La música del cosmos
Dibujos, pinturas, objetos e instalaciones de Víctor Magariños D. revelan en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero la coherencia de un artista vinculado con las vanguardias europeas
La memoria recobra con intensa nitidez el único encuentro con Magariños D. Una presencia real, en su taller y jardín ganados a las dunas de Pinamar, donde se afincó a fines de los años sesenta y donde murió en 1993, a los 69 años. Muerte inesperada, semejante a la de Georges Vantongerloo, el ser afín a quien Magariños dedicó un ensayo y la traducción de los textos que el belga donó a Aldo Pellegrini. En el breve encuentro -posible por la mediación de Teresa Nachman-, citas de Vantongerloo y Pellegrini menudearon en el diálogo. Preciso, cordial, alerta sin tensión, Magariños compendiaba una gran coherencia intelectual que no hacía mengua de la intuición inefable de sus Cosmologías . Las mismas que retornan, con justicia, en la muestra Presencias reales que ofrece el Muntref (Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero) con la curaduría de Cristina Rossi. Un acierto, en línea con el análisis de las vanguardias rioplatenses iniciada por Joaquín Torres García, que es premisa de la programación del campus de Caseros.
Magariños D. hizo en Buenos Aires tres muestras en vida y una que no alcanzó a inaugurar. Tenía el reconocimiento y la estima de la crítica y el público más advertido y, en contrapunto, era premiado y su obra se exponía en Roma, Milán, Turín, Venecia, Ámsterdam, Bruselas, Nueva York, Búfalo, Caracas. Era su decisión, una clave no revelada de su personalidad. "Es la dualidad celta", bromeaba con un guiño este cuarto hijo de los seis habidos por sus padres, inmigrantes gallegos. Se le replicó que su arte cosmológico era de la galaxia Campus Stellae, la tierra de sus ancestros. "Y sí -acordó-, por eso me vine bajo la Cruz del Sur. Pero a Santiago (de Compostela) regresé por el camino de los franceses."
Así aludió a la beca otorgada por el gobierno de Francia en 1951. Pronto se vinculó con protagonistas y remanentes del grupo De Stijl, con Fernand Léger, Max Bill y, fundalmentalmente, con Vantongerloo. Reconocieron como par a ese joven nacido en Lanús en 1924, recién egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes.
En conjunto, las obras expuestas en el Muntref suscitan una carga de energía vital, sostenida por el equilibrio intelectual, que da gran armonía y serenidad. Estos valores privan pero no asordinan el misterio que subyace, como bordoneo cromático y armónico.
Hay concomitancias con sus coetáneos de Madí, Arte Concreto y afluentes de Joaquín Torres García. Pero con cazurra ironía celta (allí se cuela Luis Seoane) mantuvo su autonomía. Retuvo -a veces- remanentes figurativos que imbricó en norma geométrica y abstracta.
Banfield, 23-4-50, h3 : así rindió data, fecha y hora a la revelación personal, epifanía de las Cosmologías . Su primera obra abstracta, un dibujo. La precisión, siempre remarcada por Magariños, señala que su derrotero fue anterior, previo y por lo tanto autónomo al contacto con las vanguardias europeas. Si alguna vez volvió a ciertas figuraciones -de las que hay prenda en la muestra que se comenta-, éstas interactúan con formas irreverentes a la visibilidad.
Correspondió al recordado Aldo Galli indagar estas correspondencias secretas pero insoslayables del universo del artista. Galli, gran músico y sagaz lector de formas, señaló el numen matemático que une al lenguaje musical y plástico y que se verifica en la obra de Magariños D. Se cumple en la bidimensionalidad (dibujos y pinturas) y en el espacio (objetos, construcciones, instalaciones). Estas obras se perciben con la vista, el oído, son inductoras de ritmos empáticos y dan su punto más elevado en ese más allá, aquel cuyo confín está en la cota de cada partícipe. Magariños D. no impone, no reduce, la infinitud.
Es necesario citarlo: "Consustanciarse con los misterios del origen, del destino y del significado del universo no es desligarse del origen, del destino y de la significación del ser humano. Es ir a sus raíces, a la esencia misma de su existencia".
Supo también ser solidario y libre, teórico -como la casi totalidad de sus coetáneos-, resuelto en la defensa de los valores. Como docente (en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, 1958-1964), propició reformas pedagógicas acordes con la modernidad. Su coherencia le valió la cesantía que asumió como mención de honor a su integridad.
Se instaló en Pinamar, en una zona que, por entonces, era casi rural. La abrasión del viento, la arena y el sol burilaron una noble máscara. No se trataba del abandono del "mundanal ruido". Fue la búsqueda de horizontes propios y universales.
Desde allí podía intervenir cuando una causa noble lo reclamaba. Era otro modo de continuar con su obra de artista plástico. Las generaciones siguientes llegaban a su puerta sabiendo que serían bienvenidas. Hoy, su jardín y taller en Pinamar es sede de la fundación que lleva su nombre.
Ficha. Víctor Magariños D. Presencias reales , en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Valentín Gómez 4838, Caseros), hasta el 30 de septiembre. Martes a domingos, de 11 a 20. Entrada libre y gratuita. Visitas guiadas: sábados y domingos, a las 15.30 y 17
ADN Magariños D
Lanús, 1924 - Pinamar, 1993
Egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, en 1946 fundó el Grupo Joven, integrado por pintores de su generación. En 1951 recibió una beca del gobierno francés para continuar su formación en París, donde se relacionó con Fernand Lèger, Georges Vantongerloo y Max Bill. Obtuvo varios premios nacionales e internacionales, y participó en las bienales de Venecia (1956) y San Pablo (1969). En 1967 se instaló en Pinamar, donde vivió hasta su muerte y donde fundó su taller-jardín, hoy sede de la fundación que lleva su nombre.
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