La paciente revancha de las flores
Varios artistas contemporáneos se inspiran en los brotes de las plantas como símbolo de lo bello, vital y transitorio
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Con 650.000 bloques de Lego de 22 colores, en una pieza que se extiende a lo largo de 15 metros sobre una pared del londinense Design Museum, el artista conceptual chino Ai Weiwei acaba de recrear una de las composiciones de nenúfares realizadas hace más de un siglo a gran escala por Claude Monet.
Exhibidas en el Museo de la Orangerie en París y en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, estas últimas fueron concebidas como parte de una instalación circular que envolviera al espectador en una extensión de agua, flora y cielo. Se inspiraron en los estanques de los jardines con los que el maestro impresionista convivió en su casa en Giverny durante las últimas décadas de su vida.
“Nuestro mundo es complejo y se derrumba hacia un futuro impredecible. Es crucial que las personas encuentren un lenguaje personalizado para expresar su experiencia de estas condiciones desafiantes. La expresión personalizada surge de identificarse con la historia y los recuerdos mientras se crea un nuevo lenguaje y narrativa –señaló Ai Weiwei, según The Guardian–. En Water Lilies #1, integro la pintura impresionista de Monet, que recuerda al zen oriental, y las experiencias concretas de mi padre y mías en un lenguaje digitalizado y pixelado”.
En una línea de tiempo que parece avanzar en curvas para formar una espiral, flores como las que obsesionaron a Monet se expanden ahora también en la producción de varios artistas contemporáneos argentinos. Un ejemplo es la intervención de Nicola Costantino en Fundación Santander, que ocupa su amplio hall de entrada con ramos de cerámica creados con la técnica milenaria nerikomi. Se trata de un work in progress, que continuará creciendo en los próximos meses.
“La naturaleza se impuso indiscutiblemente como la única religión universal –sostiene la artista, que representó al país en la Bienal de Venecia–. Mis nuevas obras se inspiran en la belleza del universo vegetal, el más silencioso y el único remedio a los desastres provocados por la humanidad. La fragilidad de las flores y la fugacidad de su corta vida nos recordaron siempre con mucha poesía nuestro breve paso por este mundo: memento mori, recuerda que morirás”.
Secretos de otras vidas
Probablemente eso sintió Hernán Marina durante la cuarentena, cuando comenzó a fotografiar las plantas de su casa. Siguieron bocetos digitales y pinturas de gran formato con colores intensos, que se exhiben en la galería porteña Herlitzka & Co. A pocas cuadras de la galería Palatina, que presenta las flores pintadas por Dolores Acuña.
“Naturaleza moderna –escribe Nicolás Cuello en el texto que acompaña la muestra de Marina– abraza la exigencia dócil de este arduo trabajo que implica el cultivo, la recuperación y la escucha hospitalaria que ofrece la práctica del retiro, del encierro y la renuncia voluntaria a los significados complejos que la posibilidad de un jardín necesita”.
Un registro similar realizó Julieta Tarraubella para realizar La vida secreta de las flores, escultura de video y fotografía seleccionada para la octava edición del Premio Fundación Andreani. En la sede de La Boca puede verse el resultado: la reconstrucción digital de vidas que fueron vigiladas con un circuito cerrado de cámaras de seguridad durante 21 días, desde que abrieron sus capullos hasta su muerte.
Otra forma de actualizar un tema tan antiguo como la historia de la pintura es la que encontró el Museo Nacional de Arte Decorativo. Como parte del ciclo Pieza única, esta semana acompañó con una performance de danza la presentación del retrato de Adela Atucha realizado por el español Hermenegildo Anglada Camarasa. Pintado en Pollensa hacia 1920, muestra a la condesa de Cuevas de Vera con sus brazos en alto, rodeada de rosas.
La original manera de protestar que encontró Marie Orensanz hace casi medio siglo puede verse en la sede del Hotel de Inmigrantes del Muntref: la serie la serie de dibujos Flores venenosas, exhibida por primera vez en 1977, como respuesta a la censura de otra de sus muestras. “Pensábamos que iban a exponer flores”, le reprocharon en la galería Primera Plana de Mar del Plata, en 1969. Junto a una instalación con bolsas de arena y cemento de la artista Mercedes Esteves, había instalado unos carteles que decían: “El pueblo La Gallareta lucha por su única fuente de trabajo”, en referencia al inminente cierre de talleres ferroviarios en el pueblo santafesino.
Desde las fotografías tomadas por Anatole Saderman para el libro Maravillas de nuestras plantas indígenas (1935), de la botánica Ilse von Rentzell, hasta la escultura diseñada por el arquitecto Eduardo Catalano para abrir sus pétalos cada día en la Plaza de las Naciones Unidas; la de Marcela Cabutti donada a la ciudad por Telecom e instalada en Puerto Madero; las acuarelas de Kira Mamontoff y otros artistas que representarán a la Argentina en el festival de esta disciplina más importante del mundo o las impresiones botánicas sobre tela de Marina Salado Castro, los ejemplos en distintas disciplinas parecen florecer a diario.
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