La peligrosa trampa de creer que todo es cultura
A raíz de la entrega de una distinción cultural a Marcelo Tinelli se suscitaron enfervorizados comentarios a favor y en contra. Mucho más que la condecoración en sí misma, me interesó el pobrísimo debate posterior de un tema como el futuro de la cultura y la dicotomía entre cultura popular y de elite sobre la cual se ha teorizado mucho en el mundo. Salvo un par de honrosas excepciones, los temas colaterales que aparecían en la discusión daban un poco de vergüenza ajena. Recordé inmediatamente el fantástico ensayo que, sobre el tema, escribió Mario Vargas Llosa: La civilización del espectáculo. Cuando lo leí, hace un par de años, me había resultado de una lucidez abrumadora y con una mirada casi apocalíptica sobre la cultura. Leído ahora, marca la pauta de lo que es un intelectual modélico: describe con precisión quirúrgica lo que está pasando en el mundo.
¿Qué quiere decir "civilización del espectáculo"? se pregunta el premio Nobel de Literatura. "Un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. [...] Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias inesperadas: la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad..." El autor se lo adjudica al bienestar producido en el mundo después de las privaciones de la Guerra Mundial; también se explica por un equívoco: el discurso antropológico marca que la cultura son todas las manifestaciones de vida en comunidad. Las repercusiones desafortunadas que tuvo el premio al animador abonaban la confusión. "Tinelli es un referente de la televisión y la televisión es cultura", dijo un conductor y empresario radial. Más allá de la falta de precisión que contienen los comentarios genéricos (¿el motochorro con Ivo Cutzarida, 6-7-8, las vedettes en los programas de la tarde son cultura?), se plantea un tema que Vargas Llosa responde: si todo es cultura, la cultura es nada. En tren de anticipación se cita el ensayo de 1948 de T.S. Eliot Notes Towards the Definition of Culture: "No veo razón por la cual la decadencia de la cultura no pueda continuar y no podamos anticipar un tiempo, de alguna duración, del que se pueda decir que carece de cultura". Para Vargas Llosa, éste es ese tiempo.
Particularmente duro es con el mercado de las artes visuales para explicar la decadencia. Pero si es un problema mundial, en la Argentina se agrava. A la generalización exagerada del término "artista" en el mundo, en la Argentina hay que sumarle toda la farándula que se autodenomina de ese modo. El patetismo es la regla. Nadie quiere ser parte del mundo del espectáculo: todos son artistas. El populismo es la peor trampa. El discurso de que la tele y Fútbol para todos cumplen la función de igualar a los que menos tienen encierra en realidad a ese sector de la población sólo en esos consumos. Si te dan eso, y sólo eso, te está quitando todo lo demás. Ésa es la trampa. Vargas Llosa se adelantó a pensarlo y aquí lo quisieron prohibir en la Feria del Libro. Este tipo de actitudes explican a las claras parte de los problemas.
El autor es gestor cultural
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