La música del país más feliz
Una vez más, por séptimo año consecutivo, Finlandia ha sido elegida en un ranking global como “el país más feliz del mundo”, dicho en suomi, el idioma finés: Maailman onnellisin maa. Con el mismo nombre, tiempo antes de declararse país independente, un compositor grandioso le daba vida a otra Finlandia, un poema sinfónico que le canta a la luz del día y representa el espíritu del pueblo escandinavo. La música de Jean Sibelius, un genio enamorado de la naturaleza (los paisajes nórdicos, el clima, el silencio, la quietud, los bosques, el agua de los lagos, la luz de los atardeceres boreales), y la mitología (las sagas y la épica nacional del Kalevala), una música en cuyo final —Ha llegado tu mañana, Finlandia nuestra—, está contenido el anhelo patrio y las ansias de independencia.
"La música de Jean Sibelius, un genio enamorado de la naturaleza (los paisajes nórdicos, el clima, el silencio, la quietud, los bosques, el agua de los lagos, la luz de los atardeceres boreales), y la mitología (las sagas y la épica nacional del Kalevala), una música en cuyo final —Ha llegado tu mañana, Finlandia nuestra—, está contenido el anhelo patrio y las ansias de independencia"
Con el colapso del régimen zarista y la Revolución de octubre en 1917, Finlandia (que era hasta ese momento un Gran Ducado bajo dominio del Imperio ruso), vio la oportunidad de concretar sus aspiraciones emancipadoras y el 6 de diciembre de ese mismo año se declaró república soberana. Parte del sueño de libertad y autonomía que había animado esa proclama independentista encontraba en la música de Sibelius y en el romanticismo nacionalista de sus primeras creaciones, los valores del fervor patriótico, el espíritu heroico, la voz ideal del amor a la tierra y la exaltación más noble de su cultura. Sibelius —el finlandés más conocido del mundo—, compuso su Finlandia opus 26 en el año 1899, un poema sinfónico que tras la vehemencia y las pasiones que cuentan orquestalmente la lucha con el opresor, culmina en una alabanza esperanzadora. Esa sola sección, pletórica de júbilo, fue separada como una pieza en sí misma y adquirió, desde los albores de la emancipación, la estatura de un himno nacional. En varias ocasiones, ya que de hecho Finlandia no posee una canción oficial como símbolo, se propuso que este opus 26 cumpliera ese rol de manera definitiva.
Y es que no es sólo Finlandia. Es también la consagratoria sinfonía coral de Kullervo, el personaje del Kalevala cantado en suomi, es la suite Karelia y el Vals triste que evoca la nostalgia de la tierra, es El Cisne de Tuonela, La Ninfa del bosque, la Suite Lemminkäinen y el completo legado de sus siete sinfonías y los inspirados poemas sinfónicos que se basan en los mitos fineses. Es por esa obra total que expresa el sentimiento de pertenencia e identidad de la nación, que la figura y el nombre de Jean Sibelius es un emblema que traspasa las cotas del genio musical para erigirse —caso único en el mundo para un compositor—, en el héroe patrio. No en vano uno de los días nacionales en que se iza y celebra la bandera del “país más feliz del mundo” —la de la cruz azul de los lagos sobre el fondo blanco de la nieve—, es precisamente el 8 de diciembre, día de la música finlandesa instituido en honor al compositor en la fecha de su nacimiento.
Finlandia comparte con Rusia una frontera terrestre de 1340 km que son a la vez, frontera exterior de la Unión Europea. Días atrás, según las sospechas de que Moscú, en represalia por la nueva política exterior adoptada por Finlandia (su alianza con la OTAN, la cooperación en defensa con Estados Unidos y el abandono de la neutralidad militar a partir de la invasión a Ucrania), lleva tiempo direccionando inmigrantes de Medio Oriente y África como potencial presión contra el país nórdico, Helsinki anunció que extremaba los controles migratorios y prolongaba de manera indefinida el cierre de los pasos fronterizos con su voraz vecino del Este. Dijo la Cancillería finlandesa en un comunicado alarmante “que la seguridad nacional y el orden público enfrentarían una amenaza grave”. Hete aquí la discordia entre los dos extremos que se unen (o separan) en esta anécdota: el país feliz y la alabanza a su independencia.
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