La punta del Obelisco ahora queda en el Malba
La intervención y el site specific de Erlich sorprenden hasta a los taxistas
Los taxistas fueron los primeros en advertirlo a la población: desde ayer, el Obelisco perdió su punta, y se lo contaron a cada pasajero. La cabeza del monumento más emblemático de la ciudad está en la explanada del Malba, y se puede entrar y mirar por las ventanas como si estuviera de verdad a 70 metros de altura, en el cruce de las avenidas 9 de Julio y Corrientes, con un tránsito liviano en un día de sol.
"Hoy un taxista me explicó que lo están reparando", cuenta divertido Agustín Pérez Rubio, director artístico del museo. Él sabe que no es eso, sino la intervención del artista de proyección internacional Leandro Erlich, que estaban tramando desde hacía seis meses y que ayer se concretó con el auspicio de Fate y la coordinación de al menos tres secretarías del gobierno porteño (Cultura, Espacio Público y Transporte), además de la Policía Metropolitana, ingenieros, técnicos y un seguro que homologó las condiciones de seguridad. El Obelisco no fue construido para ser visitado, pero ahora sí: con la instalación en dos actos llamada La democracia del símbolo, de alguna manera es posible imaginar una excursión hacia arriba, sin necesidad de subir por su escalera de bombero.
No es Photoshop ni son los espejos que Erlich suele usar en sus obras. Con los 100 metros de brazo de una grúa y los cálculos ingenieriles de la constructora Roman, en realidad, se le colocó un capuchón de dos toneladas al Obelisco para que pareciera cercenado. Se trata de una estructura de hierro con revestimiento muy similar al hormigón original, que lo deja de su misma altura. "Quedará así una o dos semanas, porque queremos fomentar el arte en el espacio público, para que se convierta en un lugar donde la gente se quiera quedar", dice Patricio Di Stefano, subsecretario de Espacio Público.
La réplica de su ápice a escala real estará hasta marzo en Figueroa Alcorta 3415, con acceso gratuito, para experimentar por primera vez desde su construcción, en 1936, qué se ve desde sus ventanas, a través de filmaciones que Erlich registró en altísima calidad, que duran 20 minutos y se repiten en loop. Tan realistas, que una paloma se posa en una y otra ventana, y continúa su vuelo.
El interior es copia fiel. "Es mi obra más ambiciosa, porque implica salir del museo y generar algo en el orden urbano, y por la complejidad técnica de la instalación. Me gusta trabajar en la perfección para contar una historia y generar una sorpresa. Más allá de la ilusión, me gusta sacudir lo cotidiano. Me interesa que el público se involucre, participe y mire las cosas desde otro lugar", dice Erlich. "Se trata de democratizar los espacios y hacer que la historia sea revisitada por todos", entiende Pérez Rubio.
"Nunca había podido subir", dijo una de las primeras visitantes, Mónica Prebisch, hija del arquitecto responsable de construir el monumento, Alberto Prebisch, que inspiró a artistas como Marta Minujín y Leandro Katz, y que inmortalizaron fotógrafos como Horacio Coppola y Grete Stern.
"Me avisó el taxista que me trajo", contó Luis Felipe Noé, que al igual que Julio Le Parc y Liliana Porter estaba ahí para ver el site specific. Erlich se rindió a la evidencia: "Alguien me preguntó cuando hacía las filmaciones si íbamos a hacer al Obelisco más alto. Cuando hacés una obra proponés algo para ser interpretado. La obra se completa con el espectador y me dan mucha satisfacción las reacciones tan diversas. Voy a tomarme varios taxis para que me expliquen la obra".
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