La literatura argentina da la vuelta al mundo
No imaginaba la escritora Claudia Piñeiro que relatos como Tuya o Las viudas de los jueves despertarían un día la admiración de curiosas lectoras del mundo árabe. Tampoco Ariana Harwicz que su novela Matate, amor se convertiría en bestseller en Italia, ni el propio Roberto Arlt, quizás, que 80 años después de su muerte se posicionaría como uno de los argentinos más traducidos.
El libro de arena, de Jorge Luis Borges; Zama, de Antonio Di Benedetto, y La pesquisa, de Juan José Saer, se publicaron este año, respectivamente, en tailandés, albanés y búlgaro; y obras contemporáneas destacadas como El nervio óptico, de María Gainza, traducida a más de una decena de lenguas, puede leerse en nuevas ediciones en griego, sueco, inglés y francés.
Argentina destaca en la región por sus traducciones, canalizadas en su mayor parte por el Programa SUR del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, que cumple este año su décimo aniversario con más de 400 autores locales traducidos a 45 idiomas de cincuenta países y un total de unas 1.400 obras editadas en lenguas extranjeras.
El programa otorga subsidios máximos de 3.200 dólares para traducir textos a cualquier idioma y concede unas 150 ayudas cada año, solicitadas sobre todo por editores de fuera. Desde su puesta en marcha en 2009 como propuesta del Comité de la Argentina como invitada de honor a la Feria del Libro de Frankfurt, SUR -sobre cuya continuidad deberá pronunciarse el Gobierno entrante- invirtió más de 3,5 millones de dólares y en 2010 fue declarado política permanente de Estado.
El abanico de géneros, estilos y autores que abarca es de lo más variado: desde las obras de Borges, Sábato o Alfonsina Storni y títulos emblemáticos como Facundo, Rayuela u Operación Masacre, a lo más contemporáneo. Imaginarse a Borges leyéndose a sí mismo en croata o en hindi es una estampa que al propio escritor políglota y universal hubiese entretenido, al igual que entusiasma la de una Mafalda que ya despliega sus elocuencias en guaraní.
Alejandro Dujovne, investigador del CONICET y editor miembro del Comité de selección de SUR, recalca que los nombres apoyados por el programa y la creciente diversidad de lenguas a las que se traducen reflejan su relevancia. "Cortázar, Piglia, Borges, Piñeiro, Aira y Saer son los más solicitados por las editoriales extranjeras pero también otros autores, muchos de ellos jóvenes que, en parte así, adquieren mayor presencia en la escena internacional".
Sobre el mapa global de intercambios literarios e intelectuales, Dujovne aclara: "El inglés es la lengua dominante, con un 60% de las traducciones mundiales. Le siguen el francés y el alemán, con un 10% y, de lejos, el castellano. A eso le añadimos la posición muy secundaria que detenta Argentina respecto de España en términos editoriales. Ante estas asimetrías, un programa como SUR resulta fundamental".
Si bien son escasos los datos sobre el volumen total de traducciones de obras argentinas, SUR representa la mayor ventana de proyección para los autores locales. Permite instalar a nombres de fuerte viabilidad comercial tanto como a producciones intelectuales de nichos específicos.
Entre los títulos traducidos en el último año, figura la poesía completa de Alejandra Pizarnik al portugués; Asedio a la modernidad, de Juan José Sebreli, al francés; Los invisibles, de Lucía Puenzo, al alemán; La mano del pintor, de María Luque, al portugués, y La ciudad ausente, de Ricardo Piglia, al húngaro.
Italia lidera, con diferencia, las traducciones de obras locales, con 194 títulos en diez años. Con la mitad, le siguen Francia y Alemania, además de Brasil, Bulgaria y Estados Unidos, con una media de medio centenar. Por detrás, República Checa, Reino Unido, Grecia, Israel y países de Europa del Este, entre otros.
¿Por qué es Italia el primero de la lista? Diego Lorenzo, funcionario y coordinador del programa, explica que interviene la afinidad cultural y un dinamismo propio del mercado italiano, "uno de los que más importa traducciones en Europa y que reacciona muy rápido a cuestiones sobre la ampliación de derechos civiles", señala. Como ejemplo, el caso de Yo nena, yo princesa, de Gabriela Mansilla, bestseller en ambos países.
Las cerca de 200 sedes diplomáticas argentinas del mundo y las ferias del libro son la ventanilla de promoción del programa ante editores y traductores a la hora de detectar interesados en publicar literatura nacional. En 2013, tras la presencia de Argentina en la Feria de Beijing se tradujeron en China obras de Samanta Schweblin, Bioy Casares y Eduardo Sacheri.
Sobre el particular intercambio con Europa del Este, Diego Lorenzo atribuye en parte la dinámica a un fenómeno global. "Cuanto más pequeño es un capital literario nacional, más literatura entra de afuera, y para ello aprovechan el programa. En casos como Bulgaria, Serbia o Macedonia, también hay afinidades en el público lector. Lo que gusta acá, gusta allá", matiza el funcionario. Con India, Corea del Sur, Malasia o Nigeria el trabajo diplomático es clave.
Otras traducciones se disparan cuando los derechos de autor pasan a dominio público. Tal es el caso modélico de Roberto Arlt, desde hace poco encaramado "dentro del ABC de la literatura argentina: Arlt, Borges y Cortázar, de gran demanda histórica". El Ministerio no suele rechazar peticiones, aunque las ayudas varían.
La Cancillería destaca que existe un conocimiento internacional relevante de la literatura local. Como ejemplo, la reiterada petición de traducción de autores como Claudia Piñeiro para el mercado árabe.
La escritora recuerda su visita a El Cairo el año pasado. Al presentar sus libros frente a numerosas mujeres vestidas con atuendos tradicionales, la autora pensó: "¿Cómo será para ellas leer Las viudas de los jueves o Tuya, que transcurren en una sociedad probablemente muy distinta a ésta?". La respuesta la sorprendió cuando las lectoras le confesaron que se sentían identificadas con ambos libros "debido al rol de la mujer en esos países y por cómo los poderosos se apropiaban de determinados lugares y manejos en la sociedad". Este año, Piñeiro recibió una llamada del embajador argentino en Azerbaiyán para notificarle que tradujeron su libro Una suerte pequeña al idioma local. "Es casi imposible llegar a esos lugares y eso implica que te invitan a viajar y que empieza a circular el libro. SUR es fundamental para obras que de otro modo no se traducirían, ya que el costo de una traducción, sobre todo en tiradas chicas, es alto", señala.
Por géneros, los subsidios se han destinado mayoritariamente a novelas (450), libros de poesía y cuentos (unos 100 en cada caso), obras de dramaturgia, antologías, historietas, ensayos, literatura infantil, biografías y, entre otros, a textos de investigación. Abarcan clásicos de los siglos XX y XXI, y la mayoría son escritos de autores vivos, entre los cuales algunos padecieron el exilio, como Juan Gelman o Martín Caparrós.
Julio Cortázar encabeza la lista de los más traducidos con 41 registros, seguido de Arlt (29), Piglia (28), Borges (25), Aira (22), Claudia Piñeiro (20), Saer, Walsh, Liniers, Sacheri, Bioy Casares, Ana María Shua, Rafael Spregeldburd, Samanta Schweblin y, entre otros, Alan Pauls.
Schweblin considera que SUR "es una ayuda enorme para la circulación de literatura argentina en el mundo, hace la diferencia". En su caso, le ha permitido viajar a festivales de Inglaterra, República Checa, Italia, Serbia y otros destinos, donde "cada dos por tres" se encuentra con traducciones de argentinos financiadas a través de la iniciativa. "Por lo general son buenas traducciones y la curaduría con la que se hacen las elecciones de autores, traductores y editoriales es muy buena", remarca.
Ariana Harwicz, cuya obra Matate, amor se puede leer en 15 idiomas, coincide con Schweblin: "El programa es indispensable para los autores contemporáneos y decisivo cuando somos traducidos por editoriales pequeñas o emergentes. Mis experiencias han sido siempre interesantísimas. En muchos casos, como al hebreo o al inglés, la suerte de la traducción dependía del programa". La autora ve "muy interesante lo que pasa con la literatura local en el exterior: es un género propio que se abre camino".
De la difusión fuera de parte de la obra de Harwicz y de otros argentinos como Jorge Consiglio, Selva Almada, Luis Sagasti y Gabriela Cabezón Cámara, se encarga la editorial Charco Press, creada en Escocia en 2016. "La idea era llegar al mercado anglosajón con una idea renovada de la literatura latinoamericana de hoy", explica su fundadora Carolina Orloff. Sobre SUR, apunta: "El proceso de solicitud es impecable y representa uno de los subsidios a la traducción más importantes del mundo. Es crucial y funciona con total eficacia. Es el mejor programa de la región".
El sello Tusquets del Grupo Planeta también aplaude la propuesta. "No existen casi programas de difusión de autores locales, por eso es de gran ayuda", valora la editora Paola Lucantis. En 2018, se tradujeron de este sello con SUR El que mueve las piezas, de Ariel Magnus, y Doble fondo, de Elsa Osorio, al portugués; Cría terminal, de Germán Maggiori, al francés; Los invisibles, de Lucía Puenzo, al alemán, y Dark, de Edgardo Cozarinsky, al macedonio.
Para el joven escritor Michel Nieva, cuya obra ¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos? se editó este año en búlgaro, también es "fundamental" el apoyo institucional para difundir la cultura argentina en países a los que difícilmente llegaría. "Me escribió un búlgaro especialista en ciencia ficción y literatura latinoamericana interesado en traducir mi libro y se contactó con el programa. Al libro le fue bastante bien allá, se presentó en la Feria del libro de Sofía y permitió difundir otras obras de literatura gauchesca a las que el texto hace alusión", señala el autor. "Casi todos los países preocupados por la cultura tienen planes similares", opina.
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