La obra de Tarsila, en Buenos Aires
Llega la artista que dio forma y color a Brasil, en una muestra que se podrá visitar hasta el 2 de junio en el Malba
Como ciudadana brasileña del siglo XX, Tarsila do Amaral vivió todas las contradicciones de su origen: educación refinada en la hacienda de su padre y viajes a Europa, pero contacto directo con la realidad del Brasil más profundo. Como artista, su pintura buscó dar una imagen a la identidad brasileña, fruto de las paradojas de un continente que se ha hecho a sí mismo en diálogo con Europa.
Una muestra de los recorridos de la obra de Tarsila se puede recorrer desde mañana en el Malba, que inicia sus exposiciones de este año con una retrospectiva de la pintora brasileña, figura clave del modernismo, la primera que se hace en la Argentina.
"Tarsila viajera", que viene de estar expuesta en la Pinacoteca del Estado de San Pablo, reúne unas 80 obras entre pinturas y dibujos que la artista realizó entre 1920 y 1933, "la época de mayor creatividad y vigor de Tarsila", según dijo a LA NACION la curadora de la exposición, Regina Teixeira de Barros, mientras a su alrededor se vivía el ajetreo de los últimos detalles. Un grupo de expertos se dedicaba a colgar con cuidado parecido a la reverencia las tres obras emblemáticas de Tarsila: A negra (1923), Antropofagia (1929) y Abaporú (1928) – "hombre que come al hombre", en tupí guaraní–, el cuadro que Eduardo Costantini, fundador del Malba, adquirió en 1995 por US$ 1,5 millón y convirtió en una de las joyas de su colección.
El eje de la muestra, que se podrá visitar hasta el 2 de junio, está en los viajes que la pintora realizó entre 1920 y 1933, que la llevaron a Europa, Medio Oriente, la Unión Soviética y varias regiones de Brasil, en los que fue uniendo sus contactos con los poetas y artistas modernistas brasileños y los círculos intelectuales parisinos.
"Los viajes coinciden con el momento más importante de su producción y tienen un papel fundamental en la formación de su repertorio visual", dijo Teixeira. Tras una formación académica en París, Tarsila tomó contacto con los modernistas brasileños, entre ellos quien sería su marido y autor del "Manifiesto antropofágico", el poeta Oswald de Andrade. Sus viajes y contactos con el cubismo y el surrealismo, y su descubrimiento de Río y Minas Gerais, siempre se subordinarán a su objetivo: dar forma y color a Brasil.
Cartografía en dibujos
La muestra recorre sus inicios académicos, el paisaje brasileño como tema central, sus obras "antropofágicas" –con sus paisajes de vegetación exuberante, figuras redondeadas y coloridas–, sus obras de inspiración surrealista y algo de pintura social.
En su libreta, de la que no se separaba, Tarsila irá registrando paisajes urbanos y rurales, reales e imaginarios, donde da forma a su repertorio de casitas, palmeras, animales y barcos.
Pero el color tiene en la obra de Tarsila una vibración especial. "He encontrado en Minas los colores que me encantaban cuando era niña. Después me enseñaron que eran feos y provincianos. Pero me vengué de la opresión y puse en mis cuadros azul purísimo, rosa, amarillo vivo, verde cantante", escribió la artista.
¿Es una pintura ingenua? "No lo creo. Ella tenía mucho conocimiento de pintura. Hay una síntesis y una búsqueda de ingenuidad como característica de la nación. Es un Brasil no europeizado, en contacto con la tierra y la naturaleza", dijo la curadora.
Tras los primeros años 30, en una fuerte crisis económica, su producción decayó. Tarsila murió en 1973 en San Pablo, pocos años después de que su obra se hubiera comenzado a cotizar mundialmente.
¿Cómo explicar el valor de su pintura? "Tarsila es una mujer, de una familia tradicional, que vivió intensamente y con mucha libertad los años 20. Y tuvo la osadía de proponer una imagen que sintetiza su país".