La situación no amilana a los nuevos
La matrícula se incrementa año tras año
Son jóvenes, pero no tanto. Son muchísimos más que hace cinco o diez años. Vienen de hogares de clase media o baja. Escogen la profesión docente por vocación pero, también, porque garantiza un empleo estable. Saben que necesitarán capacitación permanente y no tienen grandes expectativas respecto de su futuro trabajo. Además, cada año compran menos libros, estudian con fotocopias, y piden constancia de alumnos regulares en sus institutos para viajar en ómnibus con el económico "boleto estudiantil".
Estas son algunas de las características de los futuros docentes, que hoy estudian en el Joaquín V. González y en el Mariano Acosta, dos de los institutos de mayor prestigio en la ciudad de Buenos Aires. Según explican sus autoridades, durante los últimos cinco años creció la matrícula un 20%, bajó la condición social de los alumnos, y aumentó la edad de éstos.
"El promedio de edad de los estudiantes es de 18 y 20 años, pero hay un alto porcentaje de jóvenes entre 25 y 30 -señala Liliana Scavone, regente del profesorado del Mariano Acosta, instituto que forma a maestros de primaria-. Muchos de nuestros alumnos son personas desocupadas o tienen trabajos precarios con los cuales no están satisfechos (repartidor en supermercados). Ven la docencia como una vía de ascenso social", agrega Scavone.
También se da el caso de los profesionales (abogados, contadores) desempleados, que se vuelcan a la docencia para mejorar su suerte.
Francisco Velasco, vicerrector del Joaquín V. González, cree que el mayor número de estudiantes (en total 5500 alumnos; la matrícula creció el 40% en la última década) se debe a que conseguir empleo en cualquier profesión se ha vuelto una tarea titánica. "Como todas las disciplinas están complicadas, nuestros alumnos ven la docencia como una profesión estable. Saben que como profesores contarán con un sueldo fijo a fin de mes, mal remunerado, pero seguro, con obra social y aportes jubilatorios", señala.
Pero Velasco no oculta que también la deserción es alta (un 30% abandona al pasar a 2do. año del profesorado). "Piensan que la carrera es más fácil de lo que muestra la realidad", dice.
Algo que no omiten las autoridades del Joaquín V. González es la precaria situación económica de sus alumnos. "Más del 60% de los estudiantes viene de la provincia de Buenos Aires. Como no tienen dinero para viajar todos los días, faltan a clase y por ende se atrasan", explica Daniel Picón, prosecretario del instituto.
Menos estímulos culturales
Esto, según las autoridades, hace que el nivel cultural e intelectual de quienes serán los docentes del futuro se deteriore. Esto coincide con una encuesta nacional que difundió ayer el Ministerio de Educación, que indica que es casi nulo el consumo cultural de los docentes (teatro, museos).
"Tengo una hora y media de viaje de ida y otro tanto de vuelta. Entre el trabajo y el estudio no me queda tiempo para leer y enriquecerme con otras cosas", admite Analía Ortega (de 18 años), que estudia el profesorado de castellano (uno de los más solicitados) en el Joaquín V. González. Ella eligió la carrera "por vocación y porque le garantiza un trabajo seguro".
Beatriz Ferreira (de 26) estudia inglés y está conforme con las perspectivas salariales. "Si juntás varias clases te queda un sueldo razonable", afirma. Ella ya trabaja como docente y se inscribió este año en el instituto porque se lo exigían en las escuelas. Para Ferreira, la docencia consiste hoy menos en transmitir conocimientos y más en enseñar modales, códigos básicos de conducta y respeto. A tono con lo que indica la encuesta nacional, ella nota un debilitamiento de valores como la responsabilidad, el sentido del deber y el respeto por los mayores.