La Manzana de las Luces recuperó el blanco de su fachada original
En el marco de un programa de restauración impulsado por el Ministerio de Cultura de la Nación, el histórico edificio fundacional de Buenos Aires ahora luce impecable y con el tono de la época colonial
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Todo empezó acá: la primera biblioteca, la primera sede de la Universidad de Buenos Aires, el primer museo... La Manzana de las Luces es la madre indiscutida. A solo 200 metros de Plaza de Mayo, el cuadrante delimitado por Alsina, Moreno, Bolívar y Perú es un oasis de silencio compacto, de esos que impone el peso de la historia. En enero de 2022 comenzó un trabajo de restauración para revalorizar el patrimonio, a cargo del Ministerio de Cultura de la Nación. Gracias a esta obra, el edificio de la Ex Procuraduría, testigo vivo de la época colonial, recuperó la juventud.
“Se hicieron muchos cateos para ver cuál era el revoque exacto y lograr una reconstrucción”, dice Patricia Cárcova, arquitecta a cargo de la restauración y asesora de la Dirección general de infraestructura del Ministerio de Cultura de la Nación. “Este proyecto comenzó con la gestión del ministro Tristán Bauer, pero en el medio sobrevino la pandemia. Ya terminamos la obra en la Ex Procuraduría; esperamos terminar la de las Ex Casas Redituantes [Moreno y Perú] entre marzo y abril. Hemos dado un gran paso y seguiremos trabajando en la recuperación y puesta en valor de nuestro patrimonio”.
A fines del siglo XVII los jesuitas se instalaron en la actual Manzana, donde construyeron su residencia, además de la Iglesia de San Ignacio y un colegio (el actual Nacional Buenos Aires). Los religiosos desarrollaron una extraordinaria actividad de enseñanza hasta el momento de su expulsión, en 1767. El gobernador Vértiz, único virrey nacido en América, consiguió la autorización para crear una universidad. Sin embargo, la fundación de la UBA se concretó recién en 1821. La Facultad de Ciencias Exactas funcionó durante 150 años en La Manzana de las Luces y fue sede de la trágica noche de los Bastones Largos. Luego de la demolición de la facultad, el terreno funcionó como estacionamiento. La restauración tiene también una dimensión simbólica: desenterrar esta parte de la historia.
Los obreros van y vienen bajo el rayo del sol. “Somos alrededor de 40 personas trabajando”, dice Cárcova. “Cuando se interviene patrimonio histórico, los procesos son más lentos; antes de hacer cambios hay que consultar expertos”.
Es evidente que no es una obra cualquiera. “Cuando levantaron el piso, los albañiles encontraron una especie de círculo de ladrillos”, relata la arqueóloga Sandra Guillermo. “Tuvimos que frenar el trabajo para hacer una excavación con estudiantes de arqueología de la facultad de Filosofía y Letras. Resultaron ser estructuras subterráneas del siglo XIX: una cisterna, un pozo ciego y una bóveda donde iba el agua; todas estructuras vinculado al desagüe cloacal de la época. Todavía tenemos que seguir excavando. Es un hallazgo sin precedentes; la vorágine de la obra suele romper las piezas antes de que se puedan estudiar”.
Gustavo Blázquez, antropólogo y actual director del Complejo Histórico Cultural Manzana de las Luces, recuerda: “Cuando llegamos [en 2019] la Manzana era utilizada como un depósito de materiales. Encontramos fibra de vidrio, que es cancerígena, latas de pintura, cemento, cal, lijas vencidas... Había tres salas de teatro a medio derrumbar cubiertas de escombros”.
Blázquez trabaja buscando el equilibrio entre el cuidado del lugar y el disfrute del espacio. “Por ejemplo, los túneles son una de las ‘atracciones’ que el público reclama. Pero están cerrados porque son construcciones precarias que tienen muchos siglos. Se abrieron al público en 1984 sin haber hecho ningún estudio serio acerca de la sustentabilidad de las visitas; es decir, cómo altera el tránsito el patrimonio. Para que sean accesibles desarrollamos una aplicación que permite hacer un recorrido virtual. Siento una gran responsabilidad de cuidar esta joya”.
Durante el verano se pueden visitar dos exhibiciones y por las noches, ver películas argentinas en el patio bajo las estrellas. “El patrimonio está vivo”, dice el director.
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