La Iglesia ante la muerte de Khadafy
Muy crítico de los bombardeos de la OTAN, que durante ocho meses estremecieron cada rincón de Libia, el obispo de Trípoli, Giovanni Martinelli, objeta el modo en que murió Muammar Khadafy, pero entiende los motivos. "¿No había otra manera? ¿Sólo las bombas?" En sus primeras declaraciones tras el modo con el que los rebeldes libios pusieron fin a una dictadura de 42 años, la voz de la Iglesia Católica en Libia describió ayer en Cadena Ser su percepción sobre lo que ocurrió y lo que sobrevendrá en un país en el que muchos tienen sed de venganza.
"Lo que hicieron no está bien. Pero no quiero juzgarlos. Entendemos la sensibilidad de la gente frente a este hombre que causó muchas víctimas, especialmente en los últimos meses", contó Martinelli, que tiene 69 años, la misma edad que Khadafy. Vive en Trípoli hace 40 años y vio de cerca el crecimiento de las ambiciones del dictador, quien actuaba como "inspirado por Dios" y era, en realidad, un "demagogo y mentiroso".
Expresión minoritaria en un país con mayoría musulmana, la iglesia cristiana en Libia desarrolla su acción en hospitales y orfanatos. A ello se sumaron, en esta emergencia, los incesantes llamados humanitarios del papa Benedicto XVI. La fuerte represión a las protestas obligaron al cierre de la ayuda de Cáritas. Martinelli se contactó con la Media Luna Roja y otras organizaciones islámicas para pedir la protección de los templos y conventos y de los fieles que trabajan en los hospitales.
Ya en febrero la Iglesia alertó sobre la situación en Libia. "Cuando un pueblo es oprimido durante demasiado tiempo por un régimen que no respeta los derechos humanos, antes o después estalla", anticipó entonces el presidente del Episcopado italiano, cardenal Angelo Bagnasco. En las últimas horas, la Santa Sede declaró que la muerte de Khadafy "cierra la demasiado larga y trágica fase de la lucha sangrienta para abatir un régimen duro y opresivo" y transmitió su esperanza de que "los nuevos gobernantes puedan emprender lo más pronto posible la necesaria obra de pacificación y de reconstrucción, con un espíritu de inclusión, sobre la base de la justicia y del derecho".
Un camino difícil de transitar, luego de las traumáticas experiencias. "Era realmente terrible. No podíamos dormir. Todas las noches, hasta que amanecía, bombardeos, bombardeos, bombardeos. Fue terrible", describió el obispo de Trípoli, que vio morir a muchos civiles, y hoy todavía se pregunta: "¿No había otra manera?".
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