por 7000 arañas traídas desde el norte del país, para la primera gran muestra local de Tomás Saraceno. Cómo atrapar el universo en una telaraña se tituló la exposición de este tucumano radicado en Berlín, uno de los argentinos más célebres en la escena del arte contemporáneo global, que llevó su obsesión con el tema a obras con realidad aumentada exhibidas este año en las Serpentine Galleries de Londres y en el High Line de Nueva York.