A fines de 2019, estudiantes de distintas carreras de la Facultad de Artes de La Plata encontraron un aviso clasificado para alquilar una mansión histórica, que convirtieron en una usina creativa
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LA PLATA.- En una vieja casona patrimonial deshabitada un grupo de jóvenes conformó una singular comunidad artística que, pandemia de por medio, lleva cuatro años de vida y convirtió el lugar en una verdadera usina cultural; un espacio abierto a la deriva y la exploración cuya rica historia se reveló como una caja de sorpresas e inspiración.
La Marilyn. Mansión de artistas, se activó a fines de 2019 cuando una decena de estudiantes avanzados de distintas carreras de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata encontraron en un aviso clasificado la oferta de alquiler de un caserón en dos plantas ubicado en la zona del Paseo del Bosque donde funcionan varias facultades y a pocas cuadras de la estación del ferrocarril.
No los unía el hippismo y sus banderas psicodélicas como en aquel recordado antecedente que, también en la ciudad de las diagonales, fue la Cofradía de la Flor Solar, la primera comunidad de artistas de los márgenes que concibieron una nueva forma de vivir y crear colectivamente que dio a la escena cultural argentina figuras como el periodista y escritor Miguel Grinberg; el artista plástico Ricardo “Rocambole” Kohen; o guitarristas como Juan Fernando “Kubero” Díaz o Guillermo “Skay” Beillinson. A distancia prudencial de muchos de aquellos postulados sesentistas, los chicos de La Marilyn comparten, sin embargo, la búsqueda de un espacio libre para la creación. Podría decirse que La Plata conserva esa tradición y sigue siendo, en ese sentido, una cantera fértil para el mundo del arte en sus más variadas manifestaciones.
El grupo de La Marilyn, integrado por futuros realizadores audiovisuales, actores, músicos y productores, tuvo su origen en la filmación, un año antes, de un cortometraje de ciencia ficción en un basural en la localidad bonaerense de 9 de Julio y se habían entusiasmado con la idea de mantenerse unidos y seguir trabajando juntos.
–¡Esto es increíble! –, exclamó Germán López (27 años), músico y a punto de graduarse en Artes Audiovisuales, cuando el empleado de la inmobiliaria abrió el portón del acceso principal a la vivienda ubicada sobre la calle 47 entre 115 y las vías del tren. A medida que recorrían la propiedad los jóvenes no paraban de imaginarse las cosas que allí podían hacer. La casa, con indisimulables reminiscencias góticas, cuenta con un total de doce habitaciones incluyendo el recibidor, un amplio salón comedor coronado con un vitral con escena lacustre; una biblioteca cuyas paredes están revestidas por muebles de madera empotrados; además de tres baños, una cocina y una escalera de estilo victoriano que lleva a la planta superior donde están la mayoría de los siete dormitorios y un sublime balcón semicircular se asoma al jardín enmarcado por una pérgola y tapizado por una vigorosa hiedra, en el que sobresale, fecundo, un árbol de paltas.
“Apenas entramos nos dimos cuenta de que en el lugar había una energía muy especial. Antes que nada era una locación perfecta para hacer cine y fotos, pero también para permitir que cada uno de nosotros pudiéramos aquí desarrollar nuestro arte”, acota Agustín Giraudo (27 años), actor, director de actores y profesor de psicología, uno de los más antiguos habitantes de La Marilyn.
Después de hacer cálculos se convencieron de que reuniendo el dinero que cada uno empleaba por mes en el alquiler pequeños departamentos les alcanzaba para cubrir el de la casona y hasta les sobraba dinero. Después de un mes de negociar el precio con la inmobiliaria lograron firmar el contrato y mudarse. En un primer momento se enfocaron en poner en condiciones el lugar: cambiaron artefactos eléctricos, adecuaron el sistema de calefacción y, entre otras cosas, desmalezaron la espesura que había ganado el parque. Enseguida florecieron las primeras iniciativas. Con una dinámica autogestiva el grupo empezó por organizar pequeños encuentros de teatro, ciclos de cine, conversatorios, ferias y exposiciones de arte. Luego ofrecieron una serie de talleres de actuación, dirección de arte, fotografía. Como la mayoría estaban ligados al cine la idea de crear una productora audiovisual circulaba entre ellos casi naturalmente. De pronto, sobrevino la pandemia de Covid-19 y la cuarentena obligatoria los condenó -como a todos- al encierro. En ese contexto maduró una dinámica convivencial que los llevó a consolidar vínculos y a acordar formas de organización. Entonces, el proyecto de la productora cobró cuerpo. La bautizaron La Marilyn el mismo nombre que habían dado a la casa, surgido de un juego de palabras en asociación con la banda metalera liderada por Marilyn Manson.
“El tiempo de la pandemia fue difícil porque al principio nos obligó a adaptarnos a vivir las 24 horas juntos y tuvimos que establecer una austeridad casi socialista para sobrevivir y, sobre todo, para poder pagar el alquiler”, cuenta Giraudo, para quien, “fue precisamente eso lo que nos hizo crecer y enfocarnos en lo que queríamos desarrollar”, señala.
El staff de la casa es variable y es normal que haya una permanente rotación. Chicos que se van, otros que llegan y una base que permanece. “Somos como una especie de sitcom donde hay personajes que entran y salen según va la vida”, bromea Johanna “Yoji” Villar (32 años), actriz y poeta. Sus hermanos Santiago (28 años) y Joaquín (25), dedicados a la gastronomía, también residen en la casa y son los encargados de elaborar la propuesta culinarias de los eventos.
Caserón con historia
A poco de ocupar La Marilyn, llena de puertas de madera con vidrios esmerilados y recovecos que invitan a la exploración, sus nuevos habitantes quisieron conocer algo sobre la historia del lugar. Lo primero que supieron fue que en el barrio, los viejos vecinos la conocían como “la casa de las arañas” ya que allí vivió, durante más de cuatro décadas, el entomólogo Max Birabén, un apasionado estudioso del rico mundo de los arácnidos. Su esposa, María Isabel Hyltón Scott, fue la primera mujer zoóloga experta en moluscos -malacóloga- de Argentina. La inquietud por develar los rastros de un pasado que presentían llenas de misterio los llevó a hacer nuevas averiguaciones. Hasta fueron al Museo de Ciencias Naturales donde conocieron sobre las aventuras de Max e Isabel en sus intrépidas recorridas por la geografía argentina para producir una taxonomía de insectos que se encuentran narradas en varias semblanzas y textos científicos.
Un día en el que habían montado una obra de teatro entre los asistentes estaba Joan Khoury quien al finalizar la función se presentó ante los moradores de la casa. Era, nada menos que el bisnieto de los Birabén, hijo del propietario Marcelo Khoury Biraben. Joan les contó que, según los relatos familiares, en una de las pequeñas habitaciones del fondo vivió durante una temporada el pintor holandes Stephen Koek-Koek, integrante de una dinastía de artistas holandeses, que, según se dice, conformaron la más grande familia de artistas de la historia, y a quien habrían alojado a cambio de que hiciera tareas de jardinería y que durante su estancia se dedicó a pintar muchas obras. Si bien resulta difícil de corroborar, sí existen registros del paso del artista por La Plata, donde en 1927 expuso en los salones del Jockey Club. De vida bohemia Koek-Koek, cuyas obras se cotizan en miles de dólares, deambuló por Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile donde, ganado por el alcohol y las drogas fue hallado muerto el 20 de diciembre de 1934.
Pero lo más alucinante que descubrieron al hurgar en el linaje familiar de los Birabén fue la historia de un hermano de Max, llamado Alfredo pero más conocido por su nombre artístico: Barry Norton, que brilló en el mundo de Hollywood como actor de cine participando en más de setenta películas. Entre muchas otras participó de la versión de Drácula hablada en español dirigida por George Melford y hasta habría sido extra en Casablanca, emblema del cine hollywoodense. En 1923 Alfredo había viajado a Nueva York para asistir a la mítica pelea de boxeo entre el argentino Luis Firpo y el nortemericano Jack Dempsey. Tras el combate decidió quedarse un tiempo. Al principio fue muy duro hasta que la actriz Pola Negri lo contrata como asistente y gracias a ella consigue su primer papel en la pantalla grande.
“Encontrar esa relación entre nuestros perfiles y la historia de la casa fue algo muy impactante. Son relatos que nos deslumbraron y nos llevan a estar todo el tiempo fantaseando cosas que pudieron pasar en la casa que para nosotros es un lugar muy motivador, ideal para la creación artística”, sostiene Flo Nutopia (28 años), vestuarista y escenógrafa.
En acción
En 2020, luego de iniciada la cuarentena obligatoria, llevaron adelante un primer experimento de programa radial-televisivo en cuatro capítulos con entrevistas a cineastas independientes que filmaron en la biblioteca de la casa que se llamó Cinerama y se emitió por la señal Vorterix Bahía Blanca, ciudad de la que son oriundos varios de los moradores de La Marilyn.
A medida que la pandemia fue cediendo la casa empezó a nutrirse de actividades: encuentros de cine, sesiones de fotos, seminarios de actuación, presentaciones de discos, ferias de artesanías. A su vez el grupo de La Marilyn emprendió sus propias realizaciones audiovisuales. En octubre de 2021 año llegó la producción de Trance, un cortometraje de terror con temática de vampiros que participó en el festival Rojo Sangre de Buenos Aires y luego se fue de gira a Holanda, Reino Unido y Bolivia. Y el último año produjeron y rodaron el videoclip Mueve para la banda de rock Simbio, que integra Julían Rossi (29 años), un músico que durante un tiempo vivió en La Marilyn, donde llegó a montar su propio estudio de grabación.
Hoy están abocados a acompañar a German para terminar su tesis de producción y así pueda graduarse como licenciado en Artes Visuales y apuestan a seguir avanzando en la consolidación de la productora difundiendo sus creaciones a través de las redes en una home page que acaban de lanzar.
Entre tanto, los inquietos habitantes de La Marilyn comenzaron a interiorizarse por la situación de las casas antiguas de la ciudad, una problemática largamente desatendida por las autoridades. Así, entraron en contacto con la Red de Casas Patrimoniales de La Plata, un nucleamiento que vincula a casas antiguas y con historia de la capital bonaerense que pugna por la preservación del patrimonio urbano de la ciudad. Ahora se encuentran produciendo materiales audiovisuales para generar un registro como un aporte para la Red de Casas con el objetivo de concientizar sobre la importancia de este acervo cultural. “Nosotros vemos que la gente joven que viene por algún motivo a La Marilyn queda flasheada con el lugar, pregunta cosas, quiere saber más y eso nos hizo pensar que teníamos que involucrarnos en el tema más allá de que no seamos propietarios”, cuenta Agustín.
Los lazos en la casa se vuelven intensos; al punto que dos de sus integrantes terminaron dando el sí en el Registro Civil el pasado 17 de diciembre. Yoji y Agustín se habían conocido años atrás en las aulas estudiando psicología. Ambos hacían teatro y así se reencontraron y él la invitó a sumarse a la casa. Después de convivir unos meses decidieron casarse. Como no podía ser de otro modo, la unión se selló con una celebración en La Marilyn que consistió en una original ceremonia espiritual performática en la que hubo música, actuaciones y tocaron cinco bandas. Al día siguiente varios de los asistentes que habían pernoctado en la casa siguieron celebrando: Argentina había salido campeón del Mundo en Qatar.
Para Minerva Camiletti (30 años), artista plástica y la última en sumarse a la casa, “se trata de vivir la experiencia, que es potente y te modifica”, dice; y agrega: “hay una conexión muy fuerte entre nosotros y eso realimenta un ambiente muy creativo”.
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