La historia no-oficial de la muerte de Antonio Berni: ¿y si no se atragantó con un hueso de pollo?
El biógrafo del pintor rosarino cuenta en esta nota las dos versiones del caso: la consensuada por la familia y el mundo del arte, y la otra, que tardó más de veinte años en revelarse; detrás de la última pincelada del artista inmortal
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Y la última pincelada la dio la muerte. Demasiado metafísico para Radiolandia, ¿no? Pero sí, ese fue el título que eligió una de las revistas más vendidas en los kioscos argentinos el 16 de octubre de 1981: “Antonio Berni: Y la última pincelada la dio la muerte”. Terminaba la vida y obra de un pintor que a los 76 años llevaba casi 61 años de actividad entre su primera muestra en el Salón Mary de Rosario y las últimas en el Teatro El Círculo y la galería De Ricardone, en la misma ciudad a orillas del río Paraná donde había empezado todo. Claro que la pincelada tuvo una versión oficial, consensuada entre la familia y el mundo del arte, y otra que tardaría más de veinte años en revelarse.
En marzo de 2005, a través de una suerte de jugada de billar que empezó por una entrevista de Página/12 a Juan José Sebreli sobre la conexión de Berni con el proyecto político del militar condenado a reclusión perpetua Emilio Eduardo Massera, llegué a un geriátrico en el barrio de Almagro. Allí me esperaba Marta Eguren, con una condición: me había pedido que le llevara dos atados de cigarrillos para empezar a hablar de Antonio Berni, con quien había tenido un amorío en los últimos meses de vida del maestro. Mi intención era reconstruir esa relación para el capítulo final del libro Los Ojos -del que acaba de publicarse una tercera edición en Paidós-, menos por completar el mapa amoroso del rosarino que por dar cuenta de la pirueta de la historia argentina que se jugaba en esa relación. Marta, cuyas respuestas erráticas se grabaron bajo el sol de marzo en aquel patio, era la hermana menor de Alicia Eguren, militante revolucionaria a quien la dictadura desapareció el 26 de enero de 1977, arrojándola viva desde un helicóptero al Río de la Plata; la compañera de vida de John William Cooke, el enlace entre Perón y la Revolución Cubana. Había escuchado de parte de Sebreli y de su amiga Gladys Croxatto, quien facilitó el contacto del geriátrico, sobre el departamento donde habían vivido Alicia y Cooke, y donde su hermana Marta organizó un té para que Berni y Sebreli se conocieran. Había escuchado también sobre la belleza de la Eguren menor, quien había cautivado al viejo Jauretche con su danza de la Pavana para una infanta difunta de Ravel. Sebreli la había descripto como una suerte de Venus de la calle Viamonte, punto neurálgico para la bohemia de los años 50.
En el geriátrico Marta quiso ver los cigarrillos (dos paquetes de rubios) y mostrarme sus dibujos. Pájaros, sobre todo, que copiaba de los que se dejaban ver en las ramas de los árboles del patio. Hablábamos, no sin dificultad, de cómo ella y Berni se habían conocido y de la ilusión que esa relación le había despertado después de tener que irse de Buenos Aires tras el secuestro y desaparición de su hermana. Pícara, con el garbo intacto bajo las marcas del tiempo, la Eguren menor decía cosas como “él se mantenía muy potente, no se vaya a creer periodista, eh”, y me pedía que le encendiera un cigarrillo. Por momentos sentía que perdía el tiempo y que la entrevista era apenas un intercambio de palabras siempre a punto de quebrarse. Hasta que la que preguntó fue ella.
-Pobre Berni, ¿sabe de qué murió?
Todos lo sabían. Berni había muerto atragantado con un hueso de pollo. Eso me había dicho su hija Lily antes que nadie y eso había leído en las cronologías de sus muestras a veces traducido como “accidente doméstico”. Eso mismo fue lo que le dije a Marta Eguren. Que ya lo sabía, que Berni había muerto atragantado con un hueso de pollo.
Pero no. Marta Eguren fue la última cita de Berni antes de que tuvieran que internarlo el 3 de octubre de 1981. Se habían encontrado a cenar en un restaurante de Caballito, muy cerca del taller donde el pintor trabajaba y vivía (tras su separación de Silvina Victoria, su tercera pareja), en la esquina de Lezica y Rawson. Y Marta recordaba que comieron lomo y que sí, Berni se sintió mal y se fue al taller para llamar a su médico de cabecera. Ese mediodía en el patio del geriátrico, Marta Eguren todavía sentía remordimiento por no haberlo acompañado aquella noche y recordó haberle dicho que no se dejara meter la mano por nadie. Lo que también dijo Marta Eguren ese mediodía fue que el médico había sido el que había echado a correr la versión del hueso de pollo y sin mayores detalles explicó: “Le metieron una sonda y le perforaron el esófago”.
A partir de ahí la reconstrucción adquirió un renovado vértigo. Si Berni no había muerto de lo que se había dicho que había muerto, pues, tenía que volver una por una a las fuentes para desmentir aquel parte médico del Sanatorio Anchorena reproducido el sábado 10 de octubre por Crónica: “Berni operado. Extraen hueso del esófago; internado en terapia intensiva”. Los primeros que lo supieron fueron los Relman, Rodolfo el poeta y su mujer Susana, médica, con quienes Berni solía cenar los sábados. El domingo 4 de octubre sonó el teléfono de la casa con un llamado desde una clínica de otorrinolaringología en la calle Cangallo. Rodolfo y Susana supieron entonces que el pintor estaba internado. “Me explicaron que tenía esofagitis y que muchas veces se había atragantado, pero había salido adelante con un relajante, pero que esa vez su médico de cabecera recomendó un estudio esofágico. “(…) Le perforaron la pleura, a partir de ahí pierde líquido y bueno… Le pregunta el médico de guardia con quien hablar y nos llamaron a nosotros”. Derivado al Anchorena, terminaron realizándole una traqueotomía.
Volví a Lily, la hija mayor, la que aparece pintada junto a su madre Paule en Los Primeros Pasos. Reconoció que lo del hueso de pollo era algo que se había instalado y que no había tenido sentido discutirlo. Dijo: “Se le cerraba el esófago, entonces desaparecía de la mesa… Nunca supe que hacía, pero aparecía al rato y seguía comiendo. Por eso no sería justo decir que hubo mala praxis. Porque cuando le pasaron el endoscopio, no se sabe si ya tenía una fístula que le pasó el líquido digestivo al pulmón o si se la produjo esa canalización. Eso no se sabe ni se va a saber. Pero claro, fueron dos intervenciones muy seguidas para un hombre de 76 años”.
El 10 de octubre Crónica explicaba: “(…) Pese al hermetismo total del nosocomio, pudo estimarse que la causa de la operación radicó en que Berni se atragantó con un hueso de pollo, el cual provocó problemas de consideración en el esófago. De allí que los médicos que lo revisaron en primer momento hayan optado por la vía quirúrgica (…)”.
Berni entró al quirófano el martes 13 de octubre. Los Relman y su hija Lily fueron las últimas personas de su círculo íntimo en verlo. La intervención le provocó dos paros cardíacos, pero salió adelante. Lily esperaba en la cafetería del Anchorena junto a una prima de Rosario. De la nada la taza de café se le soltó de la mano y fue a dar contra la mesa. Entendió que había pasado algo. Era el tercer paro cardíaco. El knock out. “Bajé las escaleras saltando, como loca, y cuando llegué se había muerto”, recordó en abril de 2005.
Lo velaron en el Centro Cultural Buenos Aires, hoy Recoleta, por una iniciativa de sus amigos pintores para abortar el funeral oficial que pretendía darle el dictador Viola. El cuadro Domingo en la Chacra, que hoy puede verse en Colección Amalita, fue ubicado detrás del féretro.
En el taller de Lezica y Rawson había quedado sin terminar un desnudo de Graciela Amor, la abogada mendocina de la que se había enamorado y a la que le dedicó una suerte de fanzine amoroso con el seudónimo de Antón Perulero que se vio en la galería Jacques Martínez en 2017. El cuadro se conoce como Inconcluso y la modelo recuerda que Berni la llamó muy nervioso desde el taller para decirle que había tenido una sensación extraña. Que sabía que no iba a poder terminarlo porque se iba a morir primero.
Y ahí quedó entonces, en ese desnudo, la última pincelada del artista inmortal.
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