Las alas de Nabokov
SOLIA decir Vladimir Nabokov: "Mis placeres son los más intensos que pueda conocer el hombre: la escritura y la caza de mariposas". En Montreux, donde vivió desde 1961 hasta su muerte en 1977, se puede visitar actualmente una exposición que rinde homenaje al escritor en ocasión del centenario de su nacimiento. La muestra se titula "Nabokov y Montreux, entre escritura y mariposas". Además de los retratos de Nabokov, realizados por el fotógrafo Horst Tappe, documentos, manuscritos, primeras ediciones y partidas de ajedrez con problemas por resolver imaginados por el autor de Lolita , los visitantes pueden contemplar allí la extraordinaria colección de mariposas que su esposa Vera donó al Museo de Zoología de Lausanne.
Esos coloridos insectos habían logrado un milagro: llevar al escritor ruso, que detestaba la televisión, ante las cámaras, donde se presentó no en tanto novelista, sino como descubridor de dos especies de mariposas, que hoy llevan su nombre. Hazaña que también consiguió un periodista francés: Bernard Pivot, creador de las emisiones de televisión Apostrophes y Bouillon de culture .
Pivot sabía que Nabokov tenía mal carácter y detestaba la televisión. No obstante, decidido a convencerlo de que participara en su célebre programa, el francés se presentó una tarde en el hotel de Montreux donde vivía el escritor. Nabokov acababa de dormir la siesta y estaba de buen humor. Además, Pivot le cayó simpático a Vera. El matrimonio y el periodista empezaron a conversar en una sala donde había un piano pero debieron abandonarla rápidamente porque justo en esos momentos llegó un afinador. Se mudaron pues a otra sala más grande, donde también había un piano. Al rato, el afinador, terminada su labor con el primer instrumento, entró en el segundo salón para poner en forma el segundo piano. Los Nabokov y Pivot debieron transladarse a una tercera sala donde no había ningún instrumento musical. El novelista se sentía muy divertido con la "persecución" del afinador.
Subyugado por el ruso, que desplegó ironía, erudición y simpatía durante la charla, Pivot trató por todos los medios de persuadirlo de que asistiera a su programa de televisión. "Detesto la improvisación", explicó Nabokov. "Nunca he dicho ni diez palabras a mis alumnos o en público, que no hayan sido pensadas y escritas de antemano." "Bueno -ofreció Pivot- lo que no hice con nadie, lo haré con usted: le pasaré una lista de mis preguntas". "Contestaré por escrito mis respuestas", replicó Nabokov. "Imposible", dijo Pivot. La respuesta del escritor fue concluyente: "Arréglese entonces para instalar delante de mí un escritorio con una muralla de libros que oculten mi texto al público. Soy un experto en el arte de hacer creer que no leo verdaderamente e incluso, en algún momento, puedo mirar el té como buscando mi inspiración".
Así se hizo. El 30 de mayo de 1975, día de la emisión, Nabokov pidió que pusieran delante de él una tetera, llena de whisky de su marca preferida. Para no dar un mal ejemplo, había recurrido a ese subterfugio que le permitía darse ánimo con una buena taza de escocés, mientras el público pensaba cuán ruso era ese escritor: no dejaba de tomar té, si bien la dorada bebida no provenía de un samovar. De vez en cuando, se podía oír a Pivot decir: "Señor Nabokov, ¿le sirvo un poco más de té?".
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