La muerte de Güemes: la restauración de una obra de arte con medalla de oro, más de un siglo después
El óleo de Antonio Alice estaba en estado crítico: humedad, barnices oxidados, excrementos de insectos; con rayos x y bisturí un equipo de especialistas logró que el cuadro vuelva a lucir en la Legislatura de Salta como era en 1910
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A 201 años de la muerte de Martín Miguel de Güemes (17 de junio de 1821), el único óleo que refleja la agonía del militar y exgobernador salteño fue restaurado por un equipo de especialistas y, después de seis meses de trabajo, se luce en la legislatura de la capital provincial con los tonos y los brillos originales que tenía hace más de un siglo.
La muerte de Güemes, pintado por Antonio Alice en 1910, ganó la Medalla de Oro del Centenario de la República en la categoría pintura histórica. Al año siguiente, la obra fue adquirida por la provincia de Salta para el Palacio de la Legislatura, donde se exhibe sobre el muro lateral derecho del Salón Blanco. Por su gran tamaño (2,46 metros de alto y 4 de largo), el equipo del Programa de Conservación y Restauración de la Subsecretaría de Patrimonio Cultural, dirigido por la restauradora Gabriela Doña, decidió hacer el trabajo en el mismo espacio donde está colgado y armar un taller con todo lo necesario para encarar el proceso de recuperación.
“Propusimos realizar el trabajo de restauración en el edificio de la Legislatura, debido a las dimensiones del cuadro, e involucrar al personal en los conceptos de conservación, ya que ellos son los custodios directos de este patrimonio. Ya habíamos hecho un trabajo similar en 2010 con la restauración de la obra ‘La batalla de Salta’, que pintó en 1908 el artista italiano radicado en Salta, Aristene Papi, y tiene medidas similares”, dijo Doña a LA NACION. El Programa de Conservación y Restauración implementa desde el año 2000 una política de preservación y conservación para evitar que las obras de las colecciones de los museos provinciales y otras instituciones del NOA sufran deterioros. “Estos problemas son provocados generalmente por agentes externos a las obras y por el desconocimiento respecto a las condiciones óptimas de cuidado”, explicó.
En el cuadro de Alice, pintor argentino de escenas patrias, encontraron, entre otras cosas, excrementos de insectos y palomas, humedad, faltantes de pintura. “Los cien años que han transcurrido desde su creación, los movimientos, las dificultades que ha podido sufrir, hicieron que la obra se encontrara en muy mal estado: presentaba intervenciones anteriores, roturas y deformaciones del soporte, suciedad sobre la capa de pintura y chorreaduras. Tenía desprendimientos de la capa pictórica causados por goteras que humedecieron la tela y la pintura. Además, se podía distinguir oxidación y manchas del barniz”, dictaminaron los especialistas.
Como un paciente en estado crítico, el diagnóstico del cuadro se concretó con una documentación fotográfica no solo de luz natural sino, también, mediante radiografías y rayos ultravioleta.
“Se hicieron observaciones con microscopio USB para ver el estado de las fibras de la tela. Con la fluorescencia que produce la radiación ultravioleta al incidir sobre algunos materiales se detectan manchas, que son las primeras evidencias de que la obra fue retocada”, agregó la restauradora, que resalta que el proyecto se pudo concretar gracias al aporte económico del gobierno salteño y el apoyo del área de Patrimonio del Ministerio de Cultura de la Nación. “Además, la Cámara de Senadores de Salta nos facilitó el espacio físico y apoyo en la logística”, completó Doña, cuyo equipo de trabajo está integrado por María Inés Zoricich, Ángela Russo y Macarena Flores, además de dos pasantes que contrataron para este proyecto, Gabriela Colque Puppi y Matías Ramírez, que llevaron a cabo el trabajo.
Durante el proceso de diagnóstico con rayos X se pudo determinar, entre otras cosas, que Güemes fue pintado en una posición distinta a la que se ve en el cuadro y que luego el artista la modificó. “Gracias a la radiografía de una obra podemos obtener valiosa información sobre su estado, la técnica artística y sobre la composición subyacente o arreglos que se hayan realizado a lo largo del proceso creativo. Se observan los trazos ocultos y corregidos del autor. Esta técnica revela lo que el ojo no ve”, explicó Doña. Para hacer las radiografías, trasladaron el equipo del hospital provincial e intervinieron los radiólogos Julián Rodríguez y Javier Guzmán Gudiño.
Después del diagnóstico, los especialistas preparan la historia clínica del “paciente”: qué tratamiento necesita y cuáles son las prioridades. En la primera fase de la restauración, bajaron el cuadro, lo colocaron en posición horizontal y pusieron manos a la obra. “Lo más urgente fue consolidar la capa de pintura con cola y espátula térmica para que vuelva a adherirse al soporte”.
Luego, llegó la etapa de la limpieza, “la más delicada de cualquier proceso de restauración ya que esta compleja operación es determinante para poder realizar una correcta lectura de la obra y para la comprensión de la idea transmitida por el artista”, aclaró Doña. “En este caso, una vez que eliminamos los barnices oxidados, conseguimos empezar a ver los verdaderos tonos. Tras la limpieza se ha recuperado la luz que ilumina la escena donde está Güemes agonizando, que Alice quiso destacar y darle un gran protagonismo con una luz intensa que entra por la izquierda producida por un atardecer”. El mismo artista, en una carta que se exhibe al lado del cuadro, explica: “El sol en el ocaso manda un rayo que ilumina por última vez al héroe”.
Según la restauradora, “la gran dificultad de esta obra era que había intervenciones en diferentes épocas y de diversa calidad, que no teníamos documentadas. En el proceso de limpieza también se han eliminado los antiguos retoques y repintes, que tenían una presencia muy importante en la superficie y se veían como manchas, especialmente sobre el lateral derecho”. Hicieron un estudio para determinar los materiales empleados en los antiguos retoques y si debían quitarlos o no. “Esta fase fue la más delicada y lenta, porque solo se iban a quitar aquellos que no estaban cumpliendo con su función. Usamos disolventes y, en algunas ocasiones, lo hicimos de manera mecánica, a punta de bisturí”.
En la etapa de estucado, completaron las lagunas y faltantes. “La última fase consistió en la reintegración cromática de las pérdidas de pintura y las que quedaron al descubierto tras la retirada de los viejos repintes”, completó la especialista.
“Dadas las características de los daños y pérdidas que presenta esta obra, especialmente los de las zonas laterales tanto como el derecho e izquierdo, la imagen se ‘rompe’ verticalmente y queda dividida en varias franjas verticales. Por ese motivo, la reintegración ha sido una operación larga y minuciosa que ha consistido en ir cubriendo poco a poco cada una de las pérdidas de pintura hasta recuperar la continuidad de la superficie y devolver la unidad a la obra. Finalmente, la pintura fue barnizada y recuperó su imagen original”. La tarea se termino en febrero pasado.
Más allá de actuar en casos graves, el equipo de restauración trabaja con la premisa de la prevención: “Esta experiencia nos lleva a plantear que la conservación no solamente es una tarea técnica, sino que incluye una mirada amplia que involucra a la comunidad y que hay que trabajar en la conservación preventiva para evitar deterioros sobre nuestro patrimonio”.
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