La súplica que se repite en la obra de un artista argentino descendiente de ucranianos: “No matarás”
Gran parte del trabajo de Daniel Kuryj se basa en las tragedias del siglo XX en Europa del Este; el contrapunto entre las vivencias de familiares y la historia social define su proyecto estético
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De padres ucranianos, el artista Daniel Kuryj (Buenos Aires, 1968) es el único de los tres hijos nacidos en la Argentina. Sus hermanas nacieron en Odesa a inicios de los años 1960. Gran parte de su trabajo se vincula con la memoria y el registro de la historia familiar y social, hecha de exilios, hambrunas, la ocupación nazi, colectivización forzosa en la Unión Soviética, genocidios y persecuciones. “Mi familia materna permaneció durante la Segunda Guerra Mundial en Ucrania, en la región de Odesa, en la aldea de Krasnaia Polana, y la paterna emigró en 1936 desde Voliñia [Polonia en ese entonces, hoy Ucrania] hacia el Paraguay, y luego la Argentina -cuenta-. En 1956, la familia paterna volvió a Odesa desde Buenos Aires para nuevamente emigrar hacia la Argentina en 1964. Mi padre ya se había casado con Lidochka, y tenían dos hijas”. Desde inicios de febrero hasta hoy, con la invasión rusa en Ucrania en pleno desarrollo, sus contactos con familiares y amigos, curadores y artistas que viven en Járkov, Kiev, Odesa y Krivoi Rog han sido desasosegantes, con el rumor de fondo de los bombardeos durante las llamadas.
En 2021, Kuryj fue convocado a exponer en el Museo Mikhail Marmer de Cultura Judía e Hisotria del Holocausto, situado en Krivoi Rog, con curaduría de Svetlana Piddubna, sobre el Holocausto en Europa del Este y las víctimas del estalinismo. Por la pandemia él no pudo viajar, aunque sí las obras. Aún no conoce el país natal de sus padres.
“Desde 2014, la información proveniente de Ucrania no ha dejado de ser preocupante, comenzando con la anexión de Crimea por parte de Rusia y luego los combates en Donetsk y Lugansk, territorios donde los prorrusos han dejado en los enfrentamientos con el ejército ucraniano tierra arrasada y donde Vladimir Putin, con argumentos insostenibles, ha sostenido una guerra sucia”, dice el artista.
A través de diálogos con su madre, Kuryj elaboró textos e imágenes sobre la vida cotidiana de ella y sus hermanos en Odesa, algunos de los cuales dio a conocer en 2014 en el Banco Nación con el título de “Los juegos de Lidochka” y en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, en 2018, en la muestra La revolución, una cita entre guerras, genocidios y vanguardias. “Me interesa intervenir los espacios públicos donde podemos problematizar estos grandes acontecimientos”, dice a LA NACION. Actualmente, prepara un libro con textos, fotos familiares e imágenes de su obra. “Por suerte mi madre a los 87 años conserva intactos sus recuerdos -dice-. Antes de emigrar a la Argentina, ella hizo una buena selección de fotos”.
“Mis abuelos maternos y mi tía Nadia emigraron desde Ucrania hacia Israel en 1989 -dice Kuryj-. Los cuatro hermanos de mi madre y su hermana emigraron a Estados Unidos hacia finales de los años 90 y otra a Kazajistán en los años 50″. En Ucrania solo quedó una hermana de su madre, que vive en Lubashovka. Lidochka vive en Lanús, a pocas cuadras de la casa y el taller del artista.
“En su mayoría, eran evangélicos pentecostales y fueron perseguidos por los soviéticos por sus creencias religiosas -agrega-. Hoy, la relación de mi madre con Ucrania es a través de su hermana. En la vida cotidiana de Lidochka, Ucrania persiste con sus palabras eslavas y, al ser una persona religiosa, las incontables biblias e himnarios se suceden en sus lecturas y vivencias”. La memoria de la Segunda Guerra Mundial y de la barbarie nazi permanecen intactas, al igual que el terror sembrado por el estalinismo. “La invasión de Rusia a Ucrania le ha causado una terrible preocupación -dice el artista-. Años atrás, cuando un investigador ruso dialogaba con ella, no tuvo dudas en manifestarle que Putin era un nuevo Stalin y que tiene su espíritu”.
Kuryj comenzó a trabajar en textos sobre el Holocausto en la región de Odesa hacia finales de los años 1990, “con una poética sobre las vivencias durante la ocupación germana cuando mi familia auxilió a muchos judíos”, destaca. Luego empleó ese material en su obra artística; además de la guerra, indagó la Revolución rusa, las vanguardias y su sino disruptivo, los cambios tecnológicos, la propaganda soviética y la colectivización forzada. “Todo ese mundo visual siempre lo he caligrafiado con el mismo texto: ‘No matarás’”, sostiene. El mandamiento bíblico aparece cientos de veces en sus tablas, a modo de emblema y de súplica. “La opacidad de una ética se adhiere a mis trabajos de investigación, poemas y microhistorias del pueblo judío, sobre carteles soviéticos propagandísticos que modifican sus contenidos con otras verdades, la colectivización forzosa de Stalin, las hambrunas en Ucrania de los años 1930 y las voces contrarias al poder del Kremlin con Anna Ajmátova, Osip Mandelstam, Joseph Brodsky y tantos otros”, agrega.
En el pandémico 2020, empezó una obra de más de cuatrocientos trabajos donde se repite indefinidamente, con distintas alturas en la caligrafía y pintadas con acrílico y pincel de marta, el mandamiento “No matarás”. La obra tiene más de 150 metros de largo y Kuryj la intercalará con varias frases en distintas tipografías de gran altura que repetirán el lema en ruso, en alemán, en ucraniano y en otros idiomas. “Hoy solo nos toca repetir el viejo mandamiento”, concluye.
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