La peste: segunda ola de una inesperada tendencia
La tendencia editorial menos pensada no surgió de deliberaciones en los departamentos de marketing editorial ni de rondas de agentes literarios en ferias internacionales del libro sino que fue impuesta por la fuerza de los hechos. Desde que se desencadenó la pandemia de covid-19, los lectores salieron a la búsqueda de textos históricos que hubieran abordado en clave literaria pestes y epidemias del pasado. A la vez, entre editores se activó el radar de novedades escritas al amparo forzoso del confinamiento por autores contemporáneos de distintos países, como Fang Fang en China o Paolo Giordano en Italia. Hoy parece que las novedades de ficción, feminismo y política que se lanzaron en los meses previos a la emergencia sanitaria hubieran sido previstas para otro mundo.
El primero de esos rescates fue un clásico de Albert Camus, La peste (1947), que pasó a ser leído en forma simultánea como un relato de anticipación, una novela realista, un tratado moral y una distopía. "Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas", se lee en esta novela ambientada en la ciudad argelina de Orán en los años 1940 y que está inspirada en la epidemia de cólera que padeció esa ciudad en 1849.
En Italia, La peste pasó del puesto 73º del ranking al tercero en pocas semanas y en España, donde también fue publicada por Penguin Random House en formato ebook, revivió gracias a la pandemia. Aunque para muchos (entre ellos Mario Vargas Llosa) no es la mejor obra del Premio Nobel de Literatura 1957, en especial por su carácter alegórico de las atrocidades del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, la reedición en tiempos de coronavirus dio nueva vida a la novela. Las ventas del ebook de La peste en la Argentina también estuvieron muy por encima del promedio de otros libros clásicos. Además de la novela camusiana, títulos como 1984 y Rebelión en la granja, de George Orwell, y Un mundo feliz, de Aldous Huxley, donde se lanzan advertencias novelescas sobre los peligros del autoritarismo en momentos de excepción, son solicitados por los lectores argentinos.
Al siglo XVII de la mano de Daniel Defoe
Mansalva trabaja en la edición de otro clásico, esta vez firmado por el londinense Daniel Defoe, el conocido autor de Robinson Crusoe. "La idea de publicar Diario del año de la peste, de Defoe, surgió desde una percepción personal que tuve mientras lo releía los primeros días del aislamiento -dice el editor Nicolás Moguilevsky-. A medida que avanzaba en la lectura, aumentaba la fascinación que me producía sentir, en el relato, el eterno retorno de todas las cuestiones humanas, esa extrañeza que se produce en nuestros sentimientos cuando las cosas son iguales una y otra vez. Fosas comunes, confinamientos, escasez de alimentos, encierros obligados, escapes de los ricos a zonas de descanso fuera de la ciudad y tantas otras semejanzas". Defoe, que publicó esa novela en 1722, narra en clave documental la peste bubónica que asoló Londres en 1665-66. "Es, sin duda, un documento de apabullante actualidad, que funciona como una máquina del tiempo para leer el presente y el futuro desde la experiencia del pasado".
El libro fue traducido décadas atrás por Edmundo Blasco para la editorial Brújula. "Aun siendo excelente, esa edición omitía importantes extensiones del texto original, por lo que recurrimos a la versión completa original para hacer de esta nueva edición una completamente fiel a la publicada por Defoe", dice Moguilevsky, para quien el Diario no necesita presentación alguna. "A diferencia de algunas ediciones españolas que contextualizan la vida de Defoe y su época, y ante la tentación de usar el espacio de una introducción para trazar un paralelismo específico entre la peste bubónica de 1665 y el Covid-19, con todas las semejanzas que presentan, preferimos que los lectores saquen sus propias conclusiones". La edición de Mansalva llegará a las librerías una vez que el Gobierno nacional permita que las imprentas vuelvan a prestar servicios a las editoriales.
Otros títulos literarios que describen los efectos de plagas en diferentes contextos podrían ser considerados por los lectores curiosos. Uno memorable es la novela de Alessandro Manzoni, Los novios (1827), donde el autor retoma la peste de 1630 en Milán, que actúa como un obstáculo del amor entre Lucía y Renzo, protagonistas de esta historia escrita en la lengua de Dante. En Peste & Cólera (Anagrama), el francés Patrick Deville narra la travesía del médico y científico Alexandre Yersin, que descubrió junto con el médico y bacteriólogo japonés Kitasato Shibasaburo los bacilos que causaban la peste bubónica. La novela de Deville, entretenida, erudita y protagonizada por un héroe científico, obtuvo en Francia el premio Femina y el Prix des Prix, en 2012.
En tiempo real, el portugués Gonçalo M. Tavares publica en el periódico Expresso de Lisboa y en la página web de Interzona entradas de su diario de la peste. "Un actor español dice que recibió la mejor de las noticias cuando lo dieron de alta después de estar internado en un hospital con coronavirus. Aristóteles decía que el mayor placer que puede alcanzar un ser humano se produce al momento del alivio después de un gran dolor. Todos los demás, placeres promedio", se lee en uno de los textos recientes de su diario en vivo, que se publicará en forma de libro, con traducción de Paula Abramo, cuando la plaga haya sido vencida.
Fragmento del Diario del año de la peste
El aspecto de las cosas estaba muy trastornado; la pena y la tristeza se instalaron en cada semblante, y aunque algunos barrios todavía no habían sido muy agobiados, todos se veían gravemente afectados; cada habitante cuidaba de sí y de su familia como en situación de extremo peligro, que claramente se veía venir. Si fuera posible representar con exactitud aquellos tiempos para quienes no los vieron, y dar a los lectores una idea verdadera de horror que en todo se manifestaba, se dejaría profundos huellas en sus espíritus y se los llenaría de sorpresa. Bien puede decirse que Londres entero lloraba. Es cierto que no había enlutados en las calles, porque nadie se vestía de negro ni guardaba duelo formal ni siquiera por los amigos más íntimos; pero sin duda se oía en las calles la voz de los dolientes. Los gritos de mujeres y niños en las ventanas o puertas de las casas donde sus parientes más queridos estaban agonizando o ya muertos se escuchaban con tanta frecuencia que bastaban para traspasar el corazón más firme del mundo. Las lágrimas y los lamentos se oían casi en cada casa, en especial durante los primeros tiempos de la epidemia, porque durante los últimos tiempos los corazones estaban endurecidos y la muerte se había convertido en una visión tan habitual, que a nadie le importaba demasiado la pérdida de un amigo, ante la expectativa de correr idéntica suerte en cualquier momento.
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