¿La nueva selfie? Los collages invaden el Instagam
La comunicación de masas, hoy, habita en Internet. No es novedad. En el universo de la imagen, el último batacazo que convirtió a voyeurs en fotógrafos aficionados, con la sola posesión de un Smartphone, fue la popularización de Instagram. La plataforma, eminentemente visual, facilitó las herramientas de edición –hasta el momento, potestad misteriosa de fotógrafos y diseñadores– y logró un hito: hacer masivo el lenguaje gráfico. El ejercicio diario de esta habilidad –tomar fotos, editar, postear en la Red– alfabetizó visualmente a la gente “común” de forma que las expresiones adquirieron cada vez un carácter sofisticado. Lo que empezó con un filtro solarizado para añejar las instantáneas, hoy es la plataforma que hospeda lo más interesante de la cultura pop: un conjunto de producciones que revitalizan técnicas clásicas y consolidan saberes profesionales con un único objetivo: ser dueño de una novedad para postear.
“Antes los artistas veían mal que su trabajo estuviera en Instagram. Hoy eso cambió. Muchos empezaron a mostrar su obra en las redes; quienes tenían prejuicios estuvieron obligados a dejarlos a un lado”, dice el fotógrafo Martín Hernández (@buenosaires.ar). Su cuenta fue declarada de interés cultural por la Legislatura de CABA. Él no trabaja con collage, pero su cualidad de heavy user (usuario activo) en la Red le da una comprensión cabal del fenómeno. “Los artistas que usamos las redes como plataforma de trabajo buscamos todo el tiempo qué hacer para destacarnos de las otras cuentas. Si te quedás en lo mismo, aburrís”, agrega.
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Lo más sorpresivo es que el fenómeno de intervenir las fotos no pertenece solamente a los artistas. La incipiente adopción de esta técnica por la comunidad empieza a tener exponentes. Nirvana es iraquí, tiene 17 años y vive en Kurdistán. Su cuenta @radioshead despliega su sensibilidad en la intervención irreverente de imágenes barrocas y renacentistas. “El collage ya está siendo una técnica popular en las redes. Lo veo cada vez más en páginas que sigo”, dice a la nacion la joven destacada por varias revistas estadounidenses por su trabajo. Explica que la técnica le permite “mostrar varias ideas juntas”. Tal vez no esté pensando en la revolución del cubismo o en la desacralización del arte de Duchamp, pero intuitivamente le pone imagen a una idea de la época: la simultaneidad y la ruptura. En esa dirección trabaja también Marco Castillo (@macnarq), el venezolano radicado en Argentina, que con un estilo más pictórico encierra decenas de procesos en una impronta. “Mi trabajo es manual. Pinto en óleo, fotografío, diluyo pintura y registro las tramas y recién después escaneo para digitalizar”, dice respecto del proceso de su obra, y agrega: “La digitalización le da alas a una obra. Cuando terminás la pintura y la enmarcás, ahí queda, detenida; cuando el arte se vuelve digital sobrevive”.
Retomando un debate antiguo como las cámaras de fotos, Agustín Piluso (@aguspiluso), el diseñador gráfico que apostó a Instagram, dice que se siente en la obligación de explicar el fake (falso). “Si la realidad que más se viralizó en el planeta tiene sospechas de haber sido un montaje [en referencia a la llegada del hombre a la Luna en 1969], ¿qué caso tiene perseguir la verdad en las imágenes? El collage es un rescate emocional, un planteo del autor, sus imágenes y sus cortes”. Piluso, como todos, cree que las redes son una vidriera por donde corre la sangre creativa, y si bien usa las herramientas de edición tradicionales, no descarta que, como lo hace Nirvana con la app, este gesto se vuelva popular. ¿La nueva selfie? Será cuestión de esperar la avalancha de caras y recortes.
Evidentemente tengo un problema, hoy a la tarde ví a una Jirafa. ???? . . #bsasanimal
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