La nueva fotografía
Con una fría pero magistral mirada, cinco artistas alemanes exponen en Buenos Aires las imágenes que marcan el rumbo de la estética contemporánea
A pesar de lo que piensan algunos historiadores del arte -cuyas lecturas se limitan a lo que está de moda en el campo teórico-, el tema de la ciudad no es novedoso. Hace ya unos 2500 años, es uno de los núcleos candentes de la cultura occidental. En estos dos largos milenios, también fueron muchísimos los artistas que dedicaron buena parte de su obra a la ciudad: desde los frescos pompeyanos hasta la pintura del Renacimiento, y desde las escenas ciudadanas de William Hogarth en el siglo XVII hasta gran parte de la fotografía del último siglo y medio. No hay temas novedosos sino (cuando mucho) formas novedosas de encarar un tema. Y eso es precisamente lo que se puede apreciar en las fotografías de Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth, que integran la muestra Espacios urbanos .
Estos cinco artistas se formaron en la Escuela de Düsseldorf con Hilla y Bernd Becher. Los Becher venían trabajando juntos desde 1959, pero recién a fines de los años 60 sus fotografías de edificios industriales, aislados de todo contexto, comenzaron a ser valoradas como parte del arte conceptual. Si bien las obras de Gursky, Höfer, Hütte, Ruff y Struth son fruto de una mirada personal, es evidente que pervive en todos ellos el ideario objetivista que pregonaban sus maestros: tomar distancia del tema fotografiado, no expresar ninguna subjetividad, no mostrar ningún acontecimiento, ninguna acción; centrarse solamente en el estado de las cosas.
En la primera de las cuatro salas que ocupa la muestra, se exhiben obras que los artistas alemanes produjeron en los años 80, al comienzo de sus carreras. Esas obras no alcanzan las enormes dimensiones que estos fotógrafos adoptarían luego como formato estándar de su producción. Efectos paradójicos del objetivismo: al mostrar sus estilos en la etapa de iniciación, esas fotos parecen pertenecer a un pasado difuso, aunque reconocible.
Las fotografías de Gursky disuelven la figura humana, tanto porque muestran espacios en los que no aparece ninguna persona ( Singapur , 1997) como porque miles de personas, ninguna de ellas identificable ( May Day IV y Tote Hosen , ambas de 2000), colman las imágenes. Sus enormes fotos, aunque figurativas e hiperobjetivas, se imponen al ojo como abstracciones geométricas. Esa transformación es fruto de la escala del registro y del distanciamiento de la mirada. Ya sea que registre a los operadores de la Bolsa de Tokio, a los jóvenes que participan de una rave o una manifestación callejera, las multitudes que retrata Gursky no suman individuos sino que son aglomeraciones de seres indiferenciados y repetidos. Su provocadora visión presenta lo colectivo como una disolución de lo personal.
El gran teatro del mundo se transforma, en las imágenes de Höfer, en una sumatoria de escenarios culturales vacíos (o poblados de personajes que parecen accesorios y no usuarios, como las personas que circulan por su obra Biblioteca Estatal de Estocolmo , 1993). En Espacios urbanos hay cuatro grandes fotografías de interiores de Buenos Aires que Höfer tomó durante 2006: Casa Rosada Buenos Aires II , Palacio del diario La Prensa Buenos Aires I , Teatro San Martín Buenos Aires I y Congreso Buenos Aires I . Todos son espacios monumentales, ligados a formas del poder, iluminados artificialmente. Las tomas remarcan el carácter estereotipado de los espacios; acentúan el barroquismo arquitectónico y la escala grandiosa de esas salas. El vacío en estas fotos es significativo: muestra la historia de lo ausente. En el reverso o en el hueco habita lo humano, que no figura en la imagen sino en la imaginación.
Muchas de las fotos de Hütte parecen escenografías de películas que debería haber filmado Fassbinder. En sus nocturnas escenas callejeras se anuncia un peligro inexplicable, y tal vez por ello, más concreto. Por medio de sus imágenes nocturnas tomadas desde lo alto de rascacielos ( Las Vegas, Caesars Palace , 2003) o sus fotos de reflejos producidos por los juegos de luces en vidrios y superficies metálicas, Hütte apunta a una fotografía alucinatoria, en la que lo visible traza un mapa de lo onírico.
De los cinco fotógrafos de la Escuela de Düsseldorf, Ruff es el que ha explorado más caminos: desde el objetivismo más radical de Interieur 7 D (1982) hasta la manipulación de imágenes digitales tomadas de Internet ( Jpeg se02 , 2006), pasando por fotomontajes ( Plakat III , 1996-1997) o por el análisis del lenguaje fotográfico (como la serie sobre el mercado del pescado de Nápoles, 2002-2003). Ruff es un deconstructor del lenguaje visual de los medios. Su trabajo es un diálogo consciente y militante con la historia de la mirada, tanto artística como mediática. De allí que sus obras tengan una impronta política tan poderosa.
El trabajo de Struth es un canto entusiasta a la arquitectura. Es un observador minucioso de los detalles y de los espacios menos valorados. Un buscador obsesivo de las semejanzas profundas que se ocultan tras las diferencias aparentes. Sus imágenes de Hong Kong, Shanghái y Lima, de Nápoles y Las Vegas son instantáneas que nos envía el futuro. Más que mostrar el ritmo frenético de una calle de Tokio, Struth presenta el escenario en el que esa vida se hace posible.
Espacios urbanos es una muestra excepcional. No tanto por lo que estas obras nos puedan decir de nuevo sobre el gran tema de la ciudad, sino por todo lo que está más allá del discurso, ese susurro del sentido que anida en los intersticios de la imagen. Gursky, Höfer, Hütte, Ruff y Struth son cinco intensos poetas visuales. Bajo la máscara del objetivismo dan rienda suelta a un exultante sentimentalismo frío. Ese sentimentalismo que estalla pocos segundos antes de que lo trágico se haga visible.
© LA NACION
FICHA. Espacios urbanos