La premio Nobel Svetlana Alexiévich elogió a Greta Thunberg: "Necesitamos más gente como ella"
MADRID.– "Es curioso. Chernobyl fue vista por más personas que Juego de tronos", comparó esta tarde la Premio Nobel de Literatura, Svetlana Alexiévich. La autora bielorrusa reflexionó sobre el éxito de esta producción de HBO que cosechó hasta ahora 650 millones de espectadores. Con su tono sereno habló sobre los desastres naturales que asechan a la humanidad. "Necesitaremos diez Chernobyl más para que el hombre cambie su modo de pensar. La cultura no puede convencer, solo el miedo. El hombre no puede ganarle la guerra a la naturaleza", agregó la escritora, que prepara dos nuevos libros, aún sin fecha de publicación. El primero de ellos tendrá como hilo conductor al amor; el segundo, a la vejez, dado que el concepto ha cambiado en las últimas décadas ya que la vida humana se ha prolongado gracias a los avances científicos. Quizá, admitió, luego de ellos publique los diarios de su escritura, un exquisito arte que cincela con empatía y al que compara con la labor que Auguste Rodin realizaba sobre el mármol.
Alexiévich confesó que le gustó leer que el guionista de Chernobyl había acudido a sus libros sobre este desastre nuclear. "Dijo que buscaba la belleza y la tristeza en mis páginas y eso es exactamente lo que quise transmitir. Sin embargo hay que decir que esta visión hollywoodense no es completa", admitió la autora de Voces de Chernobyl, célebre por haber obtenido el máximo galardón de las Letras y por haber retratado y advertido sobre los estragos que estos hechos pueden ocasionar a la humanidad, muchos de ellos, aún visibles.
"Somos testigos del nacimiento de una nueva conciencia ecológica. A los jóvenes les dejamos un mundo en mal estado. Tendrán que enfrentarse a una larga lista de problemas, donde ni Trump ni Putin estarán presentes. Ellos son personajes del pasado", dijo la autora en una entrevista pública en Fundación Telefónica de Madrid. Alexiévich elogió a la joven líder Greta Thunberg cuyas palabras reverberaron la semana pasada en todo el planeta: "Esta niña sueca logró levantar a toda la juventud. En esta época necesitamos más gente como ella. Las ideas ya están en el aire. Lamentablemente no se formulan tan rápido como es necesario".
Las voces y la mirada, no solo de los jóvenes, sino de las mujeres resultan cruciales para cambiar el mundo, sostiene la autora La guerra no tiene rostro de mujer. "En mi familia todos se reían de mí cuando les decía que quería ser escritora", expresó no solo en alusión al contexto del férreo comunismo de su juventud, sino al hecho de ser mujer. "Tengo una visión muy positiva del feminismo. Soy feminista. No estamos hablando de extremismo. La mujer debe ser más activa en el proceso histórico. Ella es capaz de cambiar el mundo. Los hombres no fueron capaces de resolver los problemas. Si un hombre fuera capaz de gestar a un niño, a lo mejor no mataría tan fácilmente. He estado en la guerra y he visto cuán felices estaban ellos matando".
Pocos días antes de que se entregue el Premio Nobel de Literatura, una edición que tendrá dos ganadores dado que el año pasado el galardón, envuelto en un escándalo, no se entregó, Alexiévich se refirió a esta distinción. "No escribí mis libros para ganar el Nobel de Literatura. Escribí para entender ciertas cosas". Así como todos los autores rusos o que vivieron bajo la esfera soviética y obtuvieron esta distinción, ella tuvo una relación conflictiva con el poder. "A mí me llamaban… ¿cómo era? Sí, «cordero con piel de lobo». Es una tradición de nuestra cultura: no reconocemos a los nuestros que son bien considerados por los demás. No diría que esto me afecta o me hiera, pero cuando leía estos insultos, me preguntaba: ¿Por qué Rusia no puede integrarse al mundo? ¿Por qué vivimos en un mundo tan cerrado, en estado permanente de semiguerra? Además, una cosa es tener un conflicto con el poder de Putin, sin embargo, cuando ves que es tu pueblo el que vota a Putin, la situación se convierte en una tragedia". El desastre, para Alexiévich, no es solo ecológico, es, en muchos casos un error en la fe que algunos ciudadanos depositan en sus líderes.