“La única marcha nacional” que Vicente López escribió aquel otoño
El fragmento de la biografía que se reproduce a continuación cuenta la trastienda del encargo y la aprobación de los versos patrios que redactó en mayo de 1813, a los 29 años
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Los asambleístas del año 13 comprendieron que los himnos y canciones compuestos e interpretados hasta aquel momento no habían producido el entusiasmo esperado, bien fuera por la poca aceptación de sus versos o por la poca marcialidad de su música. De otra manera no se explica que, a poco de instalada la Asamblea, se encomendase la producción de otra marcha para la patria. (…) Y aconteció que en la sesión del 6 de marzo de 1813 se le encomendó al diputado Vicente López la formación de un himno o marcha patriótica. El poeta López era el miembro de valía de la Asamblea que podía alcanzar aquella responsabilidad cívica: su Triunfo argentino lo había destacado no hacía muchos años como inspirado cultor de la trompa guerrera. Y el canto a Balcarce por el triunfo de Suipacha lo colocaba a la altura de un vate de calidad no desdeñable.
Instalado en la segunda habitación de su casa de la calle Perú, López se entregó a la hermosa tarea de confeccionar la obra patria encomendada por sus pares. Había llegado para él, lo ha dicho [el musicólogo] Carlos Vega, “la coyuntura de la inmortalidad”. Sobre aquella mesita de caoba de abrir y cerrar, adquirida por su familia a los oficiales británicos en 1807, el poeta pedía inspiración a las musas. Corrían los últimos días del mes de abril y aquel sublime encargo tardaba en alcanzar su molde. Una atmósfera pesada “influía notablemente en su sistema nervioso” y “lo traía laxo y abatido desde días atrás, sin luz ni nervio en la mente”. Dejó incluso de frecuentar a sus amigos, a excepción de sus queridísimos Esteban de Luca y de sus condiscípulos del San Carlos, Manuel José García y Juan Ramón Rojas.
En la noche del sábado 8 de mayo, López, que cinco días atrás había cumplido 29 años, se dirigió a la Casa de Comedias para presenciar la tragedia Antonio y Cleopatra, de Ducis, el arreglador de Shakespeare. Lucía un frac de grandes cuellos y solapas, abierto sobre la pechera, y una capa roja.
Todos los pasajes patrióticos del drama eran de oportunidad y se aplaudían aplicados a las cosas y los sucesos –narró su nieto Lucio– Después del segundo acto, López, deshaciéndose de sus amigos, que procuraban retenerlo, salió del teatro con el cerebro ardiente, el corazón palpitante, el pecho henchido de inspiración. Puede decirse que el Himno había nacido desde aquel momento.
Con paso acelerado el poeta marchó a su casa, “porque las estrofas, unas detrás de las otras, se presentaban a sus labios, se amontonaban y desparramaban buscando la hoja de papel en que debían vaciarse”. Eran las diez cuando por fin penetró en la morada paterna. El domingo, López les leyó a los fraternales De Luca, García y Juan José Paso los borradores de su himno –los decasílabos pujantes– “arrancando en ellos las primeras lágrimas de entusiasmo que debía arrancar en rostros argentinos la canción patria”. El poeta había optado por trabajar las octavas italianas, agudas en el cuarto y octavo verso y acentuadas en la tercera, sexta y novena sílabas.
La Asamblea General Constituyente aprobó en su sesión del martes 11 de mayo de 1813 la Marcha patriótica del diputado Vicente López. Esa sesión no ha sido registrada en El Redactor y es de lamentar que la Historia no cuente con el diario de reuniones de aquel congreso. Dice la tradición que fray Cayetano Rodríguez, entusiasmado por el poema de López, hizo pedazos una marcha a él encomendada. “La leyenda de un certamen que probablemente nunca existió”, según Antonio Dellepiane. “El himno del sacerdote, se habrá leído, o no, en tal sesión, pero, eso es secundario”, comenta Luis Cánepa.
Muchos años más tarde, Vicente recordó que su composición, para fortuna personal, vino “a coronar la misión de propaganda que había contraído al partir en el primer Ejército Libertador”.
No se ha conservado el manuscrito original de la Marcha patriótica de López ni el decreto de aprobación de la Asamblea. Sólo ha permanecido la copia fiel sacada por el secretario doctor Bernardo Vélez para ser enviada al gobernador intendente de Buenos Aires. El trascendental documento debe ser transcripto en su totalidad, puesto que los versos que contiene constituyen la inmortalidad de Vicente López y Planes, su ingreso a la proceridad.
Hemos recibido con fecha de ayer la soberana declaración que sigue: “La Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata ha expedido el decreto siguiente: ‘Aprobada por esta Asamblea General la canción que por comisión de este Soberano Cuerpo en 6 de marzo último ha trabajado el diputado López, téngase por la única marcha nacional, debiendo, por lo mismo, ser la que se cante en todos los actos públicos y acompáñese en copia certificada al Supremo Poder Ejecutivo al efecto de lo prevenido en el presente decreto. Lo tendrá así entendido el Supremo Poder Ejecutivo para su debida observancia y cumplimiento. Buenos Aires, 11 de mayo de 1813. Juan Larrea, presidente. Hipólito Vieytes, secretario’”. Dirigimos a V. S. copia de la expresada canción para que transmitida a quienes corresponda en el territorio de su mando, sirva a los fines que dispone la Soberana Asamblea, a inspirar el inestimable carácter nacional y aquel heroísmo y ambición de gloria que ha inmortalizado a los hombres libres. Dios guarde a V. S. muchos años. Buenos Aires, mayo 12 de 1813. Antonio Álvarez Jonte, Nicolás Rodríguez Peña, José Julián Pérez. Juan Manuel de Luca, secretario de Gobierno interino.
Al gobernador intendente de la Provincia.
“Por decreto soberano de once del corriente se ha ordenado que la siguiente canción sea en las Provincias Unidas la única Marcha Patriótica.
1°
Oíd, mortales, el grito Sagrado:
“¡Libertad, Libertad, Libertad” [...]
Música y tertulia
“No existe rastro alguno documental de encargo dado oficialmente a Parera para la composición de la música requerida por la Marcha Patriótica de Vicente López”. Esta afirmación de Antonio Dellepiane, debe llevar el relato a un salón de la hoy calle Florida donde, según la tradición, exquisitas damas y engalanados patriotas escucharon la primera interpretación de las notas de la canción patria.
El viernes 14 de mayo –día en que la Imprenta de Niños Expósitos dio en hoja suelta los primeros ejemplares de la flamante Marcha35 y fue circularizado a las provincias el decreto del 11 mayo– en el célebre salón de la señora Mariquita Sánchez de Thompson, el poeta Esteban de Luca leyó ante los tertulianos el himno de López: “Oíd, mortales, el grito sagrado”. Era la casa en cuestión, según la descripción que hizo Pastor Obligado, una mansión de tres altas ventanas enrejadas. La primera puerta de la derecha introducía al gran salón: muros tapizados de damasco de seda, techo de espejos, una araña de plata y la chimenea francesa. Los muebles eran de brocado amarillo, y sobre las mesitas o consolas de pie de cabra, descansaban altos espejos venecianos de marco plateado.
Aquella noche se encontraban reunidos Manuel José García, Juan Ramón Rojas, el presbítero José Agustín Molina, Vicente López, José Valentín Gómez, entre otros. El marino Martín Thompson, esposo de Mariquita, destacado porteño que ocupaba entonces la capitanía del puerto y era activo miembro de la Sociedad Patriótica, ejecutó en el piano un himno al rey David. El maestro Parera tomó luego asiento y, con “ese mismo aire marcial, preludió los primeros compases de un acompañamiento a los versos que tenía por delante”. La conversación general, la atmósfera entusiasta entre damas y caballeros, militares y sacerdotes, no permitieron reparar en algo que “solo y aislado en un rincón, piano piano, tarareaba don Blas sottovoce”.
Fragmento de Vicente López . Una biografía del autor del Himno Nacional Argentino (Sudamericana)
PARA SABER MÁS
Folklóricas, clásicas, tangueras. Hay por lo menos una decena de reconocidas versiones del “Himno Nacional Argentino” que podrían integrar una play list para las próximas fiestas patrias. A la Banda Militar del Ejército y otras, se suman las interpretaciones que hizo el rock, como la de Charly García o la de Ricardo Mollo con la Orquesta Filarmónica de Mendoza, la de Mercedes Sosa con invitados para su disco Cantora, la de Lito Vitale con Jairo o una a piano y bandoneón que grabó Altertango.
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