La musa del muralista
Blanca Luz Brum llegó a Buenos Aires en los años treinta de la mano de David Alfaro Siqueiros que la eligió como modelo cuando pintó el "Ejercicio plástico", un magnífico mural,en los sótanos de la quinta de Natalio Botana en Don Torcuato
En septiembre de 1933 llega a Buenos Aires el famoso pintor mexicano David Alfaro Siqueiros. Natalio Botana, director entonces del diario Crítica, le ofrece pintar un mural en el sótano abovedado de su quinta Los granados, en Don Torcuato. Con la colaboración de los artistas argentinos Spilimbergo, Berni, Castagnino y el uruguayo Lázzaro, Siqueiros realizó ese mural, que tituló Ejercicio plástico.
Pero Siqueiros, muralista, agitador político y gran teórico de la pintura, no llegó solo. Lo acompañaba una hermosa mujer uruguaya, Blanca Luz Brum, quien se avino, como modelo, a posar desnuda sobre una mesa de vidrio para que los artistas pudieran fotografiar y luego pintar las sorprendentes posturas de su cuerpo apoyado sobre esa superficie transparente. Botana quedó prendado de ella y Siqueiros se fue del país, expulsado y sin su mujer.
Elbio Botana, su hijo, relata en su libro de memorias Tras los dientes del perro : "Dos cosas bellas dejó Siqueiros en la Argentina: el mural Ejercicio plástico y a su mujer, que decidió cambiar el arte por la acción y se escapó con Natalio, mi padre".
Bellísima y atractiva, Blanca Brum debe de haber roto infinidad de corazones. Se casó en cuatro oportunidades: primero con el aristócrata peruano Eduardo Parra del Riego; luego con el pintor Siqueiros; posteriormente con Jorge Beeche (*), relacionado con los dueños de El Mercurio, de Chile, y, finalmente, con el jovial Carlos Brunson, a la sazón gerente en Santiago de la línea aérea Panagra. América latina hervía en esa época de cambios y revolución. Blanca Luz estuvo metida de lleno en innumerables acontecimientos políticos, teniendo como amigos a muchos famosos de su tiempo, incluido Juan Domingo Perón, en cuya gesta del 17 de octubre participó activamente, integrando el comando que estaba encargado de vigilar las embarcaciones que venían de la isla Martín García, donde estaba detenido Perón (ver La jornada del 17 de Octubre contada por 45 autores , compilada por Fermín Chávez, Ediciones Corregidor).
Tiempo después, Blanca Luz Brum partió, misteriosamente, a vivir sola por el resto de sus días a la entonces desconocida isla Robinson Crusoe, del archipiélago chileno Juan Fernández.
¿Qué atractivo tan especial podía tener esa remota isla para esta mujer hermosa, habituada al trato frecuente de intelectuales y poderosos? Creo que el sueño de la isla solitaria corresponde a algo que se encuentra en lo más profundo de nosotros mismos. Para poder comprenderlo en su caso es necesario conocer algunas de las características del lugar.
Un paraíso en el Pacífico
Robinson Crusoe pertenece hoy a Chile. Está separada del continente por 674 kilómetros de Pacífico abierto y alberga una población de no más de 120 familias de pescadores que se agrupan en el pueblo de San Juan Bautista, su único asentamiento humano. El paisaje es bellísimo. Presenta una imponente topografía de profundos barrancos, cascadas y manantiales, de escarpados cordones montañosos y de altísimos acantilados que caen a pique sobre el mar.
Pero el acceso a la isla no es fácil: se requiere viajar unas tres horas en avioneta desde Santiago para aterrizar en una pequeña pista construida en el único lugar posible de la isla, entre dos peñones. De allí, en una 4 x 4 se llega a San Juan Bautista bordeando un acantilado hasta el muelle de una pequeña bahía solitaria. El último tramo del viaje dura dos horas y se hace en lancha.
La actividad básica de esta comunidad es la captura en profundidad de la langosta y su exportación al continente. Su mayor fascinación viene dada por la famosísima historia de Robinson Crusoe, que Daniel Defoe escribió en 1719 inspirado en el relato que oyó de boca de un auténtico solitario que vivió en esta isla. Era un marino escocés llamado Alexander Selkirk, tripulante del galeón Tinque Ports , que fue abandonado allí por el corsario William Dampier, en 1704, y que pudo ser rescatado, cuatro años y cuatro meses más tarde, por otro corsario, Woodes Rogers, gracias a que advirtió en lo alto de un promontorio la fogata encendida por un náufrago a la espera de su salvador.
En esa época tal abandono equivalía a una verdadera sentencia de muerte, ya que los náufragos o bien morían de hambre o se suicidaban. Pero Selkirk sobrevivió al poder adaptarse a ese su nuevo hogar y soportar tan desesperado aislamiento.
En los alrededores de la isla Fernández se encuentra sumergido, a 65 metros de profundidad, el crucero alemán Dresden, último sobreviviente de la escuadra del célebre Von Spee, que al ser cercado por dos cruceros ingleses fue hundido por su tripulación en 1915, durante la Primera Guerra Mundial. Esta es la isla donde decidió exilarse voluntariamente Blanca luz Brum.
Más allá de la fantasía romántica de la isla solitaria, un imán irresistible atraía a la veleidosa Blanca Luz, siempre ávida de nuevas e intensas experiencias: la certeza de que allí, en algún lugar por descubrir, se encontraba un inmenso tesoro.
Nunca nadie supo de las razones de Blanca Luz hasta que, en 1998, la noticia estalló cuando el El Mercurio informó que se había descubierto en la isla un tesoro atribuido a piratas y que expertos norteamericanos habían localizado sus piezas con la ayuda de satélites. Se trataba de un tesoro de incalculable valor, enterrado allí por orden de lord George Anson en el siglo XVIII.
Avalado por documentos de la época, que fueron investigados exhaustivamente durante cuatro largos años, un poderoso empresario textil de Chicago, Bernard Keiser, con los permisos gubernamentales correspondientes y una no desdeñable capacidad para la aventura, empezó a trabajar en 1999, en medio de la expectación de la isla y del país entero, enfrentando con entereza la pasividad de los más incrédulos.
Un tesoro de leyenda
La leyenda del tesoro de lord Anson ronda hoy la isla como parte indispensable de su atmósfera. En marzo pasado, tuve acceso allí a documentos desconocidos muy antiguos que parecían tan legítimos y fidedignos que no es extraño que hayan despertado el interés por investigarlos a fondo, tanto en Gran Bretaña como en España, por Bernard Keiser, que a esta altura lleva invertido muchísimo dinero, tiempo y energías en esa búsqueda.
Los barriles de oro, plata y piedras preciosas de que se habla fueron parte del tributo de América al rey de España. Consisten en la apropiación de tres botines de distinta procedencia: el de Guayacán, el del Galeón de Manila y un importante envío que el Virreinato de México debía haber remitido a España en 1720.
Y aquí aparece nuevamente la figura legendaria de Blanca Luz Brum, porque su hija, María Eugenia Beeche, residente hoy como su madre ayer de la isla Robinson Crusoe, es la depositaria de las antiguas cartas en clave que fueron encontradas, en 1950, en un viejo escritorio del castillo donde vivió lord Anson.
Hoy ese castillo es monumento nacional abierto al público. En esas cartas se habla de la Horseshoe Expedition (Expedición Herradura), que el propio lord Anson mandó a los mares del Sur en 1760 y del relato que un tal Cornelius Patrick Webb, patrón del navío Unicorn, le envía manifiestándole ser el único sobreviviente de esa Expedición Herradura . Webb le informa que debido a su delicado estado de salud no le será posible regresar a Inglaterra, por lo cual ha procedido a enterrar ese tesoro en un determinado lugar -cuyas coordenadas le brinda- y a volar seguidamente el Unicorn con todos sus tripulantes a bordo, " ... seis hombres leales sacrificados por la causa de la corona..."
Detalla allí que la carga enterrada consistía en "... 864 bolsas con oro, 200 barras del mismo metal, 21 barriles con piedras y joyas, un baúl dorado conteniendo una rosa de oro y esmeraldas de 2 pies de altura más 160 cofres con monedas de oro y plata. Ser hija de alguien como Blanca Luz Brum seguramente marca una personalidad para siempre. Eso ocurrió con María Eugenia, una especie de reina sin corona en la "Isla del Tesoro". Como socia de Bernard Keise, la hija de Blanca Luz dirigió el año último el trabajo de los ingenieros mexicanos que llegaron contratados a la isla con sofisticados equipos de medición subterránea, similares a los que usan en la minería del Norte para la detección de metales. Bernard Keiser y su gente están en estos momentos a punto de lograr su sueño. Blanca Luz Brum, el ángel tutelar de ese paraíso, los acompaña.
Luis T. Caffarini, arquitecto. Desde la isla Robinson Crusoe, Archipiélago de Juan Fernández.
(*) Jorge Beeche era hijo de Gregorio Beeche, un reconocido bibliófilo americanista. Su correspondencia literaria con el general Mitre (1859-1881) fue publicada por Editorial La Nación , en 1912.
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