La semilla en la tierra yerma
Las operaciones que realiza un poeta para llegar al poema no se conocen del todo por el poema mismo. Podría haber algo que hubiera llevado al poema pero que estuviera fuera de él, aun cuando le deba su existencia a eso exterior. El propio poeta ignora esas operaciones; las ignora o las olvida, en esa variedad del olvido de una acción que es su resultado, lo hecho. Según algunos, por ejemplo, la alegoría transforma el fenómeno en un concepto y el concepto en una imagen. Será así para el lector, pero no hay pruebas suficientes para asegurar que haya sido ese camino el mismo de la invención. Podría ser al revés: que todo el poema naciera de la imagen, una imagen tal vez verbal, y llegara de allí al fenómeno, como si en lugar de cerrarse en el ovillo lo devanara de su estado más prieto.
Pienso que son muchos esos casos, y uno de ellos es The Waste Land (“La tierra baldía”, o “La tierra yerma”, como prefirió Alberto Girri en su traducción), el poema de T. S. Eliot que cumple cien años. Eliot, en las notas que tuvo que resignarse a añadir, explicó que había que buscar el origen del poema, su plan y su “simbolismo incidental” en el libro From Ritual to Romance de Jessie L. Weston. El mundo del libro de Weston es el del Grial y el de las leyendas artúricas. Al hablar de Sir Gawain, nos cuenta: “De los registros de su éxito parcial deducimos que debería haber preguntado sobre la naturaleza del Grial, y que esta pregunta habría resultado en la restauración de la fecundidad de una tierra yerma (waste land)”.
Muy probablemente, sin embargo, Eliot omitió otra fuente, esa imagen verbal que es ovillo apretado.
No sé si alguien más se dio cuenta de la referencia siguiente. Es seguro que sí, pero como no tengo tiempo ahora de hacer una investigación bibliográfica, me amparo en la irresponsabilidad que habilita la ignorancia y pido al lector que me disculpe le inflija el descubrimiento de lo eventualmente ya descubierto.
La cita en cuestión está en el Canto XIV de la Divina Comedia. Cuenta Virgilio: “In mezzo mar siede un paese guasto”/ diss’elli allora, “che s’appella Creta,/ sotto ‘l cui rege fu già il mondo casto.// Una montagna v’ è che già fu lieta/ d’acqua e di fronde, che si chiamò Ida:/ or è diserta como cose vieta” (Inf. XIV, 94-99)
Ese “paese guasto”, el país baldío, de Dante, es la “waste land” de Eliot (en el fondo de las dos palabras suena el común vastus latino). La distancia entre Creta y el Grial es irrelevante porque se habla en los dos casos de lo mismo: de una Edad de Oro perdida, “il mondo casto” del que habla Dante, que es el mundo feliz y fecundo por su inocencia.
(Incidentalmente, a partir de la alusión dantesca, nos parece mala la traducción al italiano del título del poema de Eliot: más que La terra desolata tendría que ser, justamente, Il paese guasto).
En su ensayo sobre Dante incluido en The Sacred Wood (Methuen, 1920), Eliot parece referirse indirectamente a The Waste Land, que tenía todavía entre manos. Anota que la contemplación de lo horrible es “el aspecto necesario y negativo del impulso hacia la persecución de la belleza”. También así el baldío contiene negativamente la fecundidad.
Las innumerables lecturas que admite el poema de Dante (lecturas que son muchas más que las cuatro interpretaciones de las que habló en el Convivio aunque finamente se reduzcan a ellas) son tantas como los poemas de otros que están como posibilidad en la Comedia. En el mismo ensayo, decía Eliot que la evidencia de la grandeza de la Comedia consiste en que cualquiera de los pasajes de pura “poesía” está incompleto, a menos que comprendamos la totalidad, una totalidad que incluye la filosofía, la teología, y más. Pero la totalidad desborda el poema, abraza la precedencia y la sobrevida. Considerada a la luz del paese guasto, La tierra yerma de Eliot es otra floración de la semilla dantesca.