La pasión de Hemingway: cuatro esposas, varias amantes y un sinnúmero de mujeres de ficción
Más allá de su vida privada, por las mujeres en su obra el Premio Nobel de Literatura 1954 fue evaluado críticamente y luego reivindicado; hoy se cumplen seis décadas desde su muerte
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A sesenta años de la muerte -el suicidio- de uno de los doce Premio Nobel de Literatura estadounidenses, el novelista y cuentista Ernest Hemingway (1899-1961), su obra ocupa un lugar de privilegio en el canon occidental. Novelas como Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas y Tener y no tener (la favorita de Jorge Luis Borges, que nació el mismo año, 1899), y de los volúmenes de relatos de Nick Adams, álter ego del escritor, se han convertido en clásicos. En la Argentina, el crítico y narrador Ricardo Piglia ponderaba al Hemingway cuentista. “La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta -escribió Piglia en Formas breves-. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión”. Por su estilo arrollador, el crítico estadounidense Harold Bloom lo llamó “un apasionado alumno de Tolstoi”.
No obstante, por su visión “machocéntrica” de las relaciones amorosas y la composición de los personajes femeninos -a los que dividía entre “oscuros” y “claros” y a los que negaba (para usar una palabra en boga) “empatía” con la naturaleza- Hemingway fue objeto de crítica, reivindicación y de nuevo crítica. Sus vínculos personales tampoco quedaron a salvo de la mirada pública. Si bien él se desempeñó como corresponsal extranjero durante la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, canteras de materiales para sus relatos y novelas, no toleró que su tercera mujer, la escritora y periodista Martha Gellhorn, hiciera lo mismo, aunque tuviera un talento similar al suyo. En 2012, Philip Kaufman estrenó el film Hemingway & Gellhron, con Clive Owen y Nicole Kidman en los papeles protagónicos.
“Los hombres norteamericanos son los únicos con quienes una se puede casar en todo el mundo”, le hace decir a una dama en “Un canario como regalo”, relato incluido en Hombres sin mujeres. El escritor se casó cuatro veces y tuvo varias amantes. “Vivir junto a Hemingway fue en cierto modo una aventura, en muchos casos un padecimiento y en la mayoría un fracaso -dice a LA NACION el escritor José María Gatti, especialista en la obra del autor-. Hadley Richardson convivió con Ernest desde setiembre de 1912 hasta marzo de 1927. Su segunda esposa, Pauline Pfeiffer empezó su vínculo en mayo de 1927 y lo terminó en mayo de 1940. Martha Gelhorm se unió a Hemingway en noviembre de 1940 y, cinco años después, la relación finalizó en escándalo. Mary Welsh formó pareja con el escritor en marzo de 1946 y permaneció a su lado hasta su muerte en 1961. En medio de estos vínculos formales, aparece su primer gran amor, Agnes Hannah von Kurosvky, las divas fatales: Ava Gardner y Marlene Dietrich. Su ‘amiga íntima’, Fernanda Pivano. La heroína pelirroja Jane Mason, la prostituta cubana Leopoldina Rodríguez y sus ‘lolitas’ Adriana Ivancich y Valerie Daby-Smith”. Para el autor de Hola, Hemingway. Una mirada centenaria, las mujeres veían en el escritor al amante completo. “Pero sus aventuras siempre duraban poco”, concluye.
Para el escritor y editor Hernán Vera Álvarez, durante el siglo pasado Estados Unidos tuvo a dos grandes autores populares. Uno fue Truman Capote y el otro, Hemingway. “Además de los estilos literarios, estas celebridades no podrían ser más distintas -dice a este diario el autor de La librería del mal salvaje-. Mientras Capote se mostraba abiertamente gay en un país intolerante a las diferencias y seducía a los intelectuales de Nueva York, Hemingway era un escritor inyectado de testosterona que representaba al hombre blanco de la multitud. Sin embargo, los dos llegaron al gran público a través de los medios de comunicación: entrevistas por televisión y diarios, pero sobre todo, revistas como Time y Life, que eran consumidas por las familias norteamericanas”. No se puede negar la fotogenia de “Le Grande Capitan”, uno de los tantos apodos que recibió el autor de El viejo y el mar.
Capote creó a personajes femeninos memorables, como Holly Golightly en Desayuno en Tiffany’s. “En la obra de Hemingway, en cambio, las mujeres son un artefacto narrativo para mover la historia hacia adelante, como sucede con María en Por quién doblan las campanas -señala Vera Álvarez-. En otras novelas apenas son groseras marcas morales: Brett Ashley, de Fiesta, es una expatriada en París separada que tiene muchos amantes. Su tendencia a confeccionar personajes femeninos borrosos tal vez quede saldada con ‘Colinas como elefantes blancos’, uno de sus mejores cuentos. La protagonista, Jog, trata de no ser manipulada por su pareja, que quiere que aborte. Esta palabra, cumpliendo la norma de la teoría del iceberg acuñada por el narrador norteamericano, nunca se nombra. En la historia la joven se muestra con entereza, con el deseo de dar a luz a su hijo”. Algunos críticos destacaron que, en sus ficciones, Hemingway testimonió el proceso emancipatorio de las mujeres.
Fuera de la literatura, además de las parejas y amantes de “Papa” (otro apodo célebre del escritor), hubo dos mujeres importantes en su vida. “Una es Grace Hall, su madre -dice Vera Álvarez-. Criada en un hogar de la clase alta, Ernest siempre se llevó mal con su madre, ya que era una persona de carácter dominante. La relación llegó a ser pésima con el suicidio de Clarence Hemingway, su padre. Ernest siempre creyó que fue ella la culpable del suicidio de su padre. La otra, la escritora y coleccionista de arte estadounidense Gertrude Stein, fue su protectora en París durante esos años en que el joven Hemingway era muy pobre y muy ambicioso con su gloria literaria, y le presentó a artistas como Pablo Picasso y Joan Miró”. El escritor se distanció de Stein por décadas, y recién se reconciliaron en 1944, luego de la liberación de París (en la que él participó) durante un agasajo organizado por su compatriota Sylvia Beach.
¿Por qué Hemingway fue tildado de misógino en varias ocasiones? “Mucha de esa fama se relaciona con el retrato de macho americano que se encargó de publicitar a lo largo de su carrera -responde Vera Álvarez-. En el crepúsculo de su vida esa imagen lo torturó: proyectaba a un hombre cansado, frágil, que incluso dudaba de su capacidad creativa. Algunos artistas suelen trabajar una imagen para el público. El problema es cuando el artista compra lo que vende. Es el caso de Hemingway”. A la hora de la muerte, el escritor decidió seguir el ejemplo de su padre y no el de su longeva progenitora, y el domingo 2 de julio de 1961, en Idaho, se quitó la vida con una de las armas que coleccionaba. Tenía 61 años.
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