La voz poderosa del sertón
CAMPO GENERAL Y OTROS RELATOS Por João Guimarães Rosa-(Fondo de Cultura Económica)-Trad.: V. Wey y otros-466 páginas-($ 49.50)
El nombre de João Guimarães Rosa (1908-1967), el escritor brasileño al que Juan Rulfo definió como "el más grande prosista del siglo XX en América latina" está casi exclusivamemente asociado a un título, el de su novela más famosa: Gran sertón: veredas . Es un hecho comprensible dadas la magnitud de la obra, su fascinante originalidad y la revolución lingüística que ella generó. Pero por otro lado ha echado una injusta sombra sobre el resto de su producción literaria, a la que -por lo menos, en nuestro idioma- no se le ha prestado siempre la atención que merece. Por eso corresponde celebrar, antes que nada, la aparición de este volumen del Fondo de Cultura Económica que rescata al escritor nacido en Cordisburgo, Minas Gerais, tras una ausencia de casi veinte años y permite conocer algunos trabajos que hasta ahora no habían tenido su traducción al español.
Esa prolongada ausencia bien puede atribuirse a un escollo nada menor: la endiablada tarea que supone interpretar y traducir su lenguaje barroco y su estilo innovador, fundado en la tradición oral del sertão , enriquecido por el empleo y la valorización del vocabulario y la sintaxis regional, la invención de palabras con propósito expresivo y otras características de su escrupulosa labor como apasionado estudioso de las lenguas y de los modos narrativos. Tal barrera ha sido superada en este caso: el acierto y el esfuerzo se deben a Valquiria Wey, la investigadora brasileña que desde México viene desarrollando una infatigable labor de difusión de la cultura de su país. Ella es también la responsable de la selección y del prólogo que aporta algunas claves para comprender y apreciar el proceso por el cual el autor transforma lo regional en universal y la transfiguración mediante la cual convierte su propia experiencia del sertão en una visión subjetiva, en un paisaje, geográfico y humano, no descripto sino recreado a partir de sus propias vivencias y de su intuición poética. (Rosa fue médico rural antes de ingresar en el cuerpo diplomático y a pesar de sus frecuentes viajes nunca se mantuvo alejado por mucho tiempo de su tierra natal.) En este puñado de relatos hay algunos extensos, como el que da título al volumen (una novedad en español), originalmente publicado en Corpo de baile y, tras la división en tres de esa colección, en Manuelzão e Miguelin ; algunos tan insoslayables para cualquier compilador como los admirables "La tercera orilla del río", "La hora y la oportunidad de Augusto Matraga" o "Danlalalan"; algunos brevísimos, apuntes apenas de una situación típica o un personaje rústico en el que Guimarães percibe una aproximación diferente de los temas que siempre han inquietado al hombre.
La selección de relatos abarca distintas épocas. "Mi tío, el jaguareté", que aborda de manera ejemplar la extinción de la cultura indígena y sus trágicas consecuencias, fue publicado dos años después de la muerte del escritor, aunque todo indica que fue escrito antes que Gran sertón: veredas y que bien pudo haber sido un ensayo de la fórmula expresiva de su obra maestra: un narrador que le cuenta su vida a su callado interlocutor. "Campo general" tiene mucho de autobiográfico: es el relato lírico de la infancia de Miguelin, la observación del mundo desde la perspectiva del chico curioso, atento a las cosas y a las personas que pueblan su mundo sertanejo, sus asombros, sus tristezas y sus reflexiones, que culminan con el deslumbramiento al tener, por fin, una imagen nítida del mundo cuando un médico descubre su miopía.
Mucho del carácter del autor, su curiosidad insaciable acerca de las cosas y de los nombres de las cosas, su voluntad de saberlo todo del sertão ya está presente en esa evocación de la infancia y nutre cada página de los restantes escritos. En cuanto a su pasión por las distintas lenguas, baste esta declaración suya, más reveladora de fervor que de jactancia: "Hablo: portugués, alemán, francés, inglés, español, italiano, esperanto, un poco de ruso; leo: sueco, holandés, latín y griego (con el diccionario a mano); entiendo: algunos dialectos alemanes; estudié: la gramática del húngaro, del árabe, del sánscrito, del lituano, del polaco, del tupí, del hebreo, del japonés, del checo... Pero todo mal. Y creo que estudiar el espíritu y el mecanismo de otras lenguas ayuda mucho a una comprensión más profunda del idioma nacional. Principalmente si se estudia por gusto o por distracción..." Ese placer también se hace visible en la fruición con que Guimarães Rosa juega con las palabras. Desde los cuentos de su primer gran éxito, Sagarana (donde figuran "El burrito pardo" y "La hora y la oportunidad de Augusto Matraga"), Guimarães Rosa presenta el paisaje mineiro en toda su agreste belleza, la vida de las fazendas , de los vaqueros, las historias de la gente simple recreadas o imaginadas transponiendo al libro su lenguaje rico y pintoresco, sus sabrosos regionalismos.
La mayoría de estos cuentos, como la gran novela que lo hizo célebre, proponen múltiples niveles de lectura. En sus páginas se entrelazan alusiones literarias, tradiciones, rastros del viejo romancero, de la tradición oral. Son referencias cruzadas, vibraciones sutiles capaces de crear ecos inéditos. La lectura de Guimarães Rosa no se agota en el hilo narrativo: exige atender a su espesor, a la riqueza de sus alusiones, a las sorpresas que trae su vocabulario innovador, a lo que cada línea lleva implícito. Su lectura puede resultar un ejercicio complejo -requiere paciencia y perseverancia-, pero se vuelve apasionante en la medida en que crece el compromiso que el lector vuelca en ella. Los textos de Guimarães Rosa piden una "lectura poética", como propone Valquiria Wey, lo que parece justo, porque no se le exige al poeta la misma "transparencia referencial" que se espera convencionalmente del que narra historias en prosa.
Con su acercamiento a textos del autor que no eran asequibles en español, el volumen ayuda a familiarizarse con sus signos, sus símbolos y sus modos alegóricos, con las resonancias que encuentra, busca o adivina en cada palabra, con las riquezas que él descubre (y depura) del habla regional.
Parece oportuno aplicar a esta magnífica colección la advertencia que formuló Afonso Arinos de Melo Franco a propósito de Gran sertón: veredas en la época de su aparición (1956): "Cuidado con este libro... es como ciertos caserones viejos, ciertas iglesias llenas de sombras. Al entrar, no se ve nada, sólo contornos difusos, movimientos indecisos..., pero en seguida no es la luz nueva que llega: es la visión que se habitúa. Y con ella, la comprensión admirativa..." No debe dejar de mencionarse que la labor de traducción fue compartida por Valquiria Wey con Antelma Cisneros y María A. Salado y que la cuidadísima edición, verdaderamente ejemplar, ha conservado muchas de las viñetas e ilustraciones que acompañaron las publicaciones originales de Primeiras estórias y Sagarana y que pertenecen a Luiz Jardim y Pory, respectivamente.
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