La terapia visual de Max Cachimba para curarse la tristeza
Humor, delirio, sinsentido y poesía en la exposición del artista en el Parque de España
ROSARIO -. No existe aún la categoría de "muestras de arte de autoayuda", pero cuando ese género improbable se haga realidad, la exposición de Max Cachimba (1969) en las instalaciones del Centro Cultural Parque de España se convertirá en un hito irrefutable. Nadie que esté triste o melancólico debe dejar pasar la oportunidad de visitar la exposición y dejarse afectar por la terapia visual del artista oriundo de Fisherton. Hay tiempo hasta el 30 de este mes. Al cuidado de Rafael Cippolini y con la colaboración de Pablo Silvestri, Breve antología polimorfa posee atributos patafísicos. Delirio, humor, poesía y sinsentido están presentes en las secuencias de imágenes, organizadas como si fueran historietas publicadas en las paredes de la institución.
"Es una deuda que Rosario tenía con Max", dicen los funcionarios de la Secretaría de Cultura y Educación de Rosario y del centro cultural, que trabajaron en conjunto para montar la muestra. Es una retrospectiva que cubre un arco temporal de más treinta años: las obras reunidas van de 1986 a 2017. Desde su inauguración, el 16 de marzo pasado, ya fue visitada por cientos de locales y visitantes. "Vienen muchos jóvenes y chicos", comenta la señorita apostada en la entrada del espacio cultural. No es raro escuchar allí, nítidas entre la música de los videos animados que Cachimba hizo para un canal de televisión de Rosario, risas de los asistentes que siguen con atención los diálogos, las narraciones y las formas insólitas de las historietas y las pinturas.
Autodidacta pero, como indica al pasar, hijo de dos profesores de arte, Cachimba inició su actividad creativa en la adolescencia. A los quince años, cuando era conocido como Juan Pablo González, ganó un premio de la revista Fierro para jóvenes historietistas. Cippolini le atribuye una santísima trinidad del humorismo gráfico local, compuesta por Oski, Landrú y Copi. "Ellos convirtieron el humor en una ciencia", escribe. A esa influencia, el propio Cachimba le añade la de los semblantes de Juan Grela, las maquinaciones de Max Ernst y las fábulas misteriosas de Henri Matisse. En sus textos asoma la sombra disparatada de Edward Lear, creador de limericks. "A penas y pesares,/ vino blanco y calamares", se recomienda en una de las viñetas de Versos selectos, el libro con imágenes y textos publicado por el sello rosarino Iván Rosado.
El carácter polimorfo se vuelve evidente al examinar los destinos de su trabajo: ilustraciones para relatos y poemas de César Aira, Roberta Iannamico, Pablo De Santis y Alejandro Jodorowsky; una versión satírica del Infierno dantesco, tiras cómicas para Perfil, LA NACION y Los Inrockuptibles; minúsculos libros de artista, obras premiadas e incluso bocetos que, confiesa, "costó arrancarle" y que ahora se exhiben en vitrinas.
Cuando advirtió que su trabajo se permeaba de humor, Juan Pablo González tuvo, según cuenta el artista mientras oficia de guía a orillas del Paraná, "el síndrome de los humoristas gráficos". Así fue como decidió rebautizarse. "Max Cachimba" se impuso por el sonido y las evocaciones circenses del nombre. No tan curiosamente, el sonido es una cualidad de la obra de Cachimba. Si bien es cierto que las pinturas y los dibujos son mudos, los instrumentos musicales forman parte del repertorio visual. Un concierto de instrumentos con y sin intérpretes protagoniza varios trabajos. "Larga vida a Max Cachimba", concluye Cippolini en el minicatálogo gratuito. No está solo en su antojo.
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