Las caras secretas de un gran simulador
El periodista y escritor peruano Santiago Roncagliolo cuenta en esta entrevista cómo surgió El amante uruguayo, donde narra la curiosa vida de Enrique Amorim, novelista que supo ser amigo de Borges y amante de García Lorca
Un maestro de la simulación. Así define Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) al escritor Enrique Amorim, protagonista de El amante uruguayo (Punto de Lectura), su último libro, una investigación periodística realizada por encargo, que comenzó a partir de una supuesta pista sobre el cadáver de Federico García Lorca y derivó en una exquisita biografía del autor nacido en Salto en 1900, que fue amante del poeta granadino y entabló inciertas amistades con Picasso, Neruda y Borges. De visita en el país para presentar el libro, Roncagliolo contó a adncultura las peripecias de la investigación que le llevó dos años, de Granada a Montevideo y de Salto a Buenos Aires.
–Como escritor era un gran personaje. Creo que Amorim sabía que la mejor historia que inventó fue su vida. Pero no podía contarla él porque habría causado demasiados líos: era homosexual pero estaba casado y mostraba una imagen de mujeriego; crió con otra mujer una hija a quien le dio el apellido aunque probablemente no fuera suya. Antes de cumplir sesenta años, cuando enfermó y se dio cuenta de que pronto iba a morir, se encerró a preparar el material para la posteridad: ordenó sus archivos y cartas personales, las memorias de sus amigos artistas, clasificó fotos y filmaciones y dejó todo listo para que alguien escribiera su biografía. Para mí. Aunque algunos le llaman novela, es un libro periodístico. Por eso le puse de subtítulo Una historia real. Como se trata de un gran simulador, su vida tiene elementos que bordean la ficción. Nunca sabes qué es lo que pasó, qué es lo que Amorim cree que pasó y qué es lo que él quiere que tú creas que pasó.
-¿Cómo manejó ese delicado límite durante la investigación?
-Constantemente aparecían datos o declaraciones que contradecían la versión oficial. Tuve que verificar todo con varias fuentes y documentos.
En el libro, de casi 400 páginas, Roncagliolo incluyó un completo dossier con referencias y bibliografía para que el lector pueda cotejar datos, anécdotas y citas, a medida que avanza en la enigmática vida de Amorim. Quienes lo contrataron (unos editores españoles vinculados al Partido Comunista, asegura el escritor) querían que siguiera una pista sobre García Lorca vinculada con Amorim: "Tenemos razones para creer que en un monumento en Salto están enterrados los restos del poeta, desaparecidos luego de su fusilamiento durante la Guerra Civil Española", le dijeron durante la primera reunión en Barcelona, donde reside el peruano.
-Entonces pensé: están locos. El próximo que me encargue un libro me va a decir que ha visto a Elvis comprando pan en Getafe. A esto se ha reducido mi carrera... Llevaba tanto tiempo metiéndome en tales líos por historias reales (Sendero Luminoso, Abimael Guzmán) que pensaba ¿para qué? Pero la historia era misteriosa y despertó mi interés. Cuando empecé a investigar surgieron varios indicios: por ejemplo, el extraño discurso que Amorim había dado cuando se inauguró el monumento en 1953. En especial, la frase: "Aquí, en un modesto pliegue del suelo que me tendrá preso para siempre, está Federico?".
Mientras más se internaba en la historia del amante uruguayo de García Lorca, más se fascinaba con el personaje. Autor de novelas como La carreta (1929) y Feria de farsantes (1952), cuentos, poemas, obras teatrales y guiones cinematográficos, Amorim cuenta en sus memorias reuniones con Chaplin y Picasso, entre otros artistas de la época. Después de revisar material sobre García Lorca en Granada, Roncagliolo viajó a Montevideo a buscar gente que lo hubiera conocido durante su estadía en Uruguay y la Argentina. Así fue como llegó a la casa de Salto de Amorim, donde encontró valioso material sobre su vida personal. Y todo cambió.
-El archivo resultó espectacular: estaba lleno de cartas íntimas. Había recortes de prensa sobre su actuación política, cartas de una anónima mujer sobre una presunta hija y de muchos amantes célebres. Tuve que cruzar información y analizar qué significaba cada descubrimiento y cómo cuadraba con el resto. Su vida tiene miles de misterios. Creo que nos gustan las novelas porque allí todo cierra. Pero en la realidad no siempre es así.
-¿Fue sencillo acceder al material íntimo que su mujer, Esther Haedo, había archivado y que ahora conserva su familia?
-Hay una parte que tenía su familia y otra que estaba en la casa de Salto, como las memorias, las fotos, los cuadros (algunos originales de Picasso). También, lo que la esposa dejó en la biblioteca pública, que es de acceso libre. Eso incluye los recortes de una agencia de noticias que concentró la información relevante sobre Amorim, surgida durante los cuarenta años de carrera en Uruguay y Buenos Aires.
-¿Qué material fue el que más lo sorprendió?
-Por ejemplo, un cuaderno aislado, sin ninguna anotación en particular, que tenía notas de prensa sobre una reunión de líderes comunistas con Neruda y Amorim, en Salto. Lees lo que hay ahí y te convences de que ese encuentro existió. Pero cuando buscas la fuente, descubres que sería una oscura agencia de noticias de Salto, cuyo nombre no volví a ver más, que ningún periodista uruguayo recordaba.
-¿Era parte del mundo de ficción de Amorim?
-Es que sólo hay una fuente autorizada para decir que hubo una reunión en la casa de Amorim y es el propio Amorim. Cuando leo las memorias de Neruda, veo que nunca estuvo en esa casa. Aún no sé si es un gran mundo ficticio. Desde el principio me dieron una copia de sus papeles personales y pensé que con eso me iba a organizar. Cuando encuentro lo de la reunión secreta entre Chaplin y Picasso, pienso: "Esto es oro". Busco en las memorias de Chaplin. Y en efecto, cuenta lo de la reunión y los detalles coinciden. Pero el que estaba ahí, para Chaplin, era Jean-Paul Sartre. La descripción no concuerda. Sartre era bizco. No podía ser él. Era Amorim. Fue cuando pensé que tenía que mirar las cosas dos veces.
Según Roncagliolo, la investigación fue apasionante. Todo el tiempo surgían sorpresas y grandes descubrimientos que lo llevaban a nuevos nombres y misterios.
-En el libro, las historias de los personajes están enmarcadas en el contexto histórico. ¿Se propuso indagar también sobre las corrientes artísticas y políticas de la época?
-Ése es el efecto de ser un extranjero, uno se tiene que explicar lo que ha sucedido porque no lo sabe. Si quiero entender por qué se pelean Borges y Amorim, tengo que saber quién fue Perón y el peronismo. La investigación histórica es la que yo mismo tenía que hacer para entender los hechos. Hay otra ventaja de ser extranjero, que me ha traído algunos líos: nunca sabes qué cosas no puedes decir, no conoces los tabúes. La honestidad brutal es muy buena para un libro. Porque lo que tienes que hacer es, precisamente, desafiar lo que no estaba dicho, tratar de imponer una mirada nueva sobre un tema.
-¿Qué pasó cuando les dijo a quienes lo habían contratado que no escribiría un libro sobre García Lorca sino sobre su amante uruguayo?
-Yo, desde el principio, había establecido una libertad total. Ésa es mi condición para trabajar. No hago libros por encargo por el sueldo; los hago si creo que puedo escribir una buena historia, y si va a ser un libro del que voy a estar orgulloso, que puedo defender porque me he apasionado con él. A ellos les interesó que retratara la faceta más desconocida de García Lorca: su paso por Buenos Aires, donde es una gran estrella. Es la primera estrella mediática de las letras españolas. Tiene carisma, es el sueño de todo periodista: hace shows , canta, baila, toca el piano, recita un poema, hace un dibujo. Es popular. La gente se le acerca en la calle, las chicas se le meten en el cuarto. Y eso contrasta mucho con la imagen terrible de su muerte. Me gustaba contar ese García Lorca.
Además de libros periodísticos, Roncagliolo ha escrito novelas: Pudor (2004), Abril rojo (2006), con la que ganó el Premio Alfaguara y el inglés Independent Prize of Foreign Fiction, y Tan cerca de la vida (2010).
-¿Por qué decidió pegarse a la realidad en lugar de inventar una ficción a partir del misterioso personaje de Amorim?
-Si la realidad es buena, no la vas a estropear. No eres mejor que eso. Tienes que saber reconocer el valor de una historia cuando lo tiene. Soy periodista. Es parte de mi oficio. Si no te basta la historia original, haces una novela. Pero no era éste el caso. Yo no creo en mezclas de realidad y ficción. Incluso por razones legales, las cosas son verdad o no. Me interesaba que todo estuviese documentado con rigor. Creo que si le hubiese metido un poco de ficción, no habría sido mejor ni tampoco habría tenido el peso que uno siente al leer y saber que es una historia verídica.
Los descendientes de Amorim (sus nietas y su yerno; la hija, Liliana, murió poco antes de que comenzara la investigación) le brindaron desde el inicio todo el material necesario, pero el resultado final no los convenció.
-Yo advertí que, en un momento, la familia empezó a ponerse nerviosa. No interfirieron en la investigación ni molestaron. Fueron muy educados. Pero no les puedo pedir que les guste. En el libro no está sólo lo que ellos contaron. Hay datos personales, como lo de la homosexualidad. El tema es delicado porque la versión oficial, que ellos heredaron, es que Amorim era un mujeriego. Todo el mundo creía eso y él se esmeraba para que lo creyeran. Hacía chistes sobre sus amantes en la prensa. Mi labor es contrastar eso. Pero es duro para la familia.
-También recibió furiosas críticas de algunos medios de Uruguay.
-Sí, pero yo siento que hay mucho de homofobia. Tal vez no esperaban que contara las cosas de esta manera. Es un libro personal, escrito de manera auténtica, sin rigores académicos. Con Abimael Guzmán, el líder de Sendero Luminoso, me pasó lo mismo: en La cuarta espada hablo sobre él de una manera como normalmente no se hablaba y en Perú hubo críticas feroces.
En el final de El amante uruguayo , Roncagliolo narra una escena, en la que aparece en primera persona por única vez. Cuenta que él y su equipo de investigación, cuando estuvieron en el monumento a Lorca en Salto, se plantearon la posibilidad de abrir la caja enterrada por Amorim para saber si allí estaban los restos del poeta.
-Si lo encontrábamos e íbamos a la comisaría, seguro quedábamos presos. Tuve que decidir y odio tomar esas decisiones. Pensé que el misterio era bonito para esta historia. Escribí un libro pensando que podía ocurrir cualquier cosa y que debía seguir siendo válido e interesante más allá de ese dato.
-Pero si no encontraban nada, podía ser decepcionante. Mantener la intriga era un mejor final para el libro.
-Sí, podíamos arruinarlo. Pero, también, que no hubiera nada o que hubiera una foto, un poema, habría sido la última burla de Amorim a un medio intelectual que lo despreció y sólo le sacaba dinero. Es como si les dijera: de todos ustedes se van a olvidar, pero de mí alguien hará un libro alguna vez. Y acertó.
El amante uruguayo
Santiago Roncagliolo
Punto de Lectura