La mesa está servida
Reunión íntima, ceremonia religiosa, performance, ¿ritual pagano? Nicola Costantino presentó su última cena en Ruth Benzacar
De la Redacción de LA NACION
Artista visual decidida a forzar los límites de la percepción al cruzar una frontera en la que convergen la mirada, el tacto y el gusto, Nicola Costantino, vestida de satén color miel, lenta, morosamente, distribuye las exquisitas porciones en cada plato de bronce de una ceremonia gastronómica que será filmada y exhibida con sus últimas imágenes.
La escena es una naturaleza viva a la manera de las naturalezas muertas del holandés Pieter de Hooch, tocada por una suave luz cenital que subraya la delicadeza de los movimientos, el brillo de los utensilios y la tersura del repollo colorado. Nicola acomoda el foie gras en los platos y se demora en los detalles de la cena celebrada en tres tiempos: Origen, Ofrenda y Néctar. La acción remite a la estética patentada tres décadas atrás por Gordon Matta-Clark en su restaurante del Soho neoyorquino y, en un tiempo más cercano, por Ferran Adrià, único artista español seleccionada para la última Documenta de Kassel (ver recuadro).
Cinco muchachas bellas enfundadas en túnicas negras son los acólitos del ritual que un grupo de invitados sigue atentamente. Ellas se acercan a los comensales para servir el nido de kadaif ; los cuencos crocantes de almendras y miel; las perlas de huevo de caviar rojo y negro; el estofado bengalí. No sorprende que entre los films preferidos de la artista se ubique en primer lugar La fiesta de Babette ,ceremonia visual, sensual, que es un acto de amor y de deseo rubricado por la certeza de que agasajar es la mejor manera de celebrar.
Una de las temáticas recurrentes en la obra de Costantino es su fascinación por trabajar con carnes y con animales a los que transforma en objetos estetizados por el rigor formal. Son recordadas sus cadenas de pollos, el Cochon sur canapé y las tuberías de pared a la manera de bajorrelieves hechos con calcos de nonatos de siliconas.
Nicola Costantino nació en Rosario en 1964, estudió Bellas Artes y ganó notoriedad internacional al crear un serie de prendas y accesorios realizados en símil piel humana. Los tapados, coronados por grandes cuellos ornamentales realizados con pelo humano, fueron lucidos por la propia artista en distintos escenarios globales antes de ser exhibidos, como en un escaparate fashion , en la Bienal de San Pablo que la tuvo como representante argentina.
Su delicadeza para diseñar, coser, manejar los materiales con singular destreza y con obsesivo perfeccionismo viene de la frecuentación del taller de su madre, especializada en prendas de vestir, pero también de su paso por la empresa ICI Duperial, donde aprendió a dominar los moldes de siliconas y a jugar con el trompe l oeil para crear una realidad ficcional entre la textura artificial y la piel humana.
Desde 1996, Costantino vive y trabaja en Buenos Aires. Fue becada por la Fundación Antorchas y participó del taller de Barracas dirigido por Pablo Suárez y Luis F. Benedit. La extensa, interminable lista de exposiciones locales e internacionales registra una carrera meteórica, hecha con una obra de riesgo, golpes de marketing y alta exposición personal. El punto culminante de este derrotero fue la muestra Savon de Corps , que presentó en el Malba en 2004 con un video de factura publicitaria en el que aparece sentada al borde de una piscina cual sirena onírica. El jabón de marras fue fabricado con la grasa lipoaspirada de su propio cuerpo, hecho que desató un fuego cruzado en la opinión pública.
Sus obras integran las colecciones del MoMA, del MOCA y de la Daros de Zúrich, pronta a abrir su filial latinoamericana en la bahía de Botafogo, en Río de Janeiro.
En otra vertiente, Nicola se nutre de imágenes de la historia del arte como es el caso de Eros, la fotografía de Man Ray que citó en una imagen que obtuvo el Premio Petrobras de Buenos Aires Photo. La figura central de la obra de Costantino es ella misma, como sucede con Orlane, que exhibe como un work in progress su rostro sometido a sucesivas operaciones de cirugía estética. Es también autorreferencial la obra de Cindy Sherman (Nueva Jersey, 1954) construida a partir de autorretratos tomados en posturas, ropajes y actitudes diferentes, en los que adopta identidades que remiten a las personas comunes, mujeres banales o íconos de la pintura universal.
La última cena de Leonardo da Vinci, cita obligada de la cultura occidental, dio lugar a la serie La cena, la obra más reciente de Nicola. Luego del ritual, la enorme fotografía escenográfica de la mesa vacía se abre para dejar al descubierto el cuerpo desnudo de la artista, la blancura hipnótica yacente sobre una bandeja de plata.
Arquitecto, activista y cocinero
En los años setenta, cuando en el Soho neoyorquino solo existía un restaurante conocido, Fanelli s, Gordon Matta-Clark inauguró un espacio donde se mezclaban de manera irreverente lo comestible, lo visual y lo conceptual. El lugar se llamó Food y allí Matta-Clark concretó su fantasía de comunión culinaria. Invitaba a sus amigos artistas a cocinar y los sentaba luego a la mesa como en un paladar de La Habana. Poco a poco, sin proponérselo, Matta-Clark logró que la tribu del arte de Manhatann hiciera de Food su centro de operaciones; así, la aventura gastronómica terminó siendo la excusa para la reflexión y el intercambio de ideas. Gordon tenía su plato preferido: una mezcla de osobuco, rabo de toro, ancas de rana y souvenirs de los clientes. Esta boutade gourmet podría ser el antecedente de la cocina experimental de Ferran Adrià, que lo hizo merecedor de un lugar en la última Documenta de Kassel como único artista español invitado. El cocinero transformó el convite en una invitación para que dos visitantes por día fueran a comer a El Bulli, su restaurante catalán. Un lujo: hay que reservar con meses de anticipación, pagar sumas siderales y esperar a que el gran Adrià entregue en bandeja su última obra de arte.
FICHA Imágenes de La cena, de Nicola Costantino, en Ruth Benzacar (Florida 1000), hasta el 14 de junio.