La historia detrás de "Manos anónimas", la obra de Carlos Alonso que interrumpió el Golpe y ahora se ve en Bellas Artes
Una foto y un sobretodo. Es todo lo que quedó de la instalación Manos anónimas, que proyectó Carlos Alonso en 1976 para la muestra "Imagen del Hombre Actual" que iba a inaugurarse ese año en el Museo Nacional de Bellas Artes. Pero la obra nunca llegó a exhibirse porque la exposición fue suspendida a causa del golpe de Estado del 24 de marzo. Cuarenta y tres años después, gracias al único registro fotográfico que logró conservar Alonso, el realizador Luis Maresca pudo reconstruirla a pedido del mismo museo para la retrospectiva Carlos Alonso. Pintura y memoria, que continúa en el Pabellón de exhibiciones temporarias hasta el 14 de julio.
"Estoy muy contento de que se haya podido recuperar y de que sea parte de la colección del Bellas Artes. No lo creía posible", dice Alonso ahora, a los 90 años. El artista participó activamente en el proceso de recreación de Manos anónimas. Mantuvo reuniones con Maresca y el equipo para contarles la historia detrás de la obra perdida, volvió a dibujar los personajes que aparecen en la escena (un policía, un cuerpo tirado en el piso tapado con diarios de la época como un cadáver al que solo se le van los pies desnudos, un hombre de espaldas vestido con sobretodo, pantalones y sombrero, otro cuerpo con piernas cruzadas y brazos pero sin torso que se funde en un sillón) y cedió a Maresca el sobretodo original realizado en cartapesta (única pieza que se conserva) para que lo reprodujera en el taller de la galería Central Newbery, base de operaciones del trabajo de reconstrucción.
"Mi primer pedido fue conseguir autorización para ir a Unquillo (donde reside Alonso) y poder conversar con el gestor de todo aquello que aparecía en la foto. No me parecía posible dar un solo paso sin esa charla previa y el domingo 20 de enero viajé lleno de preguntas que se diluyeron al entrar a su taller. Me habló de sus grandes amigos, los Carrosi, que visitaba frecuentemente en los años ‘70 en General Villegas, provincia de Buenos Aires, que eran maestros y tenían un taller cooperativo de cartapesta donde enseñaban esa técnica, con la que creaban pájaros y distintos animales de la zona. Ahí se le ocurrió la posibilidad de construir todos los elementos que luego compondrían la instalación Manos anónimas", contó Maresca a LA NACION.
Alonso le explicó al realizador quiénes fueron los "modelos" para los personajes creados a escala real. "Todos son familia: los pies son de mi mujer, Teresa; el que está sentado es Tito Carrosi; la media res la pidieron prestada a un matadero, le hicieron un calco en yeso y se la devolvieron cocinada", recuerda el artista entre risas. "Están copiados y resueltos de una manera rápida y efectiva, con un trabajo maravilloso que pude constatar en el sobretodo del ‘Descarado’, única pieza que aún se conserva y que me acercó hasta Buenos Aires Pablo Alonso, su hijo. Se hizo, en su momento, capa por capa de papel y cola, sin más recurso que un modelado directo", explica Maresca.
Para la versión actual también usaron personas reales como modelos de cuerpos. "El primer personaje que comenzamos a recrear fue el busto del ‘Descarado’, que en la instalación original era bastante básico. En Unquillo pude fotografiar algunos dibujos que me planteó el maestro como guía. Durante toda nuestra conversación vi frente a él una hoja de papel donde ya tenía bocetados nuevos detalles y observaciones sobre la instalación que me mostró antes de la despedida. Había estado imaginando nuevas opciones y algunos cambios; detalles que no dejó de enviarme durante los tres meses de realización, que continuaban cambiando de acuerdo a su observación de los avances que le devolvíamos", agrega Maresca.
Aunque a primera vista la instalación de 2019 es igual a la de 1976, la obra tuvo algunos cambios sutiles. Uno de los personajes al que se le modificaron algunos aspectos fue el Policía con anteojos oscuros. "Coincidimos en cambiar el arma que llevaba en sus manos por un palo. Luego, a la hora de comprar el uniforme solo conseguí el azul, que le pareció apropiado para que jugara con el ‘Descarado’ de piloto ubicado del otro lado de la escena", continúa el realizador. Al hombre descarado se le cambió el sombrero, que ahora tiene un rostro de perfil. "Me pidieron que reprodujera uno hecho en piedra, que incluía una cara con bigotes. También me facilitaron el piloto original, que Alonso había pintado con textura de madera y en la foto tomada en el ‘76 se lo ve en color plano y claro. Es que él se refería entonces al llamado ‘sobretodo de madera’, haciendo referencia a un cajón para muertos. No continuamos con esa idea en esta versión y además le quitamos los pantalones Oxford que llevaba el personaje, típico de los años ’70 pero que hoy ablandaba mucho la figura que debía resonar más sórdida".
Maresca se ocupó de consultarle a Alonso si quería mejorar o lograr una terminación más realista en cada pieza. "Él siempre destacó como importante mantener la impronta de realización de sus viejos amigos, con una terminación más espontánea y expresiva, sin tantas intenciones de corrección formal. Sí le quitamos pequeñas deformaciones que se veían en la foto, como las piernas quebradas del Policía original, así como su postura completa para marcar una mayor presencia". Con respecto al personaje del sillón, que tiene solo extremidades y, como dice Maresca, "hace una referencia a un cuerpo que ha desaparecido", no se hicieron grandes cambios sino que se ajustaron las formas, texturas y coloraciones del original. Por último, los diarios de 1976 que cubrían el cuerpo tirado en la primera versión fueron reemplazados por páginas amarillentas de La Razón del 12 de abril del ’76. No es casual: Maresca buscó (y consiguió) diarios del mismo día en que se inauguró la actual retrospectiva: 12 de abril de 2019.
Feliz y orgulloso por el resultado (y porque tanto Alonso como Andrés Duprat, director del Bellas Artes, destacaron su trabajo), Maresca concluye la historia del detrás de escenas de la instalación histórica: "Fueron meses intensos con mucho trabajo en los que, junto a un equipo de cinco personas (Victoria Miyares, Raúl Moreno, Antonio Ramírez, Marcus Wahren y Carlos Baragli, algunos viejos compañeros de otras batallas y un par de jóvenes con mucha energía) logramos materializar Manos anónimas, que el museo va a atesorar en su patrimonio, reparando así aquella negativa de presentarla en 1976. Hoy, la muestra Carlos Alonso. Pintura y memoria tiene la instalación como centro y eje y está, finalmente, en su lugar".
Para agendar
Museo Nacional de Bellas Artes. Martes a domingos, de 11 a 20. $100 (residentes); $200 (no residentes).
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