La palabra como casa y familia
A propósito de su último libro, Mate cocido, Diana Bellessi, una de las poetas más importantes de la Argentina, habla en esta entrevista de su niñez de campesina, de sus viajes y de su vocación de "oyente". Además, se publican dos de sus poemas inéditos
Cuando Diana Bellessi abrió la puerta, vi una rápida claridad verde en el fondo de su casa. Estábamos en la ciudad de Buenos Aires, en Palermo. Al dejar atrás la calle ruidosa, al atravesar el largo corredor que lleva hasta el último departamento, nada hacía sospechar ese lugar: un patio amplio y sereno y luminoso rodeado de plantas y flores, de sombras entrelazadas, de pétalos nítidos, una espesura de hojas que desviaban el ojo hacia un secreto de plenitud. "Ese es mi jardín", me dijo Diana Bellessi. No puedo evitarlo: ese jardín fue de inmediato para mí el jardín de sus libros.
Mitos personales
Diana Bellessi (1946) proviene de una familia que se instaló en Zavalla, provincia de Santa Fe. Sus padres vivieron primero en una casa familiar con todos sus parientes campesinos, luego en un ranchito alquilado en el linde del pueblo. Allí, cuando tenía siete años, su madre llamó su atención al encender por primera vez la luz eléctrica como un acto cargado de magia y extrañeza para esa niña que sólo conocía la luz de los faroles. Desde entonces, la luz amarillenta encendida en los ranchitos resumió para ella una especie de felicidad. Finalmente, vivió en una de esas casas que los planes de vivienda del peronismo facilitaron a las clases populares. Sus padres nunca descuidaron la educación de sus hijas y Diana, que reverencia su origen, estudió Filosofía en la UNL. "Ellos quisieron ponerme al alcance el vasto mundo -declaró alguna vez-, no para perderme, sino para volver a casa." Ese es su primer mito personal, cuyos comienzos reaparecen en su último libro, Mate cocido . Su gran viaje latinoamericano es el segundo, y se recupera en su segundo libro publicado: Crucero ecuatorial , de 1980, escrito en una semana, durante la dictadura, como en un rapto del recuerdo.
Entonces no fue el acotado jardín, sino el vasto territorio americano de selvas y de torrentes, de ciudades coloniales y de pueblitos terrosos, el primer escenario de sus poemas. Nacieron de una experiencia única. Entre 1969 y 1975 Diana Bellessi recorrió toda América latina por sus propios medios. Fue una verdadera iniciación. Estuvo en Estados Unidos, conoció París, pero su viaje latinoamericano la marcó para siempre. En su poesía regresó de muchos modos a ese rasgo nómade, vinculado a cierto animismo del paisaje que sólo se da mediante el ejercicio de las sensaciones: tocar, ver, gustar. Y además mediante la restauración poética del hecho vivido. Los poemas de Bellessi siempre recuperan una circunstancia, por ínfima que fuese.
Otro de los acontecimientos decisivos de su vida fue encontrarse con los textos de Alejandra Pizarnik. Un día tocó el timbre de su casa. "Con el gesto omnipotente de aquellos días, la obligué a conocerme", escribió en su ensayo "Un recuerdo suntuoso". Y además: "Me había encontrado con ella en estado de inocencia, y todo pasó por el cuerpo del texto. Me enseñó como nadie hasta entonces, sin instaurarse en maestra, juegos de verano que se muestran las niñas entre sí". En el año 1972, antes de llegar a Puerto Angel, Oaxaca, durante su gran viaje, Diana pernoctó tres días en una cabaña de la sierra para tomar hongos santos. Vio a Alejandra cruzar una hondonada vestida de celeste. Al día siguiente alguien le preguntó por ella en la ciudad: "¿Sufría mucho, no?". "Pregúnteselo a ella", respondió la escritora, a lo cual el otro replicó: "No puedo. Está muerta".
La mudez del horror
Diana regresó a la Argentina en 1975. Vivió en hoteles pobres y luego en el actual Fuerte Apache. Luego del golpe que impuso la dictadura militar de 1976 varios allegados a la poeta fueron desaparecidos. Se refugió en una casita del Delta y al comienzo su poesía enmudeció en medio del horror. Luego tuvo una forma de respuesta: comenzó a escribir lentamente, durante cinco años, su libro Tributo del mudo , publicado en 1982. Allí comenzó verdaderamente uno de los rasgos más eficaces de su poesía: hallar en el poema las formas de la belleza y de la gracia del mundo natural. Era su modo de salvar el lenguaje para una sociedad ganada por el discurso oficial del exterminio, donde la palabra estaba despojada de su valor.
En la década del ochenta, ya comenzada la democracia, publicó dos nuevos libros de poesía: Danzante de doble máscara (1985), donde se recrean mitos latinoamericanos, el mundo de la conquista y, por primera vez, el mundo de los antepasados inmigrantes. Y otro que sería fundamental para las nuevas generaciones de poetas argentinas: Eroica (1988). Ese libro no sólo fue una celebración del amor lésbico y la confirmación poética de una militancia cultural feminista que Bellessi llevó con gran inteligencia y tenacidad. Fue también un gesto de rescate político y humanista de lo subalterno en cuanto se halla fuera de la ley -de la ley del padre, de la ley dominante, de la ley consuetudinaria-, un rescate de la mujer, del outsider , del oprimido. No es casual que durante dos años la poeta coordinara talleres literarios en las cárceles argentinas. Reunió los textos de esa tarea en la antología Paloma de contrabando (1988).
Diana Bellesi obtuvo un reconocimiento internacional en la década del noventa, que fue de un enorme crecimiento en su producción cultural y en la que publicó dos libros de poesía fundamentales, El jardín (1992) y Sur (1998); otro que había escrito hacía muchos años, Buena ventura, buena travesía pequeña Uli (1991); un libro de ensayos, Lo propio y lo ajeno (1996); una antología de su obra poética, titulada Colibrí, °lanza relámpagos! (1996); la traducción de poemas de la gran escritora de ciencia ficción Ursula K. Le Guin, Días de seda (1991) y un libro escrito entre ambas, en el cual se traducen mutuamente, The Twins, the Dream (1996, conocido en español como Gemelas del sueño ). Bellessi retoma asiduamente su afición por traducir poesía. Publicó, por ejemplo, una valiosa antología de poetas norteamericanas contemporáneas, Contéstame, baila mi danza (1984) y recientemente tradujo a la poeta portuguesa Sophia de Mello Breyner Andresen: Desnuda y aguda dulzura de la vida (2002). Hasta la publicación de su último libro, Mate cocido , que es el motivo de esta entrevista.
El poeta como oidor
La utopía literaria de Diana Bellessi reside en que las cosas y las mujeres y los hombres literalmente hablen a través del poema, aun cuando el yo lírico esté borrado o ausente. El poeta es el que se esfuerza en escuchar la pequeña voz del mundo y las múltiples voces de la calle y las voces que todavía le hablan en la memoria individual. El poeta es un privilegiado oidor aun cuando sea, fatalmente, duro de oído.
"No hubiera pasado el año que pasó ni aquellos días de diciembre de 2001 si una multitud de gestos y de voces no hubiesen estado hablando allí desde hacía mucho tiempo -dice Diana-. Resonaba fuerte, aunque los artistas seamos medio sordos. Porque se tarda en escuchar a los otros, se tarda en escucharse a uno mismo, en escuchar nuestro pasado y a la gente que nos hizo. Lo poco que hacemos ocurre en ese proceso de ser duros de oído. Y lo somos porque nuestra sensibilidad está formada y atrapada al mismo tiempo por la cultura letrada, de la cual nos apropiamos, pero pertenece al poder que oprime: es una paradoja escandalosa y terrible vivida por el artista. Porque es un privilegiado respecto del verdadero desamparado social: no podríamos escribir pensando en cómo darle de comer mañana a nuestra familia cuando no hay nada para comer.
Por ello Mate cocido es a la vez un testimonio, una celebración y un balbuceo de lo que comenzó a ocurrir en la calle de estos años desolados de la Argentina y que aparece en el habla del prójimo. Y a la vez es el redescubrimiento y la añoranza de las voces de los ancestros, aquellos inmigrantes que se afincaron en Santa Fe y retornan en la dicción abierta de la poesía más autobiográfica de Bellessi. Todo aquello cifrado en ese emblema: el mate cocido.
"Así está hecha mi gente / son de acero y son de ley", reza el epígrafe tomado del tema "Mate cocido", de la Mona Jiménez, que abre el libro. Lo que Bellessi llama "mi gente" o los "nuestros", conforma un vasto circuito familiar, que va de aquellos que la rodeaban en la infancia a los otros que se unen en la manifestación pública, los excluidos que luchan en las ciudades y los humillados que resistieron en la pampa gringa: un espacio comunional de la cultura popular argentina en sus voces e historias.
"Escuchar la canción de la Mona Jiménez me evocó de inmediato el mate cocido de mi infancia y una escena particular", cuenta Bellessi. "Mis abuelos, que eran campesinos, contadini sin tierra que llegaron de Le Marche, arrendaron un campito en Santa Fe para trabajarlo y allí vivieron, en una de esas típicas casas chorizo, con sus hermanos, sus hijos, sus nueras, sus sobrinos, sus nietos y aquella población golondrina que llegaba para levantar la cosecha. Siguieron siendo contadini toda su vida. La gente que trabajaba en el campo, a media mañana y a media tarde, recibía de las mujeres y los niños, en un alto de su tarea, el mate cocido. Yo, la gringuita, iba con las mujeres cuando se lo llevaban a los hombres en unos tarritos de aluminio, con pan, queso y mortadela, eso mismo que los muchachos beben y comen en la canción de la Mona Jiménez. Me crié en medio de esa gente, escuchando el italiano, el español del litoral, el quechua, el guaraní. Todo el mundo venía a tomar el mate cocido, era el momento del descanso, de la conversación, del aprendizaje y yo escuchaba, escuchaba... Y entre las historias maravillosas que se contaban, se incluían algunas de aquel otro Mate Cosido, con "s", el bandolero rural que había atravesado esa zona del Chaco y de Santa Fe. Por eso también incluí en el comienzo del libro el epígrafe de Gieco y Chumbita: "Segundo David Peralta, alias Mate Cosido/ resistió fuera de ley, resistió fuera de ley". Era alguien del cual se hablaba con mucho cariño entre la paisanada y se lo veía como un vengador. Mate Cosido fue mi Robin Hood infantil.
La inquietud del presente
Antes de Mate cocido Diana Bellessi escribió otro libro de poemas, que pronto será publicado por Adriana Hidalgo editora: La edad dorada . Un libro complejo y armoniosamente rítmico, donde reaparece la gracia de las formas del mundo en un contexto de pura religiosidad popular cristiana, no institucional, propia de comunidades rurales. Como afirma la poeta, "se inicia con la fe de la gringuita pobre que, después de muchos circuitos, se reencuentra con la magia del pesebre primero, y con la Pasión después". Pero en varios poemas de La edad dorada , como la serie "Piqueteros", ya se anunciaba el tono de Mate cocido . En este libro hay cuatro espacios temáticos: el de la epifanía de las formas naturales; el de los poemas familiares; el del espacio de la interioridad cotidiana; el del conflicto social en el contexto histórico de los finales del menemismo y la aguda crisis que desemboca en diciembre de 2001".
"En los poemas donde aparece la naturaleza y la intimidad de la vida cotidiana rasgados por la memoria, bailo mi baile de nutrias nupciales: todo llega muy dulcemente", dice Bellessi. "Pero reclamada por la presencia del otro, por la vida en el presente de la historia que vivimos, se originan poemas atravesados por campos de fuerza mucho más conflictivos, donde un jadeo rítmico azota el discurso y lo convierte en algo inquietante. Corresponden a esa turbulencia del presente y me hallo en un sitio más incómodo, que me perturba y me emociona en su inestabilidad. Esos poemas le deben mucho a mis lecturas de los poetas jóvenes argentinos que comenzaron a publicar en la segunda mitad de los años noventa. La furia de esos poetas, junto con todo lo que ocurría en el país, produjeron una suerte de abdicación de las delicias del oficio que tiende a controlarse con el tiempo, un malestar conmigo misma que me hizo sentir la alegría de no tener tregua, no tener descanso ni nada aprendido para siempre en la vida del poeta. Pero a la vez se unió, en mi escritura, a cierta blandura de la voz propia que trajeron los años, la voz que se suaviza, es hablada por el otro, por la gente, y resigna toda pretendida sabiduría.
Casitas iluminadas
En ningún otro libro de Diana Bellessi hay, como en Mate cocido , un sentido de la morada, del espacio propio que a la vez se extiende al espacio público como un lugar de pertenencia. "Salvo que ese yo de los poemas, pasados los años, ya es en sí misma una casa", agrega la escritora. Sus moradas suelen escribirse en diminutivos, donde se hacen más entrañables: son siempre "casitas" o "ranchitos". Ella misma conserva su casita en el Tigre, en uno de los lodosos ríos interiores del Delta, al que llaman Arroyo Seco, donde se refugia a menudo a escribir y donde al caer la tarde sale a caminar lentamente por los alrededores, atisbando la vida familiar de los vecinos. Su poesía nace de experiencias como ésa.
"Ellos, los míos, que me lanzaron a esta aventura, y esta otra gente que me los vuelve a traer y son los míos también, son los nuestros", concluye Bellessi. "Yo quisiera escribir allí: un libro donde los nuestros estuvieran en cada gesto, en cada cosa. Y ojalá pudiese un día cantarlo, con la voz blandita como si una misma no hablara casi, y fuera sólo una de las muchas voces del coro."
La voz de lo amado
La noche se aposenta ligera
y lenta también, no sólo la luz
declina hacia su sombra, suena
cada instante diferente, trino
en despedida, solistas dramáticos,
ladridos de perros opacándose,
un croar, un latido de luciérnagas
y la luna en mitad creciente y
las estrellas aquietando el mundo
desde su cielo abierto, altar
visto desde aquí, desde el intenso
temblor contenido en el silencio
de la tierra, y al fin, el sonido
de los búhos llamándose así
como sólo criaturas monógamas
pueden hacer, para siempre dicen
en la noche y la noche se queda
sosegada, pura noche ya,
sin vestigios del día, y todos
los que tocamos a cada rato
lo sagrado porque simplemente
está ahí, nos adentramos en ella
Tan amorosos y solos, rostro
del vecino o de la amada limpios
por el lustral misterio de aquello
que empieza o acaba, por el umbral
del silencio y la distancia, noche,
dados por vos como si vos fueras
madre de Dios, puente, manto que
/une
lo tan presente, indescifrable
Cebolla
Es noche en la Perla
y los ranchos se iluminan,
la pobreza helada cede
su lugar a la esperanza,
habrá trabajo mañana
algo habrá cuando llega
la filigrana del verde,
tan chiquitas las ventanas
y la luz tan tenue,
rico sin embargo
ese olor a fritanga
picante y el vino
barato el susurro
en la intimidad soñada,
a esta hora un instante
de magia, una pena
constante y difícil
de echar de casa