"La izquierda naufragó, pero resiste"
El autor presenta su biografía del revolucionario Pancho Villa y vaticina el regreso del heroísmo
Pancho Villa revive en la pluma de Paco Ignacio Taibo II, un escritor que lo cuenta todo con esa monumentalidad tan mexicana. Su Pancho Villa. Una biografía narrativa (Planeta) es un volumen de casi 900 páginas en las que el autor desbroza las falsedades, pule los datos verídicos, explica las versiones contrapuestas y revela, en definitiva, al mayor mito popular mexicano.
Villa fue un hombre con reglas sagradas a pesar de vivir a los tiros, dice el autor en una charla con LA NACION, durante la cual queda claro que aún sigue fascinado por el personaje, que hace un mes lo sumergió en una gira latinoamericana. Quien no haya nacido en esta región leerá como ficción la historia de Villa -uno de los principales caudillos de la Revolución Mexicana de principios del siglo XX-, jalonada por acontecimientos increíbles.
Paco Ignacio Taibo II, hombre de izquierda e hijo de un exiliado de la Guerra Civil Española, dice que cuando los ecos de esta biografía se apaguen pondrá las manos en una historia sobre "la batalla de El Alamo, para derribar el último bastión de la épica norteamericana".
-¿Por qué Pancho Villa?
-Porque me persiguió durante años, dándome pataditas en la cama mientras me decía: "¡Cuéntame!". Porque a los mitos hay que mirarlos a la cara y contarlos bien. Porque es uno de los más grandes personajes de la historia de América latina. Es la venganza popular contra el abuso y el agravio. Es un personaje de una intensidad total, tan loco, tan rico que nunca te lo acabas de creer y se deja contar más allá de la ficción, porque ésta lo debilita.
-¿Qué fue lo nuevo del material que reunió?
-Mientras iba poniendo en orden toda la información, a partir de cientos de fuentes directas acumuladas durante muchos años, me fascinó la coherencia del personaje. Y de pronto, en mitad de esa coherencia, los destellos. Por ejemplo, descubrí que Pancho Villa no era alcohólico, sino que odiaba las cantinas y el alcoholismo. Decía que éste era uno de los grandes males de los pobres mexicanos. Le gustaba beber malteadas de fresa, que son las famosas milkshakes . Eso era muy contradictorio con su imagen de macho, revolucionario, con dos pares de cananas (pistolas) y sombrero que jamás se quitaba. Imagínate a Pancho Villa en una cantina de El Paso, Texas, pidiendo: "Deme una malteada de fresas". No te lo crees. Se casó 27 veces y dos lo hizo con la misma mujer, porque se le había olvidado. Descorchaba a tiros botellas de cerveza a 50 metros de distancia y hasta vendado podía encontrar agua. Lo primero que piensas es que se trata de una hipérbole literaria. Pero Villa fue un personaje legendario y te desloma de felicidad. Su vida es pura épica. Hablaba con palabras inventadas y neologismos y tenía una ortografía marciana. Fue un hombre con cero educación y ni un día de escuela, pero cuando gobernó Chihuahua construyó 51 escuelas en un mes y a sus 30 hijos les dio educación.
-¿Cuál es la moral de Villa?
-Fue un bandolero de los 13 a los 30 años. Fue asaltante, ladrón de caballos y vacas, pero la iluminación de San Pablo en el camino a Damasco le llegó a los 30 años con la revolución. Tenía estas reglas: si das tu palabra, la cumples; a un compadre nunca lo traicionas; a las viudas hay que protegerlas y a los huérfanos hay que educarlos. Este "hiperbásico" se transformó cuando se convirtió en revolucionario y le agregó: "A los oligarcas hay que romperles el culo a patadas". Pensaba que había que destruir el poder de la oligarquía, que es muy envenenado y ha convertido a los pobres en gente muy agraviada por el abuso. A la vez, es el gran mito popular mexicano.
-¿Qué hay de las biografías anteriores?
-Tres de esos biógrafos fueron sus secretarios, a los que Villa les dictó. Había una leyenda negra, de sus enemigos, y otra blanca, de sus seguidores. Además, cada vez que contaba una historia Villa la mejoraba, como buen narrador oral. Contó la muerte de su madre de tres maneras distintas. Tuve que separar la leyenda de la realidad.
-¿Y qué pasa cuando la justicia es sustituida por la venganza?
-La venganza es la forma de justicia cuando ésta no existe. Villa representa la venganza contra el abuso de poder.
-¿Y cuando existe justicia?
-La venganza se diluye porque se ejerce a través de la justicia. Vengar un agravio es repararlo.
-Ese es un enfoque romántico.
-¿Tienes algo en contra? Me gustan los enfoques románticos, y cada vez me gusta menos el posibilismo pragmático.
-Del México de Villa al actual, ¿qué prevalece?
-Hay 90 años en el medio, una reforma agraria importante, LA NACIONalización del petróleo, la educación superior y una oligarquía perversa pero industrializadora. Permanecen ciertos agravios, la nefasta tentación del fraude electoral, el autoritarismo gatillero expresado en Oaxaca, donde un gobernador dice que hay que matar a los maestros en caliente. Villa hubiera enfurecido. Le hubiera hecho una cruz en la frente y lo buscaría durante 10 años para fusilarlo. Ha crecido además el peso del imperio norteamericano sobre las espaldas de la gente. Villa lo intuyó. Después de ser muy pro norteamericano, en 1916 se volvió antinorteamericano. Dijo que había que cavar en la frontera una zanja de 100 metros de profundidad para impedir a los Estados Unidos entrar en nuestro país. Hay una leyenda que dice que el abuelo de Bush robó la cabeza de Pancho Villa en 1926 (Villa murió asesinado en 1923). Aunque no sea cierto, hay que seguir alimentándola y redoblar las peticiones de que la devuelvan.
-¿Qué pasó con esos mitos?
-Están en la larga distancia. Ya los reencontraremos. Hoy existen los empujadores de carritos en los supermercados, que piensan que la mayor hazaña en la vida es llegar al final de la fila con el carrito lleno y tener una tarjeta de crédito para pagar. Es el sentido de la épica de un sector de la sociedad que ha triunfado. Pero volverá a existir el heroísmo.
-¿Qué le pasó a la izquierda latinoamericana?
-La izquierda ha naufragado, pero resiste. Está tratando de encontrar la isla de Robinson Crusoe, hacia la que vamos nadando. El naufragio ha sido importante. Previo a ello hubo una derrota y una masacre. Ahora nadamos y no está mal, porque es un ejercicio de salud. Y resistimos contra el proyecto neoliberal. Por ejemplo, en Buenos Aires he comprado ahora cuatro libros sobre Rodolfo Walsh, a quien hay que contar mientras estén vivos los testigos, como a Paco Urondo. Hay que contar la gran independencia latinoamericana. Este libro es mi gran aporte al bolivarianismo.
-¿Al estilo Chávez?
-Al estilo de Simón Bolívar. Esto significa que el continente empieza en la Patagonia y termina en los grandes lagos, Hollywood incluido. E incluso las piscinas en Los Angeles nos pertenecen, porque los latinoamericanos somos quienes las limpiamos.