La historia detrás de la historia: el libro, pasión de multitudes
En un mundo donde todo lo analógico parece resultar obsoleto, hay un objeto que resiste los embates de la tecnología, la crisis económica, las modas; el libro impreso
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Domingo, tres de la tarde. Un viento inusual en Buenos Aires enfría aún más el húmedo aire porteño. El cielo está poblado de nubes grises, de esas que anuncian que los días previos, casi primaverales, han terminado y que pronto llegará un fuerte descenso de la temperatura. En medio de esa escena (que podría titularse “Tarde de pleno invierno ideal para quedarse en casa”) se recorta otra que transcurre en el barrio de Chacarita. Sobre avenida Corrientes al 6200, a cincuenta metros de Dorrego, se ve una muchedumbre. Abrigada, claro. Cargan camperas, bufandas, gorros, guantes y… libros. ¿Qué hace esa gente reunida ahí?, podría preguntarse algún peatón sorprendido. Y algo más misterioso aun: ¿Por qué irradian alegría? ¿Pertenecen, acaso, a alguna cofradía secreta que les concede algo parecido a la felicidad? Algo de eso hay.
En un mundo donde todo lo analógico parece resultar obsoleto, hay un objeto que resiste los embates de la tecnología, la crisis económica, las modas. Es un antiguo y fiel artefacto que no desaparece, aunque haga un tiempo largo ya que agoreros de distintos ámbitos han decretado su muerte. Impreso, de formato y géneros variados, el libro (palabra en singular que, en este caso, representa “todos los libros”) es la pieza que une a la cofradía que esperó a la intemperie el fin de semana pasado para ingresar a una feria de libros de las tantas que hay en el país. Pero esa feria, la de Editores (cuyo nombre en clave es FED), es distinta. No hay stands enormes con miles de ejemplares apilados y carteles con las caras de bestsellers. Tampoco, ejemplares usados ni ediciones antiguas. En la FED se ofrecen libros de edición más o menos reciente que integran los catálogos de más de trescientos sellos independientes de la Argentina y algunos países de América latina. “Si lees, hay un libro para vos”, dice el slogan y esa consigna es la que guía año tras año a los fieles integrantes de la cofradía de lectores ya no secreta que la visita desde la última década.
Cerca de 25 mil personas (24.600 para ser exactos) asistieron en cuatro días a la edición 2024. Ya en 2023, los organizadores (Víctor Malumián y Hernán López Winne, fundadores del sello argentino Ediciones Godot) tomaron la decisión de agregar una jornada (el jueves) debido al incremento de público. A medida que la FED sumaba visitantes, los anfitriones sumaban servicios gratuitos que ninguna otra feria local ofrece. Café caliente para los que deben esperar su turno para entrar al predio, actos de magia al paso que sorprenden a los desprevenidos y un libro de regalo para cada uno. Este año, el tema de los relatos y ensayos fue la violencia. Siempre con entrada gratuita, los “mimos” de la FED a su público se agradecen con recomendaciones “boca en boca” y con compras. Casi no hay gente que salga de esta feria con las manos vacías. A pesar de la crisis, los expositores aseguraron a este medio en el balance final que las ventas superaron las expectativas. Antes de la apertura, Malumián había declarado a LA NACION que, si lograban “empatar” con las cifras de 2023, para ellos sería un “golazo”. Y lo fue.
Además del atractivo “gancho” de que los stands estén atendidos por sus dueños (detrás de cada puesto, todos iguales, con mesas y sillas de madera están los propios editores, que responden dudas y recomiendan lecturas según las preferencias), otra clave de la FED es que ofrece la oportunidad de encontrar ejemplares únicos o de sellos muy pequeños que no llegan a las grandes librerías. Además, un incentivo importante de las compras son los precios accesibles y las promociones.
Si hay algo de lo que se quejan los habitués es que cada año resulta más difícil caminar por los pasillos colmados de la FED. “Permiso”, “perdón, no puedo pasar” y “te choqué sin querer” son los hits que se escuchan entre quienes recorren las calles que, por supuesto, llevan nombres de escritores. Con todo, los visitantes vuelven. Y son muchos los que concurren más de un día. Es que la FED ofrece, también, charlas con autores y editores y talleres gratuitos a lo largo de los cuatro días.
“Has recorrido un largo camino, muchacha” se le podría decir a la FED, que se hizo por primera vez en 2013, en un espacio reducido de FM La Tribu, en Villa Crespo. Participaron solo quince editoriales, que fueron convencidos por Malumián y López Winne, los impulsores de esta movida literaria. Del modesto salón de La Tribu, en 2016 la feria pasó a uno más grande (Central Newbery) y se desarrolló en dos jornadas. Participaron 87 editoriales y fueron seis mil personas. En 2017, fueron tres días en un espacio de 900 metros cuadrados (Santos 4040): hubo 140 editoriales, entre sellos del interior y de Brasil, Ecuador, Venezuela, Chile y Uruguay. En 2018, con la necesidad de sumar expositores, se mudó a Ciudad Cultural Konex, en el Abasto. Alojó a 250 editoriales de toda América latina y recibió 11.000 lectores en tres días. Allí, el calor humano en los pasillos se disolvía rápidamente al pasar al sector del patio. Aquellos días de agosto fueron helados y, sin embargo, se llenó de gente. En 2019, volvió a batir su propio récord de concurrencia con 14.000 visitantes.
En 2020, en plena pandemia, la decisión fue organizar una versión digital que incluyó librerías “amigas” que se ocuparon de entregar los libros a domicilio. Con barbijos y cupo controlado, en 2021 el lugar elegido fue el Parque de la Estación. Se cortaron dos cuadras al tránsito y los puestos se ubicaron al aire libre. Fue un éxito: concurrieron más de 16.000 personas. La fila para acceder daba vuelta por esa manzana del Abasto.
La sede de las tres últimas ediciones fue el C Complejo Art Media, en Chacarita, sobre avenida Corrientes al 6200. Ahí, abrigados pero contentos, cientos de personas esperaron para entrar a la feria preferida de los lectores, con café, magia y libros.
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