La poesía como ensayo
MENOS QUE UNO Por Joseph Brodsky-(Siruela)-Trad.: CarlosManzano-440 páginas-($ 130)
El poeta Joseph Brodsky, Premio Nobel de Literatura en 1987, nació en San Petersburgo en 1940 y murió en Nueva York en 1996. Se había exiliado de la Unión Soviética en 1972. Menos que uno reúne 18 ensayos que datan de las décadas del 70 y del 80 y tuvieron su origen en distintas circunstancias. Poseen, sin embargo, una coherencia y solidez que permiten y acaso obliguen a leerlos como unidad. La colección de este gran poeta se inicia y se cierra con dos textos biográficos, "Menos que uno" y "Una habitación y media". Ambos, junto con "Guía para una ciudad rebautizada", ensayo en apariencia histórico dedicado a San Petersburgo, son testimonios severos aunque conmovedores de su vida. Es curioso porque el autor tendía a restar importancia a la biografía y a la existencia del autor y pensaba que la vida no puede concebirse de un modo lineal y progresivo en el cual es posible definir una serie de transiciones o hitos, sino más bien como "una bola de nieve que cuanto más avanza más se parece un lugar (o una época) a otro". Asimismo, tendía a desconfiar de la capacidad (y utilidad) de la memoria para recuperar y seguir esas digresiones de la existencia. Sin embargo, el escueto ejercicio de rememorar la vida de sus padres es una de las cimas del género en el siglo XX.
También en los impresionantes análisis de la poesía de otros escritores (sobre todo de Anna Ajmátova, Osip Mandelstam, Nadezhda Mandelstam, Marina Tsvietáieva y W. H. Auden), a contrapelo del propio Brodsky, "la primera persona del singular asoma su fea cabeza con frecuencia alarmante", y, para bien del lector en este caso, se cumple la ley de que a menudo los poemas y textos in memoriam o "en homenaje de" proporcionan tanta información sobre el autor como sobre el artista tratado. En éstos aparecen no sólo piezas faltantes de su vida, sino además, una completa exposición de su arte poética.
Los textos de Brodsky están jalonados de tesis agudas (no sólo sobre temas literarios) que ponen al lector inmediatamente en discusión con él. Una de sus ideas centrales es que los grandes escritores, en particular los poetas, están en relación íntima con la lengua y a ella se deben con rigor y sacrificio. Y cada lengua tiene sus potencialidades, su propia virtud. "La mayor grandeza de Rusia es su lengua y la mayor grandeza de ésta es su poesía". El idioma ruso, que Brodsky caracteriza con amorosa lucidez, es anterior a la vida y circunstancias históricas y políticas del escritor y los sobrevive a ambos. La prosodia, el arte de la recta pronunciación y acentuación, "es un depósito del tiempo en el lenguaje". Ahí, en su dominio y diálogo con la lengua a través de técnicas y mecanismos de alusión, referencias, paralelismos lingüísticos y figurativos, más que en el tratamiento o desarrollo de temas o ideas, es donde el escritor juega su calidad y la posibilidad de acrecer la civilización. Desde esta privilegiada comprensión del idioma y la escritura, Brodsky sitúa en la cima de la literatura rusa a Dostoievski, Mandelstam, Ajmátova y Tsvietáieva. La lectura que lleva a cabo de estos escritores es insuperable.
También hay análisis originales sobre historia y moral, y acerca de autores no rusos que, en perfecta consistencia con su visión de la literatura y la poesía, Brodsky admira de modo extraordinario: Eugenio Montale, Constantino Kavafis, Derek Walcott y Auden. Los dos dedicados al autor de La mano del teñidor ("1° de septiembre de 1939" y "Para agradar a una sombra") confirman la regla de que sólo un gran poeta puede echar luz de un modo a la vez tan necesario e interior sobre la obra de otro gran poeta.
El Mercurio /GDA