"La historia es una cosa incierta y abierta a disputa"
En su última novela, Ariel Dorfman crea una metáfora del destino de América latina
Ariel Dorfman vuelve feliz de la sesión de fotos.
"Por suerte el fotógrafo sabe qué hacer. A mí me pone nervioso, porque las fotos se quedan con algo de uno, con el tiempo."
-¿Cree que le roban el alma?
-¡No, soy mucho más supersticioso! Además, las tribus tenían razón, les robaron las tierras, que era el espíritu de su cultura.
Este escritor de varios países, como él mismo se define, está en Buenos Aires, donde nació, para presentar Americanos. Los pasos de Murieta (Seix Barral), hoy, a las 20, en la feria. En la novela, escrita originalmente en inglés, se fusionan la historia de Estados Unidos y la de América latina en un territorio común, California, entre los siglos XVIII y XIX, cuando se definen los Estados independientes.
Mientras los pueblos del Sur luchan por su independencia y Estados Unidos se afirma como potencia, aparece el bandolero Joaquín Murieta. La trama se desarrolla a partir de su decapitación; mientras los protagonistas intentan confirmar su muerte, encontrar su cabeza, ronda una voz, un observador que está fuera de ellos y también en su conciencia: un jabón. La irrupción del jabón como narrador es el recurso que enriquece la historia. "Es mi homenaje a Pirandello, a Dostoievsky, tomar un objeto que cuente la historia desde otro lugar", dice Dorfman.
-¿Cómo nace Americanos ?
-La semilla de Americanos nace en París, cuando llevé una representación teatral de Fulgor y muerte de Joaquín Murieta . Lo que me quedó de eso fue, primero, la imagen traumática de la decapitación, y también que eso era el símbolo, la corporización de lo que era el exilio, que te cortan la cabeza y el corazón, te cortan del lugar en el que tú quieres estar. Destruyen la integridad de la persona.
-Una metáfora que sirvió de despegue, porque en realidad Americanos no habla específicamente del exilio.
-Hacía tiempo que andaba con ese tema, desde que había escuchado sobre el descuartizamiento de Túpac Amaru, que se relacionaba con la disgregación del continente, que habiendo hecho las guerras de la independencia fue un territorio no bolivariano, no sanmartiniano; más bien terminó siendo un continente de mierda, de fratricidio en particular.
-Y Murieta aparece donde confluyen el Norte y el Sur.
-Me di cuenta de algo muy interesante: este bandolero que apareció repentinamente en 1851 inmediatamente fue creando leyenda, historias contradictorias. A mí me pareció muy interesante esto, porque cabía en mi sentido de que la historia es una cosa incierta, abierta a disputa.
-Donde cada uno tiene una visión particular.
-¿Cómo puede ser que haya visiones tan contrapuestas de una misma realidad? Eso lo viví con Pinochet; por lo tanto, la idea era que una novela histórica tuviera que tener, necesariamente, una especie de escepticismo respecto de lo que había ocurrido.
-Esta es una novela histórica, aunque el personaje central sea un jabón con conciencia.
-Es muy pirandelliano: conocer la historia a través de un observador omnisciente, luego del punto de vista de los protagonistas -que es muy restringido- y más tarde irrumpe este jaboncito, que es voluptuoso, que ama a todos, al que le gusta el sexo en particular, aunque el destino del jabón puede ser como el destino de América latina, es decir, fragmentado, cortado, fratricida, pero con enorme amor hacia los demás y con enorme potencia de ser más.
-El jabón se mete en la historia, marca lo que pudo ser.
-Tal vez esta novela sea la primera en su tipo. Ojalá lleguen otras. Ojalá tengamos algún día un solo nombre para América, pero en este caso quienes tienen mucho que aprender son los Estados Unidos. Ellos siempre fueron los ganadores. Nosotros sabemos mucho de crisis, siempre tenemos una crisis. Creo que esta vez ellos deben aprender algo de nosotros.