La vuelta al mundo por cincuenta ciudades dibujadas con fibras y lápices de colores
“Mundo Puig”, primer libro del artista y diseñador gráfico Damián Puig, agrupa postales de Venecia, La Paz, Montecarlo, Nueva York y Bali; “Cada ciudad tiene un guiño, un recuerdo, un ícono”, dice el dibujante
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De Viena a Montecarlo, y de Punta del Este a Santiago de Chile, Mundo Puig, el primer libro de artista de Damián Puig (Buenos Aires, 1969), reúne postales de viaje e historias de sus recorridos por ciudades del mundo, dibujadas con lápices de colores, marcadores y biromes sobre papel. Puig comenzó a compartir algunas de las escenas -sexis, divertidas, misteriosas, y con alusiones a imágenes célebres de la historia del arte- en su cuenta de Instagram. El artista es sobrino segundo del escritor Manuel Puig.
“Algunas obras tuvieron como disparador vivencias personales de mis viajes; otras obras son pura fantasía y todas poseen íconos emblemáticos de cada una de las ciudades -dice el artista y diseñador gráfico a LA NACION-. Por ejemplo: edificios, obras de arte, hasta algunos hechos históricos como la caída del Muro de Berlín, la lucha por la restauración de la democracia en Myanmar o el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York”.
Estambul fue la primera ciudad que dibujó, de regreso de un viaje por Turquía. “Fue la que me impulsó a seguir viajando a través de recuerdos y fantasías por las demás ciudades -cuenta el artista-. También Atenas, Madrid, Fuji, Giza. Cada ciudad tiene un guiño, un recuerdo, un ícono”.
En la imagen de Moscú, una pareja de uniformados rusos pasea con un cochecito de bebé; en la de Yanamanashi, una mujer con kimono observa a un hombre que observa el monte Fuji; en la de Río de Janeiro, una escena de carnaval deja espacio para un chico que apunta al lector con un arma, y en la de Venecia, un “sireno” de abdominales marcados sorprende a un gondolero. En la mayoría de los dibujos, como marca corporativa o de moda, título de libros e incluso un tatuaje se repite el apellido “Puig”.
“Damián crea una abundante galería de personajes con un estilo muy propio que, a la vez, pueden recordar a Tamara de Lempicka, la genial pintora del art decó; a Erté, el ilustrador ruso, y hasta a Tom de Finlandia, maestro del homoerotismo -escribe el crítico Julio Sánchez en el epílogo de Mundo Puig-. Las personas que habitan este universo son jóvenes, espléndidas y perfectas como un Ken o una Barbie, o construcciones perfectas de la sociedad de consumo, como si fueran parte de la vidriera perfecta de un shopping de lujo. Sin embargo, algo inefable, siniestro, parece agazaparse”. El erotismo y el humor son otros dos ingredientes del arte de Puig.
Mundo Puig es distribuido por Arta, sello a cargo de la editora Valeria Balut. Autoeditado por el artista, se lo puede encontrar en algunas sucursales de Yenny, Galerna y Cúspide; en tiendas de museos, centros culturales y librerías de autor, y en la página web de Arta. Cuesta, por ahora, $25.000.
En 2023, Arta publicó cuatro libros de artista. “Tres pertenecientes a la colección Portafolio de las artistas María Guerrieri, Paola Vega y Jazmín López -dice Balut-. También publicamos Formas de Incidir de Eva Grinstein que, a través de ocho entrevistas a colectivos de artistas como Cromoactivismo, Thañí y Expediciones a Puerto Piojo, se centra en el ‘hacer del arte comunitario’. Llevo publicados veinticuatro libros de la editorial y otros tantos por fuera, además de distribuir”.
“Mi labor de editora ya recorre varios años y puedo decir que pasé de todo: devaluaciones, pandemias, guerras, inflación, y siempre aparece algo nuevo para dar batalla -dice sobre la crisis del sector editorial-. Los insumos siempre aumentan y es cuesta arriba imprimir. Pero nos pasa a todos los editores y de eso hablamos todo el tiempo. Siempre tratando de conseguir precio de papel de impresión y así todo. Todo es una rueda de hámster”.
Balut cree que tanto la edición como la distribución de libros de arte es importante, “ya que permiten ampliar lectores, expandir fronteras a los artistas y difundir arte argentino”.
“Todo en el libro es una enorme cadena de valor agregado -remarca-. Cuando me invitan a dar charlas sobre la editorial, siempre trato de destacar la importancia de la publicación, dado que estimula un tiempo reflexivo sobre los artistas y sus producciones que las exhibiciones no llegan a cubrir por el frenesí de las agendas culturales. El libro sí lo permite. Además, el libro es un documento en sí mismo. Ya no es posible pensar la escena de arte local sin la producción de libros”.
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