La sonrisa
Si la infancia no existiera, habría que inventarla. Y no está mal que sea fugaz; solo lo efímero puede ser tan luminoso. Observen si no esta foto. El gesto del niño que sonríe al fotógrafo, pura gracia frente al extraño que lo retrata, puro gusto con el bamboleo al que seguramente está expuesto. Un adulto padecería todo: la escasez de recursos, la sujeción a otra persona, la tierra reseca, el dolor acumulado sobre los cielos, los suelos y el aire de Kabul. Pero para un niño, incluso cuando padece, siempre existe el oxígeno del juego, la dulzura del que se sabe cuidado. Y ahí está Ahmad, a espaldas de su padre, Abdul Qader Ghazizada. Inclinado sobre la ruta, el adulto remueve las piedras que dificultan el tránsito de bicicletas y autos. Acurrucado y blando, el niño ríe, inmune a la violenta maldición que hace demasiado tiempo se abate sobre su tierra.
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