La Unesco denuncia que “la situación de muchos artistas pasó de precaria a insostenible” por la pandemia
Un informe del organismo advierte que los ingresos de las industrias culturales y creativas se redujeron entre un 20% y un 40% en 2020; “la inversión pública en cultura lleva 10 años disminuyendo”, alertan
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MADRID.- La cultura casi nunca tiene certezas. Cada estreno sueña con un éxito, pero afronta el riesgo del fracaso. Y los ingresos de los creadores a menudo van y vienen, según las temporadas. De ahí que la pandemia sacudiera con especial dureza a un sector sin apenas pilares sólidos. “La situación de muchos artistas ha pasado de ser precaria a insostenible, poniendo en peligro la diversidad de la creación”, alerta la Unesco, el organismo de las Naciones Unidas especializado en cultura, ciencia y educación, en un informe publicado hoy. El estudio, titulado Re | pensar las políticas para la creatividad, analiza a lo largo de 332 páginas la situación global del sector, con un sinfín de gráficos, reflexiones, ejemplos concretos, alguna buena noticia, pero, también, unas cuantas alarmas rojas.
“En los países de los que se dispone de datos, los ingresos de las industrias culturales y creativas se redujeron entre un 20% y un 40% en 2020, y estos sectores registraron, en general, peores resultados que sus respectivas economías nacionales, por lo que han sufrido más daños que durante cualquier crisis anterior”, afirma la investigación. La traducción más extrema de los datos es el cierre de cines, teatros, salas de conciertos o galerías, que ha afectado a todo el planeta en estos dos años, además de los cientos de espectáculos, filmes, libros, cuadros, videojuegos o cómics que nunca se llegaron a realizar. Pero quien queda en pie lo hace entre dificultades, según la Unesco: “En 2020, los ingresos obtenidos por los creadores disminuyeron en más del 10%”.
La nueva tormenta, además, arrolla a creadores desprotegidos. Especialmente en América Latina: allí, casi dos de cada tres profesionales del sector (un 64%) trabajan por cuenta propia, calcula la investigación. En la UE, el porcentaje de autónomos en las artes baja al 33%, pero aun así dobla la media de este tipo de empleo en la población en general (14%). Los datos españoles, en línea con los europeos, muestran que el 66,8% del empleo cultural es asalariado, frente al 83,9% en el conjunto de la economía, según el Ministerio de Cultura y Deporte. Tanto que el informe aborda un tema tabú para ciertos economistas, pero que otros ven como la única solución: “La crisis ha hecho que se reclame una renta básica universal y un salario mínimo que se aplique a todos los modelos de empleo en los sectores culturales y creativos. En efecto, incluso en los países que cuentan con regímenes de seguridad social que cubren a quienes trabajan por cuenta propia, una proporción considerable de estas personas a menudo no puede acogerse a ellos”.
El propio subtítulo del estudio, Plantear la cultura como un bien público global, apela a reforzar la importancia de las artes para los Estados. He aquí, sin embargo, una paradoja habitual del sector: la cultura siempre recibe palabras doradas, sobre todo por parte de la política, pero el oro real no acaba de llegar. “La inversión pública en cultura lleva 10 años disminuyendo”, denuncia la Unesco, que también lamenta que “las regulaciones insuficientes o inadecuadas y las carencias de competencias en el entorno digital aumentan las desigualdades”.
La Unesco dedica buena parte de sus textos a subrayar la importancia social y económica de la cultura, que considera como un motor potencial para el desarrollo sostenible y un vehículo fundamental para reducir las desigualdades. Sin embargo, a veces el sector reitera y refuerza las brechas que comparte con toda la sociedad. Así, por un lado, en 2019, las exportaciones mundiales de todos los servicios culturales ascendieron a 117.400 millones de dólares, el doble de 2006. Siguen suponiendo menos del 2% del total de los servicios comercializados. Y el 95% de las exportaciones de servicios culturales corre a cargo de los países desarrollados: ya solo EE UU, en concreto, supone el 45%. El texto avisa, eso sí, de que “esta cifra debe considerarse con prudencia, ya que muchos países en desarrollo solo comunican datos limitados (incluido, especialmente, China)”. Y el informe también destaca que, a partir de 2017, “se observa un mayor número de medidas que favorecen los intercambios culturales entre los países en desarrollo”.
Varios asuntos que trata el texto son de sobra conocidos en el sector. Aunque solo la penetración de la Unesco permiten obtener una fotografía global de los problemas que cada país afronta y detecta entre sus fronteras. Con pasos adelante, en el sitio, o incluso atrás. Así, la organización afirma que “los ataques a la libertad de expresión artística siguen aumentando en todo el mundo, y van desde la censura a los asesinatos”. También se cita el informe Rewrite Her Story (Reescribe la historia de ella), que analizó las 56 películas más taquilleras de 20 países en 2019, y detectó que apenas el 27% de los personajes femeninos aparece como líderes frente al 42% de los masculinos. A la vez, “la mayoría de los países de América Latina, así como Australia, Canadá y Finlandia, han puesto en práctica medidas para garantizar una mayor expresión cultural y un mayor acceso a la cultura para sus poblaciones indígenas”.
De América Latina procede otro ejemplo que apunta la Unesco: Retina Latina. Se trata de una “plataforma digital de emisión en continuo gratuita dedicada al cine latinoamericano”, realizada por el Ministerio de Cultura de Colombia, en colaboración con Bolivia, Ecuador, Perú, México y Uruguay. “Se puede acceder al 8% del catálogo desde todo el mundo y ofrece acceso gratuito para el público residente en América Latina y el Caribe”, informa el texto.
La cultura sufre problemas comunes por todo el planeta. Pero también plantea soluciones, como muestra la investigación. En Palestina, por ejemplo, el programa interdisciplinar de residencia Sakiya junta a creadores, académicos y agricultores “para producir y compartir conocimientos sobre las interacciones entre el arte contemporáneo, la ecología y las tradiciones agrarias locales de autosuficiencia”. Y el Teatro Regional de Orán, en Argelia, ha inventado una peculiar forma de acceso: para conseguir una entrada, hay que entregar un libro. Solo en 2017 recogieron 3.000. Hoy, esas obras tienen nuevos lectores: forman la biblioteca de un hospital pediátrico.
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