Avanza la restauración de la sede de la antigua Biblioteca Nacional, que recupera su esplendor con Borges como guía
En los próximos meses, cuando termine la obra, en el edificio de México 564 se inaugurará un espacio dedicado a la figura del gran autor, que dirigió la institución entre 1955 y 1973
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Un recorrido borgeano, con caminos laberínticos y senderos que se bifurcan. Escaleras caracol, andamios, polvo de construcción, cemento fresco. Una sala con objetos originales en proceso de restauración: escritorios, sillas, arañas, tinteros, relojes. La visita por el edificio de la ex Biblioteca Nacional de la calle México al 500, en plena etapa de puesta en valor, parece una historia de ficción: se escucha por ahí a alguien decir que en el antiguo palacete donde se mudó la Biblioteca en 1901, durante la gestión de Paul Groussac, sobrevuela el fantasma de Jorge Luis Borges.
El gran poeta nacional dirigió la institución entre 1955 y 1973. Este año, cinco décadas después, cuando se inaugure el Espacio Borges, los libros que leyó allí y dejó subrayados a modo de “donación” anónima, volverán a su casa original para ser exhibidos al público, que podrá recorrer salas históricas: el despacho de Groussac con el mobiliario de la época que luego usó Borges y las oficinas de las secretarias, donde el autor de Ficciones dictaba sus poemas cuando ya empezaba a perder la vista.
Con una inversión de 352.312.328 pesos, la obra que llevan adelante el Ministerio de Obras Públicas y el de Cultura de la Nación ya avanzó en un 60,48 por ciento desde marzo de 2022. El Ministro Tristán Bauer, que encabezó la visita junto con la Secretaria Nacional de Patrimonio, Valeria González; el director de la BN, Juan Sasturain; Guillermo David, director de Cultura de la BN; y Germán Alvarez, investigador del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges (que funciona en México 564) anunció ayer durante la recorrida con la prensa que los trabajos de infraestructura terminarán en marzo próximo. El Espacio Borges, en tanto, se inaugurará “próximamente”, como dijo el Ministro de Cultura sin dar precisiones y con un guiño al cine. En ese edificio de estilo Beaux-Arts, obra del arquitecto italiano Carlos Morra, Bauer filmó el documental Los libros y la noche.
La diosa de la fortuna
Antes de llegar a las salas del primer piso, donde están las oficinas de la dirección, la subdirección y las de las secretarias de los directores, la comitiva de funcionarios, restauradores y periodistas subió a la terraza. Allí explicaron que fue necesario realizar trabajos en el revestimiento, cañerías, zinguería, vidrios y pisos para terminar con la humedad y las filtraciones. Se recuperaron los cielorrasos originales, las arcadas, los dorados de las puertas y ventanas.
“Este edificio fue pensado como sede de la Lotería Nacional”, contó Sasturain mientras señalaba un “detalle” en la baranda de la escalera central: bolilleros dorados que se repiten hasta el primer piso. “Por ahí está también la diosa de la fortuna”, agregó el director de la BN. Fue Groussac quien convenció al por entonces presidente Julio Argentino Roca que dedicara ese palacio a la biblioteca en lugar de ubicar allí la sede de la lotería. Antes de instalar los miles de libros, fue necesario hacer algunas reformas en el moderno edificio, que tenía un ascensor Otis y línea de teléfono.
Una costumbre que Borges no respetó fue mudarse a la vivienda que la biblioteca asignaba a los directores: durante su gestión, Groussac vivió en el segundo piso. Medio en broma, medio en serio, Bauer y Sasturain aseguraron que fue la madre de Georgie la responsable de la decisión del poeta, que le dedicó dos de los cuentos de El libro de arena a su vida como lector y bibliotecario en ese espacio histórico.
El escritorio semicircular
En lo que fue el despacho de Groussac y de Borges, se restauró la boiserie, los pisos de roble y pinotea y el empapelado original, que suele verse en fotografías de la época. “En esa sala Borges daba entrevistas y dictaba sus conferencias y cursos de literatura anglosajona a los que asistía María Kodama”, contó Bauer, en su rol de guía. La historia asegura que allí se conocieron Jorge Luis y la joven María.
Una pieza célebre, que inmortalizó en sus retratos Sara Facio, es el escritorio semicircular de madera de Groussac que heredó el escritor argentino. Otra es el reloj de pie que el intelectual francés trajo de Francia y que funcionaba como patrón de todos los relojes de la biblioteca. Lo restaura, con suma paciencia, un experto en relojería que explicó que se pondrá pronto en funcionamiento. “Con ese reloj, Borges medía el tiempo”, arriesgó el ministro.
El equipo de trabajo está formado por más de treinta especialistas en restauración, ebanistería, metales, textiles, pintura, luthería, tapicería, que hicieron investigaciones y, también, algunos descubrimientos. En el proceso de puesta en valor de la fachada apareció un revestimiento de granito gris que está en vía de recuperación, al igual que los faroles originales. La placa histórica, que dice Biblioteca Nacional, se conservará como un tesoro y en su lugar irá una réplica para evitar robos.
En la sala de restauración de objetos hay también una chimenea con varias piezas y un faldón con el monograma de la BN, que fue el primer logo de la institución impulsado por Groussac. Las arañas de los despachos esperan el toque final de los especialistas al igual que una silla que quedó en la sede de México cuando la Biblioteca se mudó al edificio de la calle Agüero diseñado por Clorindo Testa, en 1992. En los tinteros de vidrio y madera los restauradores dejaron las manchas originales como registro “de la pátina del tiempo”.
Uno de los tesoros que legó Borges a la Biblioteca fueron los cientos de títulos que dejó “olvidados” en el edificio de México 564. Laura Rosato y Germán Álvarez encontraron unos 50 y, a partir de ese hallazgo, rastrearon otros: más de 800 libros con anotaciones, subrayados y marcas realizadas, en la mayoría de los casos, por Borges y por su madre, Leonor Acevedo. Sin identificar, fueron a parar al edificio de Agüero. Rosato y Álvarez los catalogaron. Ahora esperan con ansiedad poder exhibirlos en el nuevo espacio Borges.
Como en un círculo perfecto, la visita a la vieja biblioteca termina con la lectura de un fragmento de “Poema de los dones”, donde Borges incluye la frase “los libros y la noche”.
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