La Nación registró las promesas de cambio
El diario fundado por Mitre fue el principal medio difusor de las propuestas artísticas, las visitas al país y las polémicas generadas por del impulsor del futurismo
"Ha llegado anoche el fundador del futurismo F. T. Marinetti", reza un titular de LA NACION del 9 de junio de 1926, publicado horas después de que Marinetti diera una conferencia de prensa a través del sistema de radio broadcasting del diario, primera emisora radial de un grupo editorial. A través de sus micrófonos, el ideólogo central del futurismo saludó al público de Buenos Aires y acentuó el objetivo artístico que tuvo su primera visita al continente. Ambos gestos sintetizan cómo LA NACION fue el vehículo de difusión por excelencia que encontraron las propuestas artísticas y las visitas de Marinetti a América del Sur. Por fuera de las polémicas en torno a los motivos de sus viajes, el diario focalizó la presencia de esta figura central de la vanguardia europea al evidenciar el peso que sus excursiones tuvieron para el sistema artístico porteño de las primeras décadas del siglo XX. Tras dictar una conferencia en San Pablo, Marinetti publicó en LA NACION, el 16 de junio de 1926, una carta en la que repudió las agresiones sufridas por escritores paulistas y cariocas durante su estadía.
La repercusión que alcanzaron estas intervenciones públicas de Marinetti puede ejemplificarse con el artículo "Divagaciones antifuturistas", un cuestionamiento sobre el concepto de renovación que publicó en LA NACION Lucas Ayarragaray. Marinetti eligió la modalidad epistolar para responderle, y el 19 de junio el mismo diario publicó "El futurismo. una carta de F. T. Marinetti", un texto central para comprender el tono y la jerarquía de la discusión estética. Allí, Marinetti sostiene que "si por tradición se entiende el grueso de los mediocres artistas tradicionales ligados por una misma pasión absurda hacia el museo y el plagio, estoy satisfecho de ser el destructor feroz de la tradición [?]. Entiendo por tradición la gran familia maravillosa de artistas creadores, todos los cuales sucesivamente revolucionaron el arte, olvidaron lo ya hecho por lo nuevo". Esa definición de la función artística ligada a la incipiente pero decisiva categoría de lo nuevo puede ser leída, hoy, como ingrediente esencial de la producción simbólica; sin embargo, en 1926 no era tan así. Más adelante, el poeta dirá: "A mi llegada a Buenos Aires, algunos diarios me presentaron bajo el aspecto de un hombre político enmascarado de poeta futurista, venido a América para enseñar el fascismo [?]. Soy fascista sin carnet, orgulloso de haber colaborado en la grandeza de la Italia de hoy, no tengo ningún encargo gubernamental y no hago política. Vivo como poeta futurista". De esta manera, LA NACION pone en circulación sentencias de la aventura futurista en todas sus dimensiones, reductibles a un modo de vida y concomitantes con la fundación de un universo capaz de extender sus fronteras más allá del arte.
En septiembre de 1936, en su segundo viaje, LA NACION siguió con minuciosa atención los debates que Marinetti protagonizó durante el Congreso Internacional del PEN Club y reconstruyó el camino hacia la paz que fue trazando el encuentro. El vínculo nunca fue casual y el germen apareció mucho antes, cuando en 1909 Le Figaro publicó el primer manifiesto del futurismo: LA NACION siguió sus pasos y eligió a Rubén Darío para traducir y comentar, en un texto publicado el 5 de abril de 1909, ese ademán tan provocativo. Y tan prometedor. Promesa de velocidad y cambio que Marinetti encarnaba, y a la que el diario decidió no dejar de atender.
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