La verdad de un mito: Sergio Larrain, el pescador de la fotografía latinoamericana
La producción del chileno, ahijado de Cartier-Bresson y René Burrí en la agencia Magnum, se mostrará en el Centro Cultural Borges; la curadora de la muestra y su hijo dan más pistas sobre la leyenda
Se sabe que el mito puede ser una historia imaginaria que altera las verdaderas cualidades de una persona dándole más valor del que en realidad tiene. Cabe preguntarse si Sergio Larrain, fotógrafo chileno que desarrolló una exitosa carrera como fotoperiodista entre 1958 y 1968 en la agencia Magnum de París se escapa de esta definición.
El mito alrededor de su obra y su persona se basa no sólo en el escaso tiempo en el que trabajó en la prensa internacional, apadrinado nada menos que por Henri Cartier-Bresson y René Burrí, sino más que nada en el repentino abandono que hizo de una carrera promisoria para entrar en el mundo de la meditación yoga luego de conocer al gurú boliviano Óscar Ichazo, creador de la famosa Escuela de Arica.
Cuando se exploran los mitos, se puede hallar un núcleo verdadero y al mismo tiempo extraordinario, que es el que da pie a la imaginación de aquellos que lo expanden y, en muchos casos, deforman a conveniencia la leyenda.
La verdad del mito de Sergio Larrain se podrá apreciar a partir de mañana en la sala 21 del Centro Cultural Borges, expresada en más de 160 fotografías que ofrecen un amplio panorama de las distintas etapas de su obra: una serie de once dibujos, facsímiles de sus publicaciones en la prensa, manuscritos y también algunos libros artesanales realizados durante su retiro.
Esta exposición es la misma que se vio en 2013 en el festival de Arles, Francia, en el primer aniversario de su fallecimiento, a los 80 años, en Tulahuén, 400 kilómetros al norte de Santiago de Chile, donde se había retirado cuatro décadas antes.
Durante su etapa en Magnum, a partir de 1959, Larrain recorrió el mundo con encargos de todo tipo. Fotografió a la mafia siciliana, el matrimonio del sha de Irán con Farah Diba, hizo retratos en Francia y en Inglaterra. Publicó sus fotos en París Match, Life y The New York Times. Todo ese material forma parte de la muestra. Pero no son estas imágenes las fundantes del mito. La antigua ciudad de Valparaíso es el lugar donde se van desarrollando las indagaciones visuales de Larrain desde fines de los 50: los niños, los animales, la arquitectura desplazada entre los cerros y el borde del mar, la diversión nocturna de los trabajadores del puerto y los marineros, las prostitutas. Estas fotografías integrarán el libro Valparaíso, publicado a principios de los 90, que se agotó rápidamente y se volvió a publicar este año en una versión corregida por el mismo artista antes de su muerte.
Agnès Sire, directora de la Fundación Henri Cartier-Bresson, ex directora de arte de Magnum, curadora de esta exposición y del legendario primer libro de Larrain, fue la que descubrió en los archivos de la agencia las magnéticas imágenes del chileno. Intrigada por ese artista "olvidado", comenzó a preguntar quién lo había conocido y dónde podría ubicarlo. Así se inició una relación epistolar que duraría más de 30 años, aunque nunca los reuniría personalmente, porque así de fuerte era el aislamiento al que se había entregado Larrain.
Sire comenzó a reconstruir paso a paso su trayectoria fotográfica, con la ayuda de otra leyenda de la agencia, el checo Josef Koudelka, amigo y confidente del chileno, que había conservado una gran cantidad de copias de trabajo de sus años de producción en la agencia, salvadas de la parcial destrucción de su archivo que el artista realizó al apartarse de toda imagen, símbolo de la dependencia del pasado, según sus creencias. "Como el tiempo no existe, vivir en armonía, en el presente, es nuestra meta", escribe en una entrada de su diario.
Esta retrospectiva es, de algún modo, la historia del encuentro entre Sire y Larrain. La curadora luchó contra la voluntad del fotógrafo de destruir su obra. Esta obstinación obedecía a otras razones, además de las filosóficas, que tenían que ver con las frívolas temáticas y los mínimos tiempos de producción en los medios de prensa, más una autocrítica extrema para con sus propias imágenes. Juan José Larrain Huneus, hijo menor del artista, relata que su padre siguió fotografiando en su retiro espiritual. En la exposición pueden verse algunas imágenes tituladas "Satoris", rocas, pequeños objetos de la naturaleza y demás, que pueden interpretarse como haikus visuales.
Su capacidad para acercarse a las personas, descubrir su interior y expresarlo en una imagen tiene, como en toda figura mítica, explicaciones opuestas: para Emmanuelle Hascoet, representante de Magnum y responsable del montaje de la muestra junto a Virginia Fabri del C. C. Borges, Larrain se relacionaba fácilmente con su entorno, mientras que para Juan José, que fue testigo de la forma de fotografiar de su padre, este se comportaba más como un pescador, alguien que quería pasar inadvertido frente a sus sujetos. La espontaneidad era su marca de estilo como autor.
"Magnum era y es una comunidad de autores -aclara Hascoet-, cada uno tiene su propia forma de ver el mundo. Es misión de la agencia reunir diferentes visiones. Esta sigue siendo su filosofía, y Larrain ocupa un lugar especial en esta comunidad, por su breve pero intensa trayectoria, por su amistad con Cartier-Bresson y por haber sido el primer latinoamericano en la cooperativa como miembro pleno".
Larrain nunca abandonó completamente la fotografía. Un detalle más para desmontar el mito: en 1982, a pedido de uno de sus sobrinos, que se empeñaba en pedirle consejos para iniciarse en la fotografía, escribió una breve carta en la que desgrana su contundente ideario acerca de la práctica. Concluía definiendo su desapegada visión de la vida: "Sales a pasear... y nunca fuerces la salida a tomar fotos, porque se pierde la poesía, la vida que ello tiene se enferma. Es como forzar el amor o la amistad, sencillamente no se puede".
Para agendar
Sergio Larrain. Retrospectiva. Desde mañana, en el C. C. Borges, Viamonte y San Martín.
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