La oportunidad de la última oportunidad
Todos pensamos alguna vez: ésta es mi última oportunidad. Ahora o nunca. El tiempo corre en dirección contraria a mi cuerpo. Si no lo hago ahora, no lo haré nunca más. Bajo esa amenaza se construye la novela Buena Alumna de Paula Porroni. Una novela afilada y genial que trabaja sobre el fracaso siempre al acecho: el miedo a no ser nada, a ser menos que nada, a convertirse en un perdedor o una perdedora. "El veneno corre por mis brazos, sube a la garganta, y yo aprieto los dientes hasta que pasa el instante. Sé muy bien que ya no hay lugar para el miedo. Tampoco para la debilidad, porque estoy frente a la última oportunidad de desarrollarme. Antes de que sea irremediablemente tarde. Es decir, el momento en que mi cuerpo se reseque por completo".
La protagonista de la novela es una estudiante argentina que regresa al pueblo donde estudió en Inglaterra para buscar trabajo, y sabe que es su última oportunidad de hacer algo con su vida.
Vive en un cuarto sórdido, con una casera borracha y un inquilino griego al que desprecia. Va a la biblioteca, donde las jóvenes estudiantes le recuerdan a la joven que ya no es. Pasa horas en Facebook mirando las fotos de las vacaciones de sus ex amigos del college, a los que no ve porque no quiere que sepan que no ha logrado nada. Manda aplicaciones para trabajos en los que siempre la rechazan y le escribe a su madre para pedirle dinero. La buena alumna está envenenada. Ni siquiera tener sexo con esa amiga por la que está dispuesta a todo la hace feliz.
Al lo largo de frases cortas y punzantes, con un ritmo que nunca se detiene, va gestándose una criatura que no deja de escupir veneno.
La escritura no busca empatía con su heroína, ni la identificación del lector. Y sin embargo, todos escuchamos alguna vez esa voz en la cabeza que nos dice que no lo lograremos, que es preferible el dolor físico al dolor monstruoso del fracaso. "Perdedora. Perdedora. Perdedora. Basura. Sos menos que nada. Y entonces me asfixia el deseo, tan grande, tan inmensamente poderoso, de mutilarme hasta el fin y también de volver a estudiar."
Ésta no es una novela sobre alguien que está resignado. Es el retrato de una mujer que hace del resentimiento el motor de su lucha. Estudia, toma notas, corre, escribe, se levanta temprano, trata de no perder tiempo y dinero, que a su vez malgasta sin cesar. La hija pide a la madre dinero para tres meses más, un mes más, como un enfermo terminal que pide un poco de tiempo de vida extra. La madre se queja pero sigue financiando a la eterna estudiante. La deuda pareciera ser la única relación posible entre esa madre y esa hija.
Pocas veces leí un texto que explorara de manera tan exhaustiva el rencor, el temor al fracaso, el combate contra el tiempo, desde la perspectiva de una mujer.
Como el espejo de la bruja de Blanca Nieves, una voz interior dice que en algún lugar hay una chica más bonita a la que hay que destruir. Pero esa chica es ella misma de joven. La protagonista está envenenada porque está en ese borde entre la juventud y la madurez: la buena alumna ya no existe, pero aún no logra encontrar su cara nueva.
La autora es escritora, dramaturga y directora de teatro