La vida de un escritor
JULIO CORTAZAR. LA BIOGRAFIA Por Mario Goloboff (Seix Barral) - 332 páginas - ($ 20)
LA vida de Julio Cortázar parece acaso uno de sus cuentos más perfectos, según la va exponiendo la pluma informada del ensayista y poeta Mario Goloboff, en una muy completa biografía donde nada se disimula y todo va formando un dibujo revelador.
Cortázar nació en 1914 en Bélgica -donde también nació su hermana- pues el padre, que los abandonó cuando eran muy pequeños, trabajó allí vinculado al Consulado argentino. Años más tarde, de vuelta en el país, el capitán Pereyra Brizuela, hombre de buena posición económica y muy amigo de Julio, se preocupó también por la familia Cortázar. Uno de los hijos menores del capitán se casó con Ofelia, la hermana del escritor, Herminia, la madre del escritor, se desposó con el hijo mayor del capitán Brizuela. No escapa a nadie que esta endogamia debe haber creado vínculos nada sencillos, "babas del diablo" pegadizas y entorpecedoras.
Julio reconoció siempre la influencia de su madre, que hablaba varias lenguas, en su gusto temprano por la lectura. "Yo fui un niño gótico por naturaleza, como todos los niños", decía el escritor. Su universo era el de las lecturas y su afición lo inclinó a seguir el Profesorado Normal en Letras en el Mariano Acosta. Allí hizo varios amigos, entre ellos Francisco Reta, con quien siempre estuvo muy ligado, y se relacionó con profesores como Vicente Fatone y Arturo Marasso, que después acompañaron su crecimiento espiritual.
Este muchacho altísimo, con enormes ojos azules separados entre sí de una manera poco frecuente, y una particular manera de pronunciar la "rr" -notoria aún en Francia-, residió en Banfield y en Villa del Parque. Antes de viajar a París, en 1951, conoció también pequeñas ciudades como Bolívar, Chivilcoy, Mendoza, ciudad esta última en donde fue profesor de todo menos -paradójicamente- de literatura. Llevó una existencia muy sencilla, gracias a pequeños empleos y a los pocos pesos que con su oficio de traductor se procuraba.
Era ordenado, minucioso. No resulta extraño que en París, adonde llegó con una beca del gobierno francés, aprendiera de memoria las docenas de estaciones del métro que después aparecieron en tantos de sus relatos. Pero ya está mordido por un género literario del que será adalid, y que tuvo gran difusión en la Argentina desde 1940, la literatura fantástica.
Aunque Cortázar admiró a Borges, lo fantástico no significaba lo mismo para ambos: en la obra deBorges, la realidad como tal no tiene existencia alguna. Para Cortázar, en cambio, la realidad lo abarca todo, inclusive lo fantástico.Esto va apareciendo en los cuentos de Bestiario (1951), en los de Final del juego (1956), en Todos los fuegos el fuego (1966).
Tal vez sea la posición política de Cortázar su punto más controvertido: abandonó el país ante el avance del peronismo y trató duramente a los "cabecitas negras" en su cuento "Las puertas del cielo" y en su novela Los Premios (1960). Pero posteriormente abrazó la causa de Cuba y de Nicaragua con fervor increíble, sobre todo tratándose de alguien que en un comienzo fue un intelectual puro, celoso de su tranquilidad personal.
Cortázar murió en París en 1984; una lápida diseñada por él mismo identifica el lugar en donde descansa, en el cementerio de Montparnasse, junto a la canadiense Carol Dunlop, su segunda y última esposa.
Un análisis sagaz de Rayuela y de otros libros posteriores permite que esta biografía de Goloboff alcance significación para conocer y, sobre todo, para amar a este inmenso creador. Sorprenden algunas distracciones e inexactitudes, por ejemplo, que Goloboff ubique en París el lugar en el que suicidó Alejandra Pizarnik, cuando eso ocurrió en septiembre de 1972, en Buenos Aires.
El tomo se completa con fotos, notas y apéndices muy útiles.