La importancia de llamarse Rothschild
Calidad, historia y prestigio fueron los ingredientes de una millonaria subasta que logró el récord del milenio para una fabulosa colección familiar.
EL mercado internacional de arte no pudo haber tenido un cierre más brillante, luego de una temporada que mostró a los compradores nuevamente activos tras el bajón recesivo de comienzos de los años noventa.
Dos semanas atrás, en menos de tres horas, la rematadora Christie´s subastó en Londres los 224 lotes que habían pertenecido a la rama austríaca de la familia Rothschild por 90 millones de dólares; tres veces el valor estimado por la casa de Bond Street.
La cifra es contundente, pero no hay que llamarse a engaño. Una serie de factores extraartísticos contribuyó para que esa jornada de ventas se convirtiera en una marca histórica para las rematadoras internacionales, como lo fueron en anteriores oportunidades las subastas de los cuadros impresionistas de Antonio Santamarina, las joyas de la duquesa de Windsor o los muebles art déco de Elton John, el cantante preferido de Lady Di.
El apellido Rothschild mueve fortunas, y no sólo porque se trata de la familia de banqueros más conocida de Europa, sino porque alude a buen gusto, calidad y alto coleccionismo. El prestigio de los Rothschild coleccionistas ha sido comparado al de los Médicis, los grandes mecenas del Renacimiento, que contribuyeron al desarrollo de la obra prodigiosa de Michelangelo Buonarroti.
Al mismo tiempo, las colecciones Rothschild llegaron al mercado luego de ser devueltas por el gobierno austríaco, que las tenía en custodia en distintos museos vieneses desde la caída del nazismo.
El valor de una marca
La colección, iniciada por el barón Nathaniel von Rothschild en el siglo XIX, reunía pinturas, armas, platería, muebles y libros seleccionados con un criterio ecléctico, siempre sensible a las piezas excepcionales. Como, por ejemplo, el retrato de Frans Hals, que dominaba el living del palacio ubicado en la Theresianumgasse de Viena. La pintura tenía una estimación de 4 millones de dólares y se vendió en 12,5 millones.
¿Un error de estimación de Christie´s? Poco probable. Por razones obvias, la catalogación de esta colección fue hecha con precisión milimétrica.
Frans Hals nació en Amberes en 1563 y murió en Haarlem, cerca de Amsterdam, en 1666. Fue el más cercano competidor que tuvo Rembrandt, sin llegar a las alturas logradas por el maestro del claroscuro. El retrato que ilustra este comentario fue pintado a comienzos del siglo XVII, lo cual lo ubica en la categoría de los Old Masters, complicada a la hora de la catalogación.
En una obra con tres siglos de antigüedad, el rastro se pierde en el tiempo. Resulta difícil, por no decir imposible, encontrar papeles, estampillas y certificados de fechas tan remotas.
Esta y no otra es la razón por la que los Old Masters suelen tener una cotización muchísimo más baja que la pintura impresionista, por ejemplo. La duda que siembra la autenticidad de una pintura antigua se acrecentó años atrás cuando una investigación en torno de la obra de Rembrandt dictaminó que un alto porcentaje de los cuadros con su firma habían sido en realidad pintados por otros. En cuanto al retrato de Frans Hals, que muestra al oficial Tielemen Roosterman en pose clásica, su procedencia impecable lo exime de toda duda.
La cómoda de Versalles
Un caso distinto es el de la cómoda Luis XVI que el 8 de julio se convirtió en el mueble francés más caro de la historia: estimado en 3 millones de dólares se vendió en 10 millones de la misma moneda. Para empinar la cotización, el mueble tenía argumentos de sobra.
Firmado por el ebanista de María Antonieta, Jean-Henri Riesener, con número de inventario real 2958, fue realizado por encargo de Luis XVI, quien lo recibió en octubre de 1778 en su domicilio de Fontainebleau y lo ubicó en el cabinet intérieur del palacio.
La cómoda, con sus tiradores de bronce y su tapa de mármol, fue retirada de Fontainebleau en 1787 por decisión del rey, y trasladada a su escritorio de Versalles.
Por todas estas razones, el mueble ofrecido en Londres fue declarado de interés nacional por el gobierno de Francia, que abrió una suscripción pública para reunir fondos. Los Amigos de Versalles y la Fundación Versalles cubrieron la mitad del costo, el resto llegó de manos de Madame Pinault, la mujer de François Pinault, el millonario industrial y financista que es el nuevo dueño de la rematadora Christie´s.
El espectacular cierre de la temporada de subastas en el hemisferio norte le debe mucho a la marca Rothschild, pero también a la inmensa repercusión que tuvo en los medios la restitución de las colecciones requisadas por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Como ocurrió con las pinturas de Egon Schiele, demoradas en Nueva York luego de ser exhibidas en el MoMA por reclamo de los herederos de sus dueños originales, los muebles de la familia Rothschild tuvieron una campaña promocional que a Christie´s no le costó ni un dólar. El resto corrió por cuenta de las nuevas fortunas del planeta globalizado que en muchos casos necesitan el brillo de una cómoda de Versalles para legitimar su origen.
El Libro de Horas
LA verdadera sorpresa de la subasta fue el altísimo precio obtenido por el Libro de Horas de la familia Rothschild. El pequeño misal de 67 páginas que está ilustrado con imágenes del Renacimiento se vendió en 13 millones de dólares convirtiéndose en un récord histórico. El libro es considerado una obra maestra única en su tipo. Para los expertos, la única comparación posible es el Spinola Hours, colección Museo Paul Getty, Los Angeles.
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