La tecnología en la Argentina
A lo largo de su historia, el país ha carecido de políticas tecnológicas adecuadas, con excepción de la estrategia de desarrollo nuclear, uno de cuyos principales impulsores fue Jorge Sabato en la década del 60
La tecnología es un problema para la Argentina. Entre las razones de su estatus de país periférico, debe considerarse el fracaso histórico de hacer que el desarrollo tecnológico y la innovación se integren en el crecimiento económico. Muchas fueron las confusiones que durante décadas alimentaron esta deficiencia: pensar que la actividad científica se debía autorregular, que alcanzaba con financiar ciencia básica o que la tecnología era una extensión de la ciencia aplicada. El corolario de este tipo de visiones simplificadas fue la ausencia de políticas tecnológicas adecuadas.
Una excepción a este panorama fue el desarrollo nuclear. No es casualidad que Jorge Sabato, teórico del desarrollo tecnológico en países "subdesarrollados", haya sido el principal estratega del programa nuclear argentino durante los años sesenta. A poco de cumplirse veinticinco años de su muerte, el 16 de noviembre de 1983 -días antes del final de la última dictadura-, la vigencia de sus escritos justifica un repaso de algunas de sus ideas.
Si tuviéramos que dar un lugar a la obra de Jorge Sabato en el escenario intelectual local, podríamos comenzar por agrupar la producción de discurso históricamente significativo sobre ciencia y tecnología en la Argentina en tres grandes líneas de reflexión.
La primera estuvo enmarcada en la filosofía de la ciencia. Si bien esta perspectiva se inició alrededor de la década de 1920 en, por ejemplo, algunos artículos de la Revista de Filosofía que dirigió José Ingenieros, a modo de síntesis podemos decir que los dos representantes más visibles en nuestro país son Mario Bunge y Gregorio Klimovsky. Esta perspectiva se propuso comprender qué es la ciencia desde un enfoque analítico, concibió el conocimiento como producto -experimentos, observaciones, leyes, teorías-, se preocupó por la estructura lógica de las teorías, por problemas de semántica, reflexionó acerca del sentido y legitimidad de los valores epistémicos. La tradición local de filósofos de la ciencia estuvo dominada por lo que podríamos llamar "ideología universalista del conocimiento científico", que no se interesó por cuestiones contextuales ni por las condiciones materiales, políticas o sociales de la práctica científica en nuestro país o en la región, y apenas entrevió la tecnología como problema epistemológico.
La segunda línea de reflexión podríamos caracterizarla como "representación de la ciencia por los científicos", y se vinculó a los escritos de los "próceres" de la ciencia argentina, como el fisiólogo Bernardo Houssay o los físicos Enrique Gaviola y Félix Cernuschi, por mencionar sólo a los más activos. Se trata de científicos en pleno trabajo de institucionalizar y profesionalizar la investigación, de legitimar su actividad frente a la sociedad y al poder político. Folletos, discursos, numerosos artículos dispersos en revistas de circulación restringida componen este corpus, que apuntó a transmitir cuáles eran las reglas de juego de la ciencia según los científicos: por qué la ciencia local debía alcanzar los estándares de producción científica internacionales, por qué el Estado debía financiar la investigación, aunque también fuera importante la "libertad de investigación" (autorregulación de los estándares de integridad, calidad, productividad y pertinencia de los temas). Lo que podríamos llamar "ideología científica autonomista", dominante entre los científicos argentinos, ayuda a explicar tanto el énfasis que se puso en la ciencia básica como la falta de impacto apreciable que la investigación local tuvo sobre el sistema productivo. En este enfoque, salvo excepciones, también estuvo ausente la tecnología como problema relevante.
La tercera línea de reflexión se despliega alrededor del "problema de la ciencia y la tecnología en América latina" o, en términos más generales, "ciencia, tecnología y desarrollo económico". Esta perspectiva partió de cuestionar la debilidad estructural de las actividades de investigación y desarrollo (I+D) de la región, la falta de conexión entre las instituciones públicas dedicadas a I+D y la industria, y buscó la respuesta en la formulación de políticas tecnológicas. Entre los actores centrales de esta perspectiva, junto a Jorge Sabato, están Amílcar Herrera y Oscar Varsavsky. En este caso podría hablarse del protagonismo de una "ideología de la independencia tecnológica".
La producción de este grupo se enmarcó en la problemática más general del desarrollo económico del Tercer Mundo, que se impuso en la posguerra desde organismos internacionales como la Unesco, la Cepal o la OCDE. A fines de los años cincuenta, la consolidación de Estados Unidos como superpotencia dio origen a las "teorías de la modernización", perspectiva que produjo trabajos como el libro The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto (1959), del historiador de la economía estadounidense Walt Rostow. Como desafío a la hegemonía intelectual de esta escuela norteamericana, ante el panorama de desempleo, inflación, devaluación y asimetría en las relaciones de intercambio comercial entre el centro y la periferia, sumado a la evidente ineficacia de las propuestas de la Cepal, surgió en América latina, a fines de los años sesenta, la perspectiva conocida como "teorías de la dependencia", con obras como Dependencia y desarrollo en América Latina (1969), de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto.
...ste es el marco político y cultural amplio en el que podemos enmarcar la producción de Jorge Sabato, que se despliega aproximadamente entre las décadas de 1960 y comienzos de los años ochenta.
Plan para América latina
Sabato fue un actor central en la elaboración de una política exitosa para el área nuclear, centrada en el concepto de "autonomía tecnológica". Es decir, la obra escrita de Sabato no es la de un académico. Por el contrario, va a ser indisociable de su trayectoria profesional, primero como tecnólogo especialista en metalurgia, más tarde como promotor de una estrategia de desarrollo del área nuclear, que ubicó a la Argentina, a comienzos de los años setenta, al frente en América latina y tercero dentro del grupo de países del Tercer Mundo, detrás de China y la India.
Desde fines de 1954, momento en que Sabato ingresa en la CNEA, hasta comienzos de los años ochenta, se puede ver crecer la obra de Sabato en complejidad y originalidad. A fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, sus artículos son descriptivos y se concentran en el crecimiento de la división de metalurgia de CNEA. Un ejemplo es el artículo "Metallurgy at the Argentine Atomic Energy Commission", publicado en julio de 1963 en la revista británica The Metallurgist . Una década más tarde, luego del aprendizaje que significó la compra y construcción de la central nuclear Atucha I a la empresa alemana Siemens, sus escritos se dedican a conceptualizar los procesos de compra de tecnología y las restricciones implícitas en los tratados internacionales vinculados al área nuclear. Las entrevistas en la revista Ciencia Nueva son un ejemplo elocuente. A comienzos de los años setenta, Sabato ya es un pensador original y es considerado un referente regional.
En términos generales, la trayectoria intelectual de Jorge Sabato puede pensarse como el esfuerzo por asimilar la "economía de la innovación" (representada en autores como Christopher Freeman, Nathan Rosenberg o Richard Nelson, entre muchos otros) a las condiciones específicas de los países de la región. Este esfuerzo de teorización consideró el lugar central del Estado en los países periféricos, la necesidad de articular el sistema productivo, la coerción ejercida por los marcos regulatorios internacionales, el papel de las empresas transnacionales en las actividades de I+D. Su visión más integrada, sintética y madura tal vez se encuentre en el libro La producción de tecnología autónoma o transnacional , publicado en México en 1982, en coautoría con Michael Mackenzie, británico que entonces estaba escribiendo su tesis doctoral.
En este libro, Sabato se concentra en aquellos aspectos específicos del subdesarrollo, como las consecuencias de lo que llama "importación ciega" de tecnología, "los esquemas de alienación" propios de estos procesos, o lo que debe hacer un país para tener capacidad tecnológica autónoma. Sabato habla de "paquete tecnológico" como "unidad de análisis para el estudio de la tecnología", concepto "que tiene la suficiente flexibilidad para incorporar todos los inputs que intervienen en el cambio tecnológico", concebido como "paquete de conocimientos organizados de distintas clases (científico, técnico, empírico, etc.) provenientes de diversas fuentes (descubrimientos científicos, otras tecnologías, libros, manuales, patentes, etc.) a través de métodos diferentes (investigación, desarrollo, adaptación, copia, espionaje, expertos, etc.)". Frente a la simplificación que dominaba entonces el imaginario local, que reducía el problema a deficiencias de organización de la comunidad científica, Sabato llamó la atención sobre la complejidad y la diversidad de actores que intervienen en el "drama tecnológico": "políticos, empresarios, obreros, burócratas, científicos, tecnólogos, consumidores, etc.".
Al conceptualizarla como mercancía, Sabato asume que la tecnología es susceptible de concebirse a través de su "valor de uso" y su "valor de cambio". Ahora bien, como "la producción de una mercancía es su objeto principal", el laboratorio industrial de I+D "es esencialmente una fábrica donde se procesan conocimientos para obtener paquetes tecnológicos". Esto permite pensar que el modo de producción dominante en el laboratorio es análogo al de la fábrica, donde existe división del trabajo. En el último capítulo del libro, titulado "La tecnología en los países subdesarrollados", Sabato sintetiza una idea central vinculada a la importación de tecnología:
La tecnología no es neutra: con ella se transmiten los valores y las relaciones de producción imperantes en la sociedad donde se origina. Por lo tanto, su importación sin una previa fijación de criterios -particularmente dentro del actual sistema de propiedad industrial y sin una adecuada legislación sobre inversión extranjera- conduce a una concentración de poder económico y político en los países exportadores y a una alienación social y cultural de los países importadores a través de la "reproducción" de los valores importados.
Como contraparte, Sabato define lo que podría ser "una política de self-reliance ", como aquella que hace posible "que cada país construya una capacidad propia que le permita tener una tecnología más adecuada a sus propios objetivos, más respetuosa de sus propios valores culturales y de sus características ecológicas, más interesada en servir a la satisfacción de las necesidades básicas de su población y más apropiada a su propia constelación de factores y recursos".
Finalmente, como complemento de estas ideas, que se desplegaron en más de 150 artículos, folletos y libros, Sabato también tuvo una participación destacada en la crítica a la dictadura y, en este marco, en la discusión de los vínculos entre ciencia, tecnología y autoritarismo. En 1977 comenzó a denunciar públicamente al régimen militar. Animándose a avanzar por campo minado, Sabato evaluó el legado del último gobierno militar con una inteligencia pragmática. A mediados de 1983, cuando la dictadura se encontraba en retirada, Sabato apoyó implícitamente la gestión de Castro Madero, presidente de la CNEA durante la dictadura, al defender los esfuerzos realizados por esta institución para evitar la fuga de cerebros, "a diferencia de lo ocurrido en otras instituciones, que simplemente prefieren ignorarlo". También reconocía que a lo largo de toda su historia, CNEA "ha realizado toda clase de esfuerzos para minimizar -en su seno- la persecución política e ideológica [?]". Y agregaba:
No pudo escapar, claro está, a su cuota de desaparecidos, científicos competentes y estudiantes aventajados [...] Pero se alega que el número es reducido (?), lo que por supuesto no es más que un consuelo idiota, hipócrita e inhumano, pero consuelo al fin, sobre todo cuando uno mira a su alrededor? Y que explica -aunque por supuesto no justifica- que ello no haya afectado seriamente la realización de planes y programas. Seguramente, por esa retorcida gimnasia de la ética que Solzhenitsyn ha descrito tan magistralmente en
Cualquiera que quiera iniciarse en política para la ciencia y la tecnología en países en desarrollo debe leer a Jorge Sabato. En este sentido, a veinticinco años de su muerte, puede decirse que los escritos de Sabato mantienen la vigencia de un clásico.
© LA NACION
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