Landrú, un surrealista del humor
El dibujante considera que predomina el chiste político por los sucesivos "destapes" de la vida del país
"El humor actual se volvió más político a partir de la Revolución Libertadora, que derrocó a Perón, porque hubo como un destape respecto de tiempos en que no se podían cargar las tintas sobre el Gobierno. Ahora hay otro destape, el que vino con la democracia. Pero yo sigo privilegiando la mirada sobre el absurdo. Sigo siendo un surrealista."
A los 80 años, el dibujante Juan Carlos Colombres, conocido como Landrú, mantiene su estilo y marca qué diferencias hay entre el humor que se hacía en la época de sus comienzos respecto de la actual.
El balance viene a cuento porque la Legislatura porteña lo acaba de declarar ciudadano ilustre, en reconocimiento a su trayectoria.
"Ciudadano ilustre significa ser ilustrado, pero yo leo una noticia en un diario y la misma en otro, y resultan diferentes. Esa desinformación me lleva a considerarme un desilustrado . De modo que creo que han cometido un error, pero prometo luchar para llegar a ser ilustradísimo."
Colaborador del diario El Mundo, entre 1960 y 1967, y de Clarín, desde 1975, Landrú fundó en 1957 la famosa revista Tía Vicenta. En 1971 le fue conferido el premio periodístico Moors Cabot, de la Universidad de Columbia, y hoy es miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo. También ha sido distinguido en varias oportunidades por la Asociación de Dibujantes Argentinos.
La risa, un paréntesis
Entrevistarlo es un privilegio. Se ingresa en un placentero paréntesis en el escenario de la vida cotidiana. Si la carcajada irrumpe con demasiada frecuencia, el problema -lo "serio"- parece perder entidad.
Porque Landrú habla de sí mismo como dibuja: sin dejar de servirse del humor.
Por ejemplo, cuando recordó que, además de sus célebres humoradas políticas, en Clarín tiene una columna "culinaria" en la sección Ollas y Sartenes. Trae al diálogo una "receta para hacer agua tibia", que consistía en poner en una olla una taza con agua caliente y otra con agua fría y mezclar. "Una lectora me llamó para preguntarme si no había que agregarle sal", dice.
Landrú califica su estilo más bien de surrealista. La modalidad la tomó de una revista italiana que leía en su infancia. Le tomaba el pelo a Mussolini, pero el régimen no podía hacer nada porque eran bromas extrañas, muy disimuladas.
Lo hizo mejor después una publicación que ganó gran prestigio en España, La Codorniz. La cerraron tres veces. La primera, porque publicaron un parte meteorológico : "Reina en toda España un fresco general procedente de Galicia", en alusión a Franco.
La lógica del absurdo
El reconocido humorista comenzó como colaborador en Don Fulgencio, Rico Tipo y Patoruzú, innovando con su lógica del absurdo. El primer dibujo que publicó mostraba a un hombre que le dice a su novia: "Matilde, quiero casarme con vos". "Yo también", responde ella. "Caramba -suelta él-, las cosas comienzan a complicarse." De aquella época inicial es también otro personaje que, muy avergonzado, se dirige a la mujer con la que está casado desde hace 40 años: "Tengo que confesarte algo espantoso: soy negro".
Hoy recuerda que cuando se inició en Don Fulgencio, en 1945, firmaba JCC. Su hermano, Ignacio Carlos, que era pintor, usaba las iniciales ICG, que casi se confundían.
Y señala que mientras alternaba esa labor con su trabajo como empleado público, colaboraba en Cascabel, una revista antiperonista. "Si me descubrían, me echaban. Le pregunté a Faruk. Me miró unos segundos y dijo: Ya tengo el seudónimo. Con la barba te parecés al asesino Landrú . Y quedó para toda la vida." Por el asesinato de 11 mujeres, André Desiré Landrú fue condenado a morir en la guillotina en 1921. "Sin embargo, reapareció conmigo el 19 de enero de 1923. Así que yo, con cabeza y todo, voy para los 81 años", evoca.
En 1957 hizo su debut el semanario Tía Vicenta, que llegó a vender casi medio millón de ejemplares y fue clausurado en 1966 por el presidente de facto Juan Carlos Onganía, porque Landrú insistía en dibujarlo como una morsa (por su poblado bigote).
En 1967 apareció una segunda versión, como Tío Landrú, bastante parecida a la anterior, pero en formato más chico. Estaba prohibido nombrar a Onganía, pero su empecinado director descubrió una forma de hacerlo. Había una inmobiliaria llamada Onganía y Bonifazi. Se ponía "el general Bonifazi", y, por supuesto, todos sabían de quién se trataba.
En las épocas militares hubo censura o autocensura, evoca el dibujante. "Una vez el almirante Emilio Eduardo Massera, cuando integraba la junta militar, nos invitó a un grupo de dibujantes. Nos preguntó si creíamos que había plena libertad de prensa. Le contesté yo: Sí, almirante, hay libertad de prrr... "
Antes de despedirse, se le comenta que es frecuente la opinión de los dibujantes acerca de que Menem, por muchas de sus características, era el presidente ideal para el humor. ¿También lo es Kirchner? La respuesta no se hace esperar:
"No sé si con tantas virtudes, pero, por supuesto, tiene cosas muy explotables. Una es que con un ojo mira a su esposa y con otro a Duhalde. Además, siempre vivió en el Sur y casi se cae en la quebrada de Humahuaca, en un helicóptero que era para siete personas. Claro que no tuvieron en cuenta el peso, que sumado daba como de una docena."