La revelación de la imagen
CINE. ARTE DEL PRESENTE Por Serge Daney-(Santiago Arcos Editor)-Trad.: E. Bernini, D. Choi y F. L. Valle.-302 páginas-($ 40)
"La cinefilia no es tanto una relación particular con el cine como una relación con el mundo a través del cine". Serge Daney lo comprendió desde temprano y lo sintetizó en esa frase que tan bien define el espíritu de Cahiers du Cinéma, la legendaria revista en la que ingresó como redactor cuando sólo tenía 20 años y de la que fue editor entre 1974 y 1981. Desde el principio, la cinefilia fue para él más que una pasión: un verdadero arte de vivir y de pensar el mundo. Cuando en 1992 murió de sida, ya era el más influyente y reconocido de los críticos en un país cuya tradición en ese terreno tiene pocos equivalentes, pero también se lo valoraba -en palabras de Régis Debray- como un "gran pensador de nuestro tiempo que hace posible comprender las mudanzas de la civilización".
La biografía de este ciné-fils (como le gustaba identificarse) parece determinada por las películas: nació en 1944, el año de Roma, ciudad abierta, y garabateó sus primeros escritos sobre cine (en un fanzine llamado Visages du Cinéma) en 1959, en plena irrupción de la nouvelle vague. En Cahiers... su escritura fue evidenciando tanto su evolución personal como los sucesivos cambios experimentados por la revista: de la fascinación por el cine norteamericano, la inclinación hacia los estudios teóricos y la intención de encuadrar la crítica de cine en el contexto cultural ("la salvaje aplicación de Althusser, Foucault y Lacan", como él mismo la llamaba) a la etapa marcada después de mayo del 68 por el compromiso militante y el regreso a la cinefilia a fines de los setenta. Durante esa época y en el resto de su carrera, una de sus ideas clave fue la de la ética de la imagen, cuyo punto de partida podría hallarse en su famosa reflexión sobre el travelling descripto por Jacques Rivette en la crítica de Kapó, que se convirtió en precepto moral para muchos cineastas. (En la escena en que el personaje de Emmanuelle Riva se arrojaba sobre el alambre de púa electrificado -conviene recordar-, el director de Kapó, Gillo Pontecorvo, avanzaba con su cámara en una tentativa de convertir algo tan irrepresentable como la muerte en un campo de concentración en un espectáculo bello, decisión que Rivette juzgaba despreciable.)
Daney fue también uno de los primeros críticos de prestigio que puso en revisión su propia noción de cinefilia y de cultura cinematográfica para prestar atención a los nuevos espacios audiovisuales que se abrían con el crecimiento de la televisión, la publicidad, los clips y otros medios. Tales temas asoman una y otra vez en sus escritos, apunten éstos directamente a la cuestión ("Como todas las viejas parejas, el cine y la televisión han terminado por parecerse") o desemboquen en ella como consecuencia del análisis de un film o de un autor (Golpe al corazón).
La fama de Daney, ya convertido en figura emblemática de Cahiers..., se extendió aún más durante el largo período (1981-1991) en que se desempeñó como responsable de la página de cine y medios audiovisuales de Libération (donde también escribió sobre tenis). Más de sesenta de esos textos admirables ocupan gran parte de este volumen al que no parece exagerado calificar de indispensable para estudiosos y aficionados que conciben el cine como algo más que mero entretenimiento.
Lo que Daney decía era complejo, provocador, arriesgado, intrigante, pero su escritura era clara, precisa, accesible. Nada lo ilustra mejor que algunas de las líneas que pueden leerse en esta compilación que abarca trabajos pertenecientes a sus dos primeros libros -La rampa, textos publicados en Cahiers du Cinéma entre 1970 y 1981, y los volúmenes de Cine journal, recopilación de sus notas en Libération-, a los que se han agregado "Antes y después de la imagen", que publicó la Revue d´Etudes Palestiniennes, acerca de sus crónicas sobre la Guerra del Golfo, y el texto de presentación del segundo número de su revista Trafic -"Trafic en el Jeu de Paume"-, que coincidió con su última aparición pública en mayo de 1992.
De Visconti escribe, por ejemplo, que "no es el inventor de su mundo, es más bien su propietario. No expresa ese mundo (sería de un mal gusto absolutamente pequeño burgués) sino que nos lleva a visitarlo". "Si el cine fuera un reino, Godard sería su loco, su bufón, aquel de quien se espera que dé pruebas de maestría diciendo que el rey está desnudo, diciendo la verdad", anota sobre el cineasta al que define como su compañero perfecto. En su comentario sobre La mujer de la próxima puerta, confirma que hay dos Truffaut, un Jekyll y un Hyde que hacen como si se ignoraran: "Uno respetable, el otro turbio; uno comedido, el otro perturbador. Tarde o temprano tenían que encontrarse, compartir un film como se comparte un territorio". Y a propósito de Círculo de engaños, que juzga una respuesta europea a Apocalypse now, escribe: "Schloendorff comprende todo, pero demasiado tarde. Se quiere hacer pasar por un monstruo de cinismo en el momento en que cualquier ex progre tercermundista ya ha comprendido, en el umbral de los ochenta, que las guerras justas en los países pobres son en primer lugar el pobre decorado de su psicoanálisis personal, su diván salvaje".
De estos ejemplos hay de sobra en las trescientas páginas del libro que prologa David Oubiña con mirada penetrante y sólido conocimiento de la obra de Daney. Hay que decir además que esta antología en español al cuidado de Emilio Bernini y Domin Choi resulta particularmente ejemplar por la escrupulosidad con que se ha elaborado la traducción (a cargo de los dos nombrados y de Fernando La Valle) y por las notas al pie de página que esclarecen referencias o revelan juegos de palabras contenidos en el original.
La antología propone una lectura posible de Daney en la medida en que ilustra las tres estaciones significativas de su trayectoria intelectual: la de su vínculo con Cahiers..., y dentro de ella su evolución de crítico a editor-orientador; la de su ejercicio periodístico en Libération (marcada por las demandas de la cotidianeidad); y su último proyecto personal, ya desencantado de los medios masivos, en Trafic (el nombre no es casual: véanse sus dos espléndidas páginas sobre Tati), la revista que tendría su colaboración en un período relativamente breve antes de su muerte.
Daney tendió un puente entre el lenguaje académico y el periodístico; si a veces parece que cuesta seguirlo no es porque su exposición se torne enredada sino porque su inteligencia va demasiado rápido; conviene leerlo sin prisa para no desaprovechar la sutileza de su pensamiento ni la elegancia de su estilo. Y para comprender que sus textos nos embarcan en una aventura intelectual tan apasionante como alentadora porque lo que buscan no es pronunciar la última palabra sino descubrir y proponer la primera.
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