La mala conducta crece en las aulas
El 25% de los chicos tiene problemas
Con distintos matices, en gran parte de las aulas del país los docentes se enfrentan hoy con graves problemas de comportamiento de sus alumnos. De hecho, el último operativo de evaluación que el Ministerio de Educación realizó en 5° y 6° año del nivel medio reveló que el 25% de los alumnos tiene algún tipo de "mala conducta".
Más de 5100 directivos de escuelas reconocieron que uno de cada cuatro estudiantes, en promedio, falta a clase sin justificativo, lleva vestimenta no aceptable, se copia en los exámenes, comete actos de vandalismo, agrede verbalmente a compañeros o profesores, fuma, se droga o tiene una conducta sexual inapropiada, según consta en el estudio.
Los cálculos del Instituto para el Desarrollo de la Calidad Educativa (Idece, www.idece.gov.ar ) del ministerio indican que si esos chicos observaran un buen comportamiento tendrían un 23% de probabilidades de lograr un alto desempeño en los estudios. En otras palabras, romper los códigos de convivencia -terminología que los teóricos prefieren a la palabra indisciplina- es un factor que genera desigualdad en el aprendizaje.
Todos los docentes, directivos y especialistas consultados por LA NACION reconocieron que el problema está aumentando. No se trata necesariamente de casos de violencia extrema, pero sí de hechos que son lo suficientemente frecuentes como para que los docentes tengan que interrumpir las clases, pedir orden o separar a chicos que se pelean en los recreos.
"Era la hora de historia, en 8° año", comenzó su relato a LA NACION, Federico Martín Maglio, docente de una escuela de San Nicolás. El profesor entró en el aula y los alumnos no advirtieron su presencia. Muchos se gritaban entre sí; otros, se empujaban. Una de las chicas insultó al docente y le hizo gestos irreproducibles. A la pregunta de "¿qué está pasando?", la adolescente respondió con más agresión.
La situación llegó al límite y Martín Maglio reaccionó como nunca lo había hecho en sus casi 19 años de docencia. "Me asombré de mí mismo. ¡Insulté a una alumna! Me sentí mal. Jamás me había pasado. Perdí la calma. La situación repetida diariamente me sobrepasó", agregó. No es un caso único.
Menos amonestaciones
En la escuela, de alguna manera, se reflejan los problemas que vive la sociedad. Y, como parte de una crisis social y familiar, tiene que enfrentar nuevas exigencias: "Además de brindar conocimientos, tiene que ofrecer otra formación como persona y como ciudadano", explicó a LA NACION, Pilar Pozner, coordinadora del Programa Nacional de Gestión Institucional del Ministerio de Educación.
Son muchísimos los factores que conforman este escenario complejo. Por un lado, en un momento económico difícil, los chicos no asocian el estudio a una posibilidad concreta de progreso. Por otro, se produjo en los últimos años una irrupción de nuevos alumnos en el secundario, consecuencia de la ampliación de la matrícula.
Especialistas y docentes consultados reconocieron que hay otras razones como el problema de poner límites a los chicos: "Cada vez es más difícil porque el límite está diluido -dijo a LA NACION Javier Castagnola, director del Instituto La Salle, de Florida-. Hay mucho gris entre lo que está bien y lo que está mal".
"Lamentablemente, hoy los límites están desdibujados, casi no existen -sostuvo Maglio-. Se han relativizado los valores de la sociedad. La política centrada en la contención del alumno hizo que los docentes estemos con las manos atadas en cuanto a las reglamentaciones".
"Los chicos hacen cosas con más desparpajo, sin intentar ocultar la situación. Es como si no les interesara el castigo que puedan recibir", dijo Silvio Giangreco, profesor de matemática en una escuela de Avellaneda y en otra de Dock Sud.
Giangreco, que trabaja con los alumnos de bajos recursos, aclaró. "Los chicos manejan códigos muy distintos a los de uno, hasta en cosas elementales como en el saludo. Cuando uno reacciona con una sanción, no entienden y preguntan por qué", agregó.
Pero, ¿qué hacer? ¿Cómo tienen que ingeniársela los docentes para pararse frente a un aula en la que, además de la dificultades de la transmisión de conocimientos, se agrega el mal comportamiento de los chicos?
En muchos colegios, tanto privados como públicos, se observa una tendencia: mientras las amonestaciones y las sanciones van quedando en desuso, ahora optan por formar "consejos de convivencia".
Se trata de grupos en los que docentes, directivos, alumnos y padres establecen normas, se busca solución para los conflictos y se toman diversos compromisos en cuanto a la vida en común en el colegio.
En esos consejos, por ejemplo, se tratan casos de estudiantes que transgreden las pautas de convivencia. "No es un tribunal -aclaró Norma Zorzoli, rectora de la Escuela N° 13 Tomás Espora, de Liniers-. La metodología es la participación de los chicos; se trata de concientizarlos."
Sistema que funciona
Para contrarrestar una falta, se puede pedir a los alumnos que realicen una acción concreta, como reparar el colegio o ayudar con alguna tarea administrativa. "Cuando algo sucede, el consejo se tiene que reunir de inmediato -explicó Zorzoli, a cuya escuela asisten chicos de bajos recurso con cuadros familiares complejos-. El mismo chico comprende que hay un encuadre normativo; no hacen falta los gritos o los discursos autoritarios."
En este sentido, en septiembre último, la Ciudad de Buenos Aires reglamentó la ley N° 223/99 que estipula la creación del Sistema Escolar de Convivencia, una práctica que ya se puso en marcha en muchos establecimientos.
Pero también los colegios privados se sumaron a esta metodología. "La convivencia no es un tema azaroso; no es algo que pensamos sólo cuando tenemos problemas. Creemos que es altamente educativo", comentó Diana Grimbe, rectora de la Escuela ORT N° 2, del barrio porteño de Núñez.
"El consejo está funcionando para aquellas situaciones más complicadas, que son mínimas en el año -explicó-. Estamos trabajando con acciones reparadoras de orden social. La única forma de aprender los valores de la convivencia es haciéndolos."
En el La Salle, donde asisten 3000 estudiantes, todos reciben un papel escrito en el que figura la normativa y el marco axiológico en el que se basan. "Con los consejos de convivencia bajó el nivel de conflicto", reconoció Castagnola.
Según el pedagogo Julio Labaké, "se ha roto un modelo social válido. Socialmente, todo vale y no aparece la recompensa mínima que le dé al chico la idea de que vale la pena comportarse correctamente".
Y, siempre según el especialista, los mejores resultados se consiguen cuando, "de alguna forma, la familia se integra con la escuela, porque aparece entonces un modelo social, un referente".
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