En su casa repleta de obras que le regalaron sus colegas, Pedro Roth conserva un registro fotográfico de la escena del arte argentino, desde los años 60; con ayuda de Fundación Proa y de sus hijos, está digitalizando esas imágenes para destinarlas al Archivo General de la Nación
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“Dios es rarísimo” y “Qué lindo es mirar TV”, dicen dos obras de Federico Manuel Peralta Ramos. “3 rechazados contentos 3″, se lee en el afiche de una muestra suya en la Galería H, que anuncia un “cocktail” inaugural con mate cocido y tortas con grasa para el 9 de diciembre de 1975. Justo al lado hay una escultura de Marta Minujín, con el rostro fragmentado del David de Miguel Ángel. En el resto del living, colgadas del piso al techo, decenas obras de Guillermo Kuitca, Gyula Kosice, Enio Iommi y Luis Felipe Noé, entre muchos otros. Apenas un ejemplo del tesoro que conserva Pedro Roth en su casa de Palermo, un verdadero museo conformado por regalos de sus colegas, colgados hasta en el baño.
“Acá conviven todos, no les cobraba a los que no tenían plata. Ni yo sé qué hay”, dice a LA NACION el artista de 86 años, nacido en Budapest, que registró gran parte de la escena del arte argentino desde los años 60. En su archivo fotográfico con miles de negativos, que está digitalizando con ayuda de Fundación Proa para ponerlo a disposición del público, pueden encontrarse las obras monumentales de Minujín y Luis F. Benedit; las acciones de vanguardia impulsadas por el Centro de Arte y Comunicación (CAyC), retratos de muchos de los principales artistas del último medio siglo o las obras que se exhibieron en Ruth Benzacar, galería fundada hace casi seis décadas.
Tan único es ese acervo que recibió una oferta de Getty para comprarlo, hace poco más de una década. “Pero yo no quiero vender. Quiero que la historia del arte sea accesible para todos”, explica este inmigrante llegado a la Argentina hace siete décadas, que decidió recurrir al apoyo de Adriana Rosenberg para conservarlo en el país. Sus hijos, Damián y Matías, están al frente de las gestiones que tienen como objetivo final su preservación en el Archivo General de la Nación.
“Solo del CAyC, hay 8000 negativos digitalizados. Es la punta de un gran iceberg”, dice a LA NACION Ana Clara Giannini, coordinadora del proyecto, presentado en la última edición de arteba. Dos meses después, Roth fue homenajeado en Pinta BAphoto. Y el año próximo, el Fondo Nacional de las Artes (FNA) le dedicará una retrospectiva en la Casa Victoria Ocampo. “Uno de los objetivos de organizar el archivo es que aparezcan los créditos de Pedro en las publicaciones, como corresponde –explica Giannini-. Es muy importante rescatar este valioso material, en un momento en que los archivos cobran una importancia vital para la memoria cultural en todo el mundo”.
Merecidos reconocimientos que se suman a muchos otros, entre los cuales se cuentan el Premio Nacional a la Trayectoria Artística del Salón Nacional de Artes Visuales (2023) y el Premio a la trayectoria del FNA (2020). Nada de eso, sin embargo, alteró su rutina. En su cama tiene los marcadores y los papeles que usa para crear por la madrugada, con el noticiero de fondo a todo volumen.
Sobre la cabecera cuelga un retrato suyo realizado por Benedit, que además hizo la reforma de esta casa donde vive desde los años ‘80. A su alrededor, más pinturas de artistas como Noé, Martha Peluffo y Rómulo Macciò, junto con las credenciales de las muestras que visitó. Al pie de la cama, bien envuelta, conserva una pieza de Carmelo Arden Quin. Enrollados arriba del placard, enrollados, siete dibujos de Pablo Suárez de siete metros por dos. Y en un rincón, casi olvidada, la cámara de placas que usaba para fotografiar las obras. Los libros donde se publicaron esas fotos están en un cuarto contiguo, igual de abarrotado.
Además de todo tipo de objetos, sobran los recuerdos. “Yo no era el fotógrafo del Di Tella, pero trabajé para muchos de los que exponían ahí –explica-. Y también en el CAyC, desde su fundación. El problema fue que Jorge [Glusberg] nunca me aceptó como artista, quería que siguiera siendo nada más que fotógrafo. Entonces tuve que renunciar. Con Marta [Minujín] nos conocimos por Federico [Peralta Ramos]. Era como un hermano. Me llamaba por teléfono, a las siete de la mañana, y decía: ‘Vení a buscarme, que voy a ir a trabajar con vos’. Todos vivíamos juntos, éramos como una banda”.
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