La nueva política
Antes de que lo pregunten, la sonda solar Parker de la NASA sobrevivió a su encuentro cercano con el sol, el día previo a la Navidad, más o menos a las 9 de la mañana, hora de la Argentina. Al día siguiente se cumplieron tres años del lanzamiento del telescopio espacial James Webb, que partió en un Ariane 5 desde la Guyana francesa y en enero había llegado a su posición definitiva, en una órbita alrededor del sol a un millón y medio de kilómetros de la Tierra. Por comparación, el Hubble, que lleva 34 años y ocho meses operando, orbita la Tierra a unos 540 kilómetros.
El James Webb –por una larga serie de razones técnicas que sería muy extenso enumerar– está revolucionando la astrofísica, luego de descubrir galaxias masivas en el universo primigenio; moléculas asociadas con la vida mucho más abundantes de lo que se esperaba, y agujeros negros masivos allí la teoría no los anticipaba. Mucho de lo que creíamos estaba mal. Y sin embargo no hay una batalla campal a botellazos y tiros entre los científicos. No hay acusaciones cruzadas, reclamos, venganzas, chicanas ni insultos. Si alguna vez tenemos una nueva política será el día en que los políticos aprendan esta simple lección de la ciencia.
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